domingo, 21 de agosto de 2011

Lo espiritual y contemplativo de la adoración al Santísimo

A la par que el aspecto pastoral, el aspecto espiritual de la adoración eucarística, una veta de espiritualidad como lo atestiguan tantos santos y almas eucarísticas. La adoración eucarística lleva a reconocer la presencia maravillosa de Cristo que cumple realmente su palabra cuando dice: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,29); en cierto modo a la petición de los discípulos de Emaús, “quédate con nosotros, Señor” (cf. Lc 24,29), Cristo responde con el don de la Eucaristía. La fe lo reconoce presente y los mismos signos litúrgicos, el trato, la reverencia, la delicadeza con el Sacramento revelan esa Presencia que se hace Compañía: se está ante el Señor y esos signos sensibles significan la Presencia real que quien los ve puede percibir  la grandeza del Misterio y adorar.

    La adoración eucarística invita a los fieles a la comunión de corazón con Jesucristo: “permaneced en mí y yo en vosotros” (Jn 15,4). La adoración eucarística permite establecer una corriente dinámica de amor entre el Señor y el fiel; es una Presencia de amor que espera, suscita y pide una correspondencia en el amor, una entrega personal a Aquel que se entrega para que se llegue a la plenitud bautismal, “ser uno con Cristo” y poder afirmar como el Apóstol: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). La comunión es una realidad vital fundada en el amor donde hay una donación recíproca en libertad.

    La instrucción Eucharisticum Mysterium, en el n. 50, ofrece unas preciosas indicaciones espirituales, de alto valor pedagógico y catequético, incluso mistagógico, que educan en la oración ante el Santísimo Sacramento, marcando los fines y el sentido de esta oración, y por tanto orientando tanto el espíritu de la oración privada como el tono de la oración comunitaria en forma de Hora Santa o celebración ante el Santísimo Sacramento –como puede ser alguna Hora del Oficio divino: Laudes o Vísperas-.


  Téngase en cuenta, cuando se adora a Cristo presente en el Sacramento, que “esta presencia proviene del Sacrificio y se ordena a la comunión al mismo tiempo sacramental y espiritual” (n. 60). Hay una doble vinculación: la celebración eucarística tiende a prolongarse en la quietud contemplativa ante tanto y tan grande como se contiene en la santa Misa: ¡al Autor mismo de la gracia!; es necesario que lo contenido en el sacrificio eucarístico se deguste, se saboree sapiencialmente, se medite cordialmente ante Cristo-Eucaristía en la adoración; a su vez, el culto a la Eucaristía que tiene su origen en el sacrificio se ordena a la comunión sacramental deseando no solamente ver y orar ante Cristo, sino recibirle en la comunión sacramental con el corazón dispuesto y oferente, con la actitud interior del hombre nuevo, con hambre y sed de Cristo, Pan vivo, Surtidor de Agua viva.


    Permaneciendo ante Cristo, el Señor, los fieles “disfrutan de su trato íntimo” ya que el amor se produce por el conocimiento, por la asiduidad en el trato con el Amado en un encuentro que va fascinando ante el estupor de una Presencia que sí corresponde a aquello para lo que el corazón está hecho.



    Estando ante Cristo en la Eucaristía, compartiendo su anhelo redentor, el deseo del corazón de Jesús, “le abren su corazón pidiendo por sí mismos y por todos los suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo” (n. 50). La comunión personal con Jesucristo conduce a sentir como propio el deseo de redención que late en el Corazón de Cristo, Buen Samaritano de esta humanidad caída al borde del camino; recogiendo las súplicas de tantos ciegos, gritan a Cristo: “Señor, que vea” (Lc 18,41), “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí” (Mc 10,47-48), solidario de las necesidades del mundo y de los hombres, claman: “Sálvanos, Señor, que nos hundimos” (Mt 8,25). Desarrollan así una dimensión propia del sacerdocio, la intercesión, participando de la intercesión del Mediador y Sacerdote Eterno Cristo, y, sabedores que en el Sacrificio de la Misa se ora “que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero” (Plegaria eucarística III), la oración ante Cristo Sacramentado es una súplica también, rogando “por la paz y la salvación del mundo” (n. 50).

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N.B. Ayer en la Vigilia de Cuatro Vientos, JMJ 2011, vimos el rato de adoración eucarística y el impresionante silencio de adoración. Es, simplemente, un modelo de lo que hay que empezar a favorecer y propagar en nuestras pastorales, también con jóvenes. La adoración eucarística es fecundísima.

6 comentarios:

  1. El estupor agradecido ante su Presencia nos hace compartir en nuestro yo más profundo su anhelo redentor.

    Ha sido bellísima la adoración del Santísimo en Cuatro Vientos. Como madre, es esperanzador ver a tantos jóvenes arrodillarse ante el Santísimo.

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  2. Julia María:

    Esa es su aportación como madre... y yo como sacerdote espero y deseo, esperanzadamente, que la exposición y adoración eucarística sea una realidad habitual (semanal al menos) en nuestras parroquias; es mi esperanza que a los jóvenes, en lugar de entretenerlos con dinámicas de grupos y "valores", se les educa en cosas básicas y fundamentales como la adoración eucarística en la propia parroquia.

    Sí, era un signo de esperanza, pero para luego ser continuado en la vida parroquial.

    Feliz domingo.

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  3. ¡Gracias Don Javier por este post.!
    Cuando expusieron al Señor, todos de rodillas...
    ese silencio, unidos en la misma fe, dirigidos
    nuestros corazones hacia El, en suplica, agradecimiento....
    El nos desarmó, lagrimas, todo estaba dicho...
    ¿que gozo!
    ¡Bendito y alabado sea nuestro Señor!
    Dios le bendiga. En comunión de oraciones.

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  4. Tiene mucha razón don Javier. Ahora nos toca a nosotros poner todos los medios a nuestro alcance para que esta semilla fructifique.

    Feliz domingo

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  5. Gracias a Dios la adoración Eucarística está volviendo a se considerada como imprescindible. Sobre todo, porque de otra forma no somos capaces de entrar a adorar a Dios de forma evidente. La adoración ayuda a que nos coloquemos en nuestro lugar y demos a Dios el lugar que tiene en el universo.

    La vigilia de la JMJ ha resultado ser una testimonio maravilloso. Hay que perseverar en ese sentido. Lo jóvenes los aprecian y lo siguen. La evidencia se retransmitió a todo el mundo.

    Que Dios le bendiga D. Javier y también a todos los compañeros de visita. Un abrazo en Cristo :)

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  6. Buenos días don Javier.¡Una entrada redonda!.Un fuerte abrazo.

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