domingo, 28 de agosto de 2011

Un santo, un amigo: san Agustín

Es cierto: los santos son amigos, los santos son hermanos. Eso explica la familiaridad y cercanía que poseemos con algunos, la identificación con su carácter o su forma de ser o su biografía o sus escritos o su espiritualidad...

La familiaridad con los santos es un rasgo distintivo del Misterio de la Iglesia, una Comunión de lo visible y lo invisible, la comunión de los santos. Es algo mucho más profundo que el mero devocionalismo (rezar una oración y encender una velita): es la intimidad compartida en el seguimiento de Cristo.

En este clima de amistad con los santos, celebramos a san Agustin, para muchos -entre los que me incluyo- un santo que ha marcado sus vidas, su espiritualidad y a quien se le debe tanto que es imposible explicarlo. El papa Benedicto es partícipe de esta misma experiencia de gratitud y lo expuso en un Ángelus:

"En la vida de cada uno de nosotros hay personas muy queridas, a las que nos sentimos particularmente cercanas, algunas están ya en los brazos de Dios, otras comparten aún con nosotros el camino de la vida: son nuestros padres, los familiares, los educadores; son personas a las que hemos hecho el bien o de las que hemos recibido el bien; son personas con las que sabemos que podemos contar. Es importante, sin embargo, tener también “compañeros de viaje” en el camino de nuestra vida cristiana: pienso en el director espiritual, en el confesor, en las personas con las que se puede compartir la experiencia de fe, pero pienso también en la Virgen María y en los santos. Cada uno debería tener algún santo que le fuese familiar, para sentirle cercano con la oración y la intercesión, pero también para imitarlo. Quisiera invitaros, por tanto, a conocer más a los santos, empezando por aquel cuyo nombre lleváis, leyendo su vida, sus escritos. Estad seguros de que se convertirán en buenos guías para amar cada vez más al Señor y ayudas válidas para vuestro crecimiento humano y cristiano.
Como sabéis, yo también estoy unido de modo especial a algunas figuras de Santos: entre estas, además de san José y san Benito, de quienes llevo el nombre, y de otros, está san Agustín, a quien tuve el gran don de conocer, por así decirlo, de cerca a través del estudio y la oración, y que se ha convertido en un buen “compañero de viaje” en mi vida y en mi ministerio. Quisiera subrayar una vez más un aspecto importante de su experiencia humana y cristiana, actual también en nuestra época, en la que parece que el relativismo sea, paradójicamente, la “verdad” que debe guiar el pensamiento, las decisiones, los comportamientos.
San Agustín fue un hombre que nunca vivió con superficialidad; la sed, la búsqueda inquieta y constante de la Verdad es una de las características de fondo de su existencia; pero no la de las “pseudo-verdades” incapaces de dar paz duradera al corazón, sino de esa Verdad que da sentido a la existencia y es la “morada” en la que el corazón encuentra serenidad y alegría. El suyo, lo sabemos, no fue un camino fácil: creyó encontrar la Verdad en el prestigio, en la carrera, en la posesión de las cosas, en las voces que le prometían la felicidad inmediata; cometió errores, atravesó tristezas, afrontó fracasos, pero nunca se detuvo, nunca se contentó con lo que le daba solamente buscaba un indicio de luz; supo mirar en lo íntimo de sí mismo y se dio cuenta, como escribe en sus Confesiones, de que esa Verdad, ese Dios que buscaba con sus fuerzas era más íntimo a él que el mismo, había estado siempre a su lado, nunca le había abandonado, estaba a la espera de poder entrar de forma definitiva en su vida (cfr III, 6, 11; X, 27, 38). Como decía comentando el reciente film sobre su vida, san Agustín comprendió, en su inquieta búsqueda, que no era él quien había encontrado la Verdad, sino que la propia Verdad, que es Dios, le persiguió y le encontró (cfr L’Osservatore Romano, jueves 4 de septiembre de 2009, p. 8). Romano Guardini, comentando un pasaje del capítulo tercero de las Confesiones, afirma: san Agustín comprendió que Dios es “gloria que nos pone de rodillas, bebida que extingue la sed, tesoro que hace felices, […él tuvo] la pacificadora certeza de quien finalmente ha comprendido, pero también la bienaventuranza del amor que sabe: esto es todo y me basta” (Pensatori religiosi, Brescia 2001, p. 177).
Siempre en las Confesiones, en el Libro noveno, nuestro santo recoge un coloquio con su madre, santa Mónica – cuya memoria se celebra el próximo viernes, pasado mañana. Es una escena muy hermosa: él y su madre están en Ostia, en un albergue, y desde la ventaba ven el cielo y el mar, y trascienden cielo y mar, y por un momento tocan el corazón de Dios en el silencio de las criaturas. Y aquí aparece una idea fundamental en el camino hacia la Verdad: las criaturas deben callar para que se produzca el silencio en el que Dios puede hablar. Esto es verdad también en nuestro tiempo: a veces se tiene una especie de miedo al silencio, del recogimiento, de pensar en los propios actos, en el sentido profundo de la propia vida, a menudo se prefiere vivir solo el momento fugaz, esperando que traiga felicidad duradera; se prefiere vivir, porque parece más fácil, con superficialidad, sin pensar; se tiene miedo de buscar la Verdad, o quizás se tiene miedo de que la Verdad nos encuentre, nos aferre y nos cambie la vida, como le sucedió a san Agustín.
Queridos hermanos y hermanas, quisiera decir a todos, también a quien está en un momento de dificultad en su camino de fe, a quien participa poco en la vida de la Iglesia o a quien vive “como si Dios no existiese”, que no tengan miedo de la Verdad, que no interrumpan nunca el camino hacia ella, que no cesen nunca de buscar la verdad profunda sobre sí mismos y sobre las cosas con los ojos internos del corazón. Dios no dejará de dar Luz para hacer ver y Calor para hacer sentir al corazón que nos ama y que desea ser amado. (Benedicto XVI, Ángelus, 25-agosto-2010).

