Después de la mano y la lepra, en el Horeb Dios concede un segundo signo acreditativo a Moisés.
Egipto vive del Nilo, de sus crecidas y de su delta, que vuelven fecunda la tierra permitiendo grandes cosechas para abastecer la población.
El Nilo es divino porque es vida. Convertirlo en sangre es destinar a Egipto a la muerte, hacerle ver la caducidad de su prosperidad y de su vida, teniendo así un poder superior a las propias aguas, un poder divino que puede llegar a hundir a Egipto en la miseria y el hambre.
Moisés tiene un tercer signo credencial, la capacidad de tomar agua del Nilo y al derramarla en el suelo se convierte en sangre. Es el tercer signo, el agua del Nilo, “la linfa vital de Egipto que riega las plantas y mueve las norias, que es fuente de vida en su riego, limpieza en el baño y energía en los molinos. Esa agua, derramada en tierra por Moisés, se vuelve sangre, pero sangre derramada y sin vida” (Shökel).
Moisés tiene un tercer signo credencial, la capacidad de tomar agua del Nilo y al derramarla en el suelo se convierte en sangre. Es el tercer signo, el agua del Nilo, “la linfa vital de Egipto que riega las plantas y mueve las norias, que es fuente de vida en su riego, limpieza en el baño y energía en los molinos. Esa agua, derramada en tierra por Moisés, se vuelve sangre, pero sangre derramada y sin vida” (Shökel).
Si nos fijamos en la imagen del icono, unos riachuelos, unas corrientes de agua están en la base, recordando así este signo.
Buenos días don Javier. Una nueva alianza en la que brota de un torrente agua y sangre para nuestro rescate de la esclavitud espiritual del Faraón de este mundo. Un abrazo.
ResponderEliminarSangre y agua.... como en la imagen de la Divina Misericordia, gran tabla de salvación para nuestros tiempos.
ResponderEliminarUn saludo veraniego y cordial, Don Javier.
;O)