lunes, 8 de febrero de 2010

Cómo está Jesús en el Sagrario


“Si Jesús está presente en el Sagrario con sus ojos que me miran, yo debo estar ante el Sagrario mirando con mis ojos de carne la Sagrada Hostia, cuando me la dejan ver; y con mis ojos del alma el interior de esa Hostia.

Si Jesús está en el Sagrario con sus oídos para oírme, yo debo estar ante el Sagrario con mi atención para oírlo y con mi mayor interés para hablarle.

Si Jesús está presente en el Sagrario con sus manos rebosantes de dones para los necesitados que se lleguen a pedírselos, yo debo estar ante el Sagrario con mi indigencia expuesta en el plato de mi confianza.

Si Jesús está en el Sagrario con el Corazón palpitante de amor sin fin a su Padre y de amor hasta el fin a nosotros; si ese amor que sube a su Padre es infinitamente latréutico, porque lo alaba como Él se merece, e infinitamente eucarístico, porque le da gracias por los beneficios que nos hace hasta dejarlo satisfecho, e infinitamente expiatorio, porque lo aplaca por los pecados con que le ofendemos, hasta ponerlo en paz. Y es infinitamente impetratorio, porque con clamor válido intercede y ruega por nosotros.

Y si ese amor que desciende desde su Corazón a los hijos de los hombres, es amor de Padre, hartas veces menospreciado. De Hermano, casi siempre desairado. De Amigo, las más de las veces abandonado. De Esposo, muy poco correspondido. Y de Rey, muchas veces desobedecido, vilipendiado y traicionado...

Si todo esto es así, yo debo estar ante el Sagrario con todo mi corazón y con todo el amor de él, para sumergirme en aquel Corazón y palpitar con sus mismas palpitaciones y amar como Él ama, alabando, agradeciendo, expiando, intercediendo al Padre celestial y disponiéndome a darme por Él de todos los modos a mis prójimos hasta el fin, sin esperar nada...

En menos palabras: si Jesús está en el Sagrario para prolongar, extender y perpetuar su Encarnación y su Redención, lo menos que yo debo hacer es presentarle mi alma entera con sus potencias, y mi cuerpo entero con sus sentidos, para que se llenen y empapen de sentimientos, ideas y afectos de Jesús Redentor encarnado y sacramento...

Ésta, ésta es la compañía de compasión, la que pone entre Jesús y yo presentes comunicación y cambio de miradas, de palabras, de necesidades, de afectos... La que me hace mirar, hablar, oír, pedir, recibir, confiar, sentir y amar como Él y con Él...”

Beato D. Manuel González, El abandono de los Sagrarios acompañados, en O.C., Vol. I, nn. 218-219.

1 comentario: