miércoles, 3 de febrero de 2010

“Jesús Hombre hablando con Dios y de Dios”


"En la mayor parte de los salmos, si no en todos, se habla en nombre y representación de Jesús, o se cuenta por anticipado su vida y su obra por medio de la gracia y de la gloria.

Pío X, de santa memoria, ha proclamado con emoción: “Es imposible no sentirse inflamado de amor ante el pensamiento de que bajo la letra de los salmos se deja adivinar la imagen de Cristo hábilmente delineada”.

En los salmos, si el sonido de la letra cuenta la historia del pueblo de Israel, la intención del Espíritu Santo, su inspirador, cuenta la prehistoria de la Iglesia, de su Cabeza y de sus miembros. En los salmos, quien canta, quien ora y quien habla, o de quien se habla, es Cristo por boca de David.

Leyendo los salmos podemos afirmar, sin medio de duda: así canta Jesús, así siente, así ora, así habla a su Padre en las distintas circunstancias de su vida en la tierra, viviendo con los hombres. ¡Cuántas veces nos presentan los evangelistas a Jesús repitiendo salmos o aludiendo a lo que en los “salmos estaba escrito de Él!”. ¿Será faltar a las leyes de la lógica deducir de esa afirmación esta otra: así debo yo cantar, sentir y hablar ante el Jesús de mi Misa, de mi Comunión y de mi Sagrario?

¡Ah! ¿tiene algún parecido mi oración formularia, casi siempre rutinaria y distraída, monótona, fría, sin los altos y bajos de la emoción y de la espontaneidad, con el lenguaje movido, apasionado, graciosamente salpicado de resoluciones, entregas, agradecimientos, preguntas y respuestas, mojado con lágrimas de contrición, ungido con suspiros de esperanzas, con gritos de triunfo y con sollozos de súplica de los salmos?

Éste es el trato íntimo, afectuoso y personal que el Corazón de Jesús quiere y tiene derecho a esperar de sus amigos.

Aquél es el trato, si no de los malos amigos, de los despegados.

¡Qué triste adjetivo para ponerlo a continuación de éste, infinitamente bello y sustantivo: ¡Amigo! ¡Amigo despegado de Jesús!”

Beato D. Manuel González, Así ama Él, en O.C., Vol. I, nn. 305-306.

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