La vida cristiana se determina por un principio que debería parecernos a todos fundamental y casi evidente: la vida cristiana es Gracia. La vida cristiana es Gracia porque siempre es Don de un Amor mayor, el de Dios en nuestra vida, que nos ha redimido, santificado e incorporado a un pueblo nuevo, el pueblo cristiano, la santa Iglesia.
La vida cristiana es Gracia. Es más lo que Dios hace por nosotros que el moralismo de nuestros compromisos, de nuestros esfuerzos, de nuestras instituciones y de nuestra solidaridad. Esto, en lenguaje teológico, se llama pelagianismo (el hombre es bueno por naturaleza, sólo tiene que esforzarse y comprometerse).
La mayor expresión, bueno digamos que una de las más importantes, de que la vida cristiana es Gracia es que depende más de Dios que de nosotros, y la oración sincera, sencilla y cordial es un exponente. A la oración vamos para estar, simplemente estar, con Cristo. En la oración, con confianza y perseverancia, dialogamos, intercedemos por los demás, presentamos confiadamente lo nuestro y nuestras necesidades y nos ofrecemos a Dios. Y, como Gracia, en la oración recibimos, oímos, escuchamos, percibimos su Presencia, somos santificados...
La verdadera oración no es de hecho extraña a la realidad. Si rezar os alienara, os quitase de vuestra vida real, estad en guardia: ¡no sería verdadera oración! Al contrario, el dialogo con Dios es garantía de verdad, de verdad consigo mismo y con los demás, y por tantode libertad. Estar con Dios, escuchar su Palabra, en el Evangelio, en la liturgia de la Iglesia, defiende de las fascinaciones del orgullo y de la presunción, de las modas y de los conformismos, y da la fuerza de ser verdaderamente libres, incluso de ciertas tentaciones enmascaradas de cosas buenas.
Me habéis preguntado: ¿cómo podemos estar en el mundo sin ser del mundo? Os respondo: precisamente gracias a la oración, al contacto personal con Dios. No se trata de multiplicar las palabras – ya lo decía Jesús –, sino de estar en la presencia de Dios, haciendo propias, en la mente y en el corazón, las frases del “Padre Nuestro”, que abraza todos los problemas de nuestra vida, o también adorando la Eucaristía, meditando el Evangelio en nuestra habitación, o participando con recogimiento en la liturgia.
Todo esto no separa de la vida, sino que ayuda a ser verdaderamente uno mismo en todo ambiente, fieles a la voz de Dios que habla a la conciencia, libres de los condicionamientos del momento. Así fue para san Celestino V: él supo siempre actuar según su consciencia en obediencia a Dios, y por ello sin miedo y con gran valor, también en los momentos difíciles, como los relacionados con su breve Pontificado, no temiendo perder su propia dignidad, sino sabiendo que ésta consiste en estar en la verdad. Y el garante de la verdad es Dios. Quien le sigue no tiene miedo ni siquiera de renunciar a sí mismo, a su propia idea, porque “quien tiene a Dios, nada le falta”, como decía santa Teresa de Ávila" (Benedicto XVI, Disc. en el encuentro con los jóvenes, Catedral de Sulmona (Italia), 4-julio-2010).
De la experiencia orante depende realmente la vida cristiana. Sin oración no hay vida cristiana, sin oración no hay apostolado... ¡sin oración no hay nada que pueda llamarse realmente cristiano!
El tiempo fijo, diario, organizado para la oración es una ayuda y una necesidad.
Pero no pensemos en algo complicado: es una relación de amor y amistad con Cristo, con mucha espontaneidad, naturalidad y sencillez. Acudimos a Cristo, estamos con Él, le hablamos y le amamos porque antes Él mismo nos habla y nos ama.
¿No será éste uno de los aspectos integrantes de nuestra "pastoral", de los procesos de catequesis de jóvenes y adultos, de la educación en la fe, de la predicación católica?
Hablando de oración oremos por lo frutos de la JMJ y para que la presencia mediática de la Iglesia sea testimonio para quienes nos miran de reojo.
ResponderEliminarEn un rato cojo el tren para Madrid. Les tengo en mis oraciones. Un abrazo en el Señor :)
Una bella y magnífica entrada, d. Javier. Para enmarcar, fotocopiar y repartir.
ResponderEliminar"La vida cristiana es Gracia". Dice, y esta es la verdad bíblica y tradicional de nuestra fe eclesial y de la oración. Todo es Gracia.
Muy importante este párrafo que ha escrito: ""La vida cristiana es Gracia. Es más lo que Dios hace por nosotros que el moralismo de nuestros compromisos, de nuestros esfuerzos, de nuestras instituciones y de nuestra solidaridad. Esto, en lenguaje teológico, se llama pelagianismo (el hombre es bueno por naturaleza, sólo tiene que esforzarse y comprometerse).""
Doy gracias a Dios por usted. Que un sacerdote hable (en estos tiempos que corren) de la Gracia, en estos términos, es una dicha muy grande. Su fervor nos edifica a todos en Cristo.
Un abrazo muy fuerte
Padre Javier
ResponderEliminarBuenísima entrada la de hoy. Me ha ayudado a recordar hoy lo importante que es el tiempo de oración en nuestra vida.
Una oración que es la que luego nos mueve a la acción, a ser mejor persona en el mundo conforme a la voluntad de Dios.
Abrazos desde Puente Genil.
Solo puedo indicarles que luego de varios años sirviendo de una manera activa al Señor, en estos momentos me encuentro entregada a la oración de intimidad con Dios, pues siento necesidad de aquietarme y estar con Él.
ResponderEliminarUn gran abrazo para todos.
Buenas tardes don Javier. Procuraré mayor sencillez cada día y creo que para eso requiero más sacrificio y perseverancia, todos los viajeros te traen trastos de "recuerdo" que estorban, afean y complican la vida.Un abrazo.
ResponderEliminarMiserere:
ResponderEliminarNo sé si leerá ya este comentario, pero va vd. al encuentro de blogueros con el papa y a la JMJ: rezaremos por Vd. como estamos todos rezando por la Jornada.
Le ruego, por amistad y por sentido eclesial, que en el encuentro de blogueros tenga presente que es vd. miembro de una comunidad católica virtual, ésta, y no nos olvide. Luego esperaremos todos su crónica aquí, para sus hermanos virtuales.
Alonso:
ResponderEliminarSus elogios son completamente inmerecidos. Alegran mi autoestima, pero son exageraciones suyas.
Yo, por formación, soy agustiniano: ¡en algo se me tendrá que notar! Otra cosa es que llegue a vivir santamente lo que aquí (y en la parroquia, y en clases) enseño.
Pedid por mí.
Roberto:
ResponderEliminarAsí es. Me alegro de su intervención y espero que sea más frecuente... desde Puente Genil.
Un abrazo fuerte.
María Auxiliadora:
ResponderEliminarEn la vida espiritual y en la oración personal se pasan por distintas etapas que hay que recorrer.
cuando el Espíritu Santo quiere, nos lleva a una oración de intimidad, sumamente contemplativa, irrenunciable, que nos llena de amor de Dios, aunque no pronunciemos palabras. Siga por donde el Espíritu Santo la lleve, sin forzar ni al Espíritu ni a su propia alma.
NIP:
ResponderEliminarhay que perseverar, y dejar a los visitantes, entre ellos a la imaginación, aparte. Se trata de volar tan alto que a la caza demos alcance, como diría san Juan de la Cruz.
Mi saludo cordialísimo.