Os animo a entrar pacientemente en la escuela de san Agustín: las Confesiones, los soliloquios, los tratados sobre el evangelio de san Juan y su Comentario a la 1ª carta de san Juan... y con más paciencia, los libros de La Ciudad de Dios. No os arrepentiréis de familiarizaros con su pensamiento.


4 comentarios:

  1. Si hubiera alguien en quien callase el tumulto de la carne, callasen las imágenes...y aún el mismo alma callase y se remontara sobre sí, no pensando en sí...., y finalmente callase por completo toda lengua, todo signo y todo cuanto hace pasando..., dirigiendo el oído hacia aquel que la ha hecho y sólo él hablase...¿no sería esto el Entra en el gozo de tu Señor?

    La exquisita sensibilidad espiritual de san Agustín nos lleva a saborear tímidamente el gozo celestial.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. Destacaría su capacidad para dejarse corregir.

    En esto vemos que un cristiano va por buen camino. Si admite correcciones, va bien. Si persevera en sus errores, va mal. Y en san Agustín encontramos un modelo de apertura a la corrección ajena, de humildad. Un modelo de ir por el buen camino a base de humildad.

    Lo vemos reflejado en este fragmento de una carta a san Jerónimo, con el que mantuvo algunas discusiones doctrinales:

    ""voy a sentirme agraviado si te callas el error que acaso hayas descubierto en algunos de mis escritos"

    El libro de "las confesiones" es un libro de una honestidad perfecta. De hecho, creo que es uno de los libros más serios y honrados que jamás se hayan escrito.

    Un abrazo muy fuerte

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  3. Le felicito padre; uno de sus santos preferidos.
    Un gran día para toda la familia Agustiniana, y
    para toda la Iglesia.
    Tenemos que aprender tanto de el.
    El buscaba a Dios y le encontró dentro de el.
    Tenemos que aprender a vivir el recogimiento...
    Sabernos habitados por la Trinidad...No dejarlo
    solo dentro de nosotros...
    ¡Alabado sea Jesucristo.
    En comunión de oraciones.

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  4. San Agustín forma parte de mi trió de santos favoritos, junto con San Ambrosio de Milán y Clemente de Alejandría.

    Todos ellos tienen la capacidad de entrelazar la sagrada escritura con lo que vivimos cada día.

    San Agustín, además, sabe sacarnos de la comodidad de lo emotivo, para descubrirnos que que la razón ilumina la Fe constantemente.

    Un delicia para leer y meditar con tranquilidad.

    Seguimos en oración. Que Dios les bendiga :)

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