La post-modernidad ha tenido un efecto claro: se piensa que se sabe del cristianismo, que se le conoce, y viene ya de vuelta de todo. La experiencia cristiana es sustituida por las costumbres cristianas populares, profundamente arraigadas en la cultura: calendario de fiestas, procesiones, etc., pero desvinculadas de su contenido profundo y verdadero. La post-modernidad, ¡qué ilusa!, cree que el cristianismo ya nada tiene que decir, nada que aportar, nada que construir, lo considera agotado, pasado, un producto cultural más.
Con este planteamiento de fondo, la post-modernidad va apagando la sed interior del hombre, mejor, la va calmando como puede sin poder satisfacerla, apaga la inquietud afirmando que no se van a encontrar respuestas, y deja la inteligencia suspendida en el aire, y la conciencia adormecida. Los sentidos interiores del hombre se quedan aletargados, entumecidos, incapaces de reaccionar.
Benedicto XVI habla así de esta situación, que es la del hombre post-moderno, y la dificultad real para evangelizar, para que Cristo tenga un impacto en el hombre que le provoque y despierte:
“San Gregorio Magno, en su exposición de este texto, trató de ir más a fondo y se preguntó: "¿Cómo es posible que un hombre diga "no" a lo más grande que hay, que no tenga tiempo para lo más importante; que limite a sí mismo toda su existencia?". Y responde: en realidad, nunca han hecho la experiencia de Dios; nunca han llegado a "gustar" a Dios; nunca han experimentado cuán delicioso es ser "tocados" por Dios. Les falta este "contacto" y, por tanto, el "gusto de Dios"... Nuestra tarea consiste en ayudar a las personas a gustar, a sentir de nuevo el gusto de Dios.
En otra homilía, san Gregorio Magno profundizó aún más la misma cuestión, y se preguntó: "¿Cómo es posible que el hombre no quiera ni tan sólo "probar" el gusto de Dios?". Y responde: cuando el hombre está completamente ocupado con su mundo, con las cosas materiales, con lo que puede hacer, con todo lo que es factible y le lleva al éxito, con todo lo que puede producir o comprender por sí mismo, entonces su capacidad de percibir a Dios se debilita, el órgano para ver a Dios se atrofia, resulta incapaz de percibir y se vuelve insensible. Ya no percibe lo divino, porque el órgano correspondiente se ha atrofiado en él, no se ha desarrollado. Cuando utiliza demasiado todos los demás órganos, los empíricos, entonces puede ocurrir que precisamente el sentido de Dios se debilite, que este órgano muera, y que el hombre, como dice san Gregorio, no perciba ya la mirada de Dios, el ser mirado por él, la realidad tan maravillosa que es el hecho de que su mirada se fije en mí...
¿Qué debemos hacer?... Aprended a pensar como pensaba Cristo; aprended a pensar como él. Este pensar no es sólo una actividad del entendimiento, sino también del corazón. Aprendemos los sentimientos de Jesucristo cuando aprendemos a pensar como él y, por tanto, cuando aprendemos a pensar también en su fracaso, en su experiencia de fracaso, y en el hecho de que incrementó su amor en el fracaso.
Si tenemos sus mismos sentimientos, si comenzamos a ejercitarnos en pensar como él y con él, entonces se despierta en nosotros la alegría con respecto a Dios... Creo que lo primero es entrar nosotros mismos en contacto íntimo con Dios, con el Señor Jesús, el Dios vivo; que en nosotros se fortalezca el órgano para percibir a Dios; que percibamos en nosotros mismos su "gusto exquisito".
Eso dará alma a nuestra actividad, pues también nosotros corremos el peligro de trabajar mucho, en el campo eclesiástico, haciéndolo todo por Dios, pero totalmente absorbidos por la actividad, sin encontrar a Dios. Los compromisos ocupan el lugar de la fe, pero están vacíos en su interior.
Por eso, creo que debemos esforzarnos sobre todo por escuchar al Señor, en la oración, con una participación íntima en los sacramentos, aprendiendo los sentimientos de Dios en el rostro y en los sufrimientos de los hombres, para que así se nos contagie su alegría, su celo, su amor, y para mirar al mundo como él y desde él. Si logramos hacer esto, entonces también en medio de tantos "no" encontraremos de nuevo a los hombres que lo esperan y que a menudo tal vez son caprichosos ―como dice claramente la parábola―, pero que desde luego están llamados a entrar en su sala.
Una vez más, con otras palabras, se trata de la centralidad de Dios; y no precisamente de un Dios cualquiera, sino del Dios que tiene el rostro de Jesucristo. Esto es muy importante hoy. Se podrían enumerar muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero todos ellos sólo se pueden resolver si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo, si llega a ser decisivo en nuestra vida y si entra también en el mundo de un modo decisivo a través de nosotros” (Benedicto XVI, Homilía en la Misa concelebrada con los Obispos de Suiza, 7-noviembre-2006).
Éste es un blog que pretende ser formación y catequesis de adultos, mistagogia de la liturgia, pensamiento teológico, vida espiritual y aliento para la santidad. Y lo pretende con fidelidad a la Iglesia, al sentir eclesial y a la Tradición. ¡Sé bienvenido!
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Hola :)
ResponderEliminarEstupenda entrada... da directamente en la diana.
La postmodernidad tiene como piedra angular el relativismo... como el Papa certeramente ha sabido señalar en multitud de ocasiones.
Frente a este relativismo intelectual. moral y vivencial, Cristo nos propone un modelo de ser humano, sociedad y universo basado Dios como dador de sentido universal. Nada escapa de la voluntad de Dios. El Reino de Dios no es de este mundo, pero se mostrado e instaurado por medio de Cristo. Cristo vive junto a nosotros si nos reunimos en su nombre.
Si nuestra sociedad y cada uno de nosotros perdemos el sentido dado por Dios a todo lo que existe y a nosotros mismo... nos quedamos con la inmensidad de las apariencias vacías. Apariencias que venden continuamente los maestros del marketing, como saciadoras del vacío existencias que nos atenaza.
Al mismo tiempo, se vacuna a la población frente al cristianismo por medio de una pléyade de ONGs y asociaciones que canalizan un modelo de bondad humana carente de sentido. Así las conciencias se aletargan y pueden despreciar las exigencias del mensaje cristiano... que se muestra como innecesario para el hombre moderno.
Encima el estado toma el papel de padre que resuelve todos nuestros problemas y que nos guía por el placentero camino moral de la desafectación y el desentendimiento del prójimo. El estado dice ocuparse de todo...
Es triste... pero el mensaje de Cristo debe volver a ser predicado a todos nosotros. Lo hemos olvidado o nos lo han cambiado.
Menuda labor tenemos por delante... pero el Patrón del barco sabe por donde llevarnos. Por eso siempre hay sentido y esperanza.
Dios le bendiga D. Javier. :)
Me uno a las palabras de felicitación. Me estoy eganchando a este blog. Ya lo que hago es que imprimo los artículos y los pongo en el tablón de anuncios de la comunidad. Dios le bendiga.
ResponderEliminarMiserere:
ResponderEliminarMagníficas sus palabras, que retratan perfectamente lo que hoy se vive.
Sor Úrsula:
Gracias por sus palabras. Espero que a sus hermanas le sirva leer todo lo que Vd. les va poniendo en el tablón de anuncios. Por cierto, felicidades en la Jornada de la Vida consagrada para Vd. y su comunidad.