lunes, 29 de agosto de 2011

Humildad con Dios

    Seguimos a Cristo humilde. La vida de la gracia en nosotros, la divinización, es hacernos uno con Cristo Jesús, tener la figura, la forma de Cristo en nosotros, para que Cristo viva en ti y tu vida sea Cristo. Será entonces cuando la humildad de Cristo se prolongue en nosotros, cuando nosotros participamos de la humildad de nuestro Señor.


    Para configurarse día a día con Jesucristo hemos de ir respondiendo a las mociones y gracias del Señor que guían nuestra vida. Conseguir y adquirir la virtud de la humildad supone un trabajo disciplinado, ascesis, como colaboración a la gracia de Dios en nuestra vida. Caminar humildes en la presencia del Señor. Concretemos los campos de nuestra vida en los que debe crecer y dar fruto la humildad: humildad con Dios, con uno mismo y con los demás.


Veamos en hoy la humildad con Dios.
  
    La verdadera humildad es una confianza ilimitada en la bondad y el Amor de Dios. Se pone la existencia creyente en Él, Él lleva nuestra vida. Nosotros no deseamos nada excepto a Él  mismo; sólo deseamos amarle a Él, gozarle a Él, pertenecerle a Él. Dios lo es todo y nada se desea que no sea Dios.


    El soberbio, aunque se acerque a Dios, no busca a Dios, sino se busca a sí mismo, protegiendo su propia imagen de "religioso", de "cumplidor", pero es un sepulcro blanqueado. Disfrazado de piedad, se levanta ante Dios y le pide cuentas, y le exige. Se rebela contra Dios, contra su santa voluntad, contra la propia historia exigiendo a Dios y pidiéndole cuentas. Suele decir "Dios lo permitió" pero en su corazón no integra toda la historia que Dios ha ido haciendo.

    Humilde ante Dios, de rodillas ante el Misterio, hasta decir: "Todo lo ha hecho bien" (Mc 7,37), porque Dios, aunque no lo entendamos, todo lo ha hecho bien en nuestra vida, y Él ha ido llevando nuestra historia haciéndola historia de gracia y salvación, una peculiar historia de amor de Dios con tu alma.

    Humilde ante Dios, se acerca a Él con confianza como un niño en brazos de su madre, y pone su vida en las manos de Dios.

   
S. Juan de la Cruz cifró así la humildad:

"Humilde es el que se esconde en su propia nada y se sabe dejar a Dios" (Avisos, nº 174).

    Uno reconoce lo que uno es, y deja a Dios que sea Dios en la propia vida. El verdadero humilde sí dirá de verdad: "hágase tu voluntad", y se entregará en amor, diciéndole: "Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado". Nada ni nadie nos podrá separar del Amor de Jesucristo.

    Dios es lo primero, lo único necesario. La verdadera humildad reconoce esta verdad y dispone su vida de tal forma que en todo, Dios sea lo primero. La liturgia y la oración son la obra de Dios, el servicio divino y tiene siempre la prioridad. La liturgia, bien celebrada, interiorizada, lleva a la Iglesia y al creyente a ser humilde, porque la liturgia es Dios santificando a su pueblo, Cristo que sale a nuestro encuentro. Dios lleva la iniciativa, la liturgia -prolongada por la oración personal- es lo primero para que Dios sea el centro de la vida.

    La importancia de la liturgia ejerce una acción pedagógica y educadora: adorar, contemplar, amar a Dios que se nos da siempre en toda liturgia. Allí nos recogemos, adoramos, nos postramos ante el Misterio. Sólo Dios cuenta. ¡Qué gozo, qué amor poder celebrar la liturgia! Bien vivida, la liturgia nos irá haciendo humildes ante Dios, situándonos en nuestra verdad, situándonos en la Verdad de Dios.

6 comentarios:

  1. Buenos días don Javier. ¡Me encantó la entrada!."Conseguir y adquirir la virtud de la humildad supone un trabajo disciplinado, ascesis, como colaboración a la gracia de Dios en nuestra vida. " y el trío:"adorar, contemplar, amar a Dios que se nos da siempre en toda liturgia".Me tengo que aplicar. Un abrazo.

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  2. Amigo d Javier,

    gracias por esta entrada. Es muy bueno que nos hable de la humildad. Me ha parecido importantísimo y muy acertado que relacione la humildad con la Liturgia.

    De la Liturgia recibimos los dones de Dios, entre ellos el de la humildad, que hemos de pedir constantemente, conscientes de nuestra indigencia, de la debilidad radical de nuestra voluntad adámica y natural, y de la importancia del auxilio divino.

    Dice Santo Tomás que la función de la humildad es "matar los deseos de aquello que excede las propias facultades"

    Como alcanzar la perfección, la santidad, excede nuestras facultades naturales, mediante la humildad conocemos aquello que nos falta por alcanzar de Dios,

    y detectamos aquello que obstaculiza nuestra camino de perfección. Por la humildad pedimos al Señor, mediante la Iglesia y fundamentalmente mediante la Liturgia, lo que necesitamos para ser santos.

    Por eso dice el Doctor Universal que la humildad es el fundamento de todo el edificio espiritual (Suma, II, 9.161)

    "Fundamento" está relacionado etimológicamente con funda -ae, que significa red. Y con fundamentum, fondo, profundidad del mar. La humildad es una red por la que atrapamos nuestros defectos

    y recibimos los tesoros del Mar de la Gracia de Dios, que es la Iglesia, mar santo de su infinita misericordia, ese Mar de Cristal que es la Casa de Dios, según se lee en Ap 15, 2:

    "!vi también un mar de cristal mezclado con fuego y a los que habían triunfado sobre la bestia(...) portando las cítaras de Dios"

    Esos que triunfan sobre el maligno son, no lo dudemos, los "mendigos de la Gracia", los humildes cantores de Dios.

    Un abrazo

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  3. Aunque suene a cofradía de Semana Santa, adelante tenemos un largo camino que andar hacia la humildad y la paciencia. Un abrazo en el Señor, seguimos en oración :)

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  4. NIP:

    Todos nos tenemos que aplicar.

    Yo, cuando predico y enseño estas cosas, y sé que lo tengo que predicar y enseñar, a veces por dentro me siento muy poco sincero y auténtico: soy yo el que me lo tengo que aplicar.

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  5. Alonso:

    Mi campo fundamental de trabajo es la teología de la liturgia, con lo cual, no me es nada difícil hallar en ella la fuente de muchos temas. La humildad también tiene que ver con la liturgia en su teología. Lo siento, no soy tomista, ni experto en filosofía y metafísica, pero de liturgia algo sí sé... y marca mi reflexión y mi prisma de visión de todo.

    En la liturgia se ve bien claro cómo somos Mendigos de la Gracia, porque todo es don que hemos de suplicar. La liturgia es Don que se recibe y nos enseña a ser buenos receptores, no soberbios "dadores" de nosotros mismos.

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  6. Miserere:

    ¡¡Sí que parece un título de una cofradía de Semana santa!! Me ha hecho sonreír.

    Es verdad: humildad y paciencia y seremos santos.

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