"Además de esto, se cumplía un misterio inefable. Brotó, pues, agua y sangre. Y no manaron sin razón y por casualidad esas fuentes, sino porque de ambas se formó la Iglesia. Esto lo conocen muy bien los iniciados, que renacen por el agua y se alimentan con la sangre y carne. De aquí tienen su origen los misterios, para que, al acercarte al tremendo cáliz, lo hagas como si fueras a beber de ese mismo costado. Y el que lo vio es el que lo asegura, y su testimonio es verdadero (Jn 19,35)".
(S. Juan Crisóstomo, Hom. 85, 3 sobre el Evangelio de San Juan).
La devoción al Corazón de Jesús -que es más, es toda una espiritualidad, un modo de vivir y tratar con Jesucristo- es sacramental.
El cáliz contiene la Sangre del Señor, recibimos su Cuerpo en la comunión y hemos sido lavados en el bautismo con el agua que brotó de su Costado.
Adoramos su Cuerpo eucarístico en la comunión, en el Sagrario y en la exposición eucarística... ¡y recibimos su amor y su salvación!
Salve, Cuerpo verdadero, que has nacido de la Virgen.
Por nosotros inmolado, en la cruz has padecido.
De tu pecho traspasado brotan ríos de agua y sangre.
Que podamos recibirte en la hora de la muerte.
¡Oh Jesús dulce!
¡Oh Jesús bueno!
¡Oh Jesús, hijo de María!
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