miércoles, 28 de julio de 2010

Para no decir tonterías sobre los resultados del Vaticano II

Se ha puesto de moda, desgraciadamente, y con demasiada facilidad, afirmar que los problemas de la Iglesia hoy (por ejemplo, la gran masa que se ha alejado, la poca práctica de asistencia a la Eucaristía, los brotes secularizadores), todos y cada uno de ellos son resultado directo y proporcional a la aplicación del Concilio Vaticano II, sin ver el contexto cultural de cambio y crisis, ni los movimientos sociales, etc. Simple, pura y llanamente, culpa del Concilio Vaticano II, afirmando, también a la ligera, lo bien que iba todo en la Iglesia antes del Concilio: todo fervor, santidad, apostolado, masas creyentes, liturgia dignísima y maravillosa, todo el mundo era cristiano.

Es evidente que esto cae en el simplismo: pero como se dice, hay que refutarlo. Ni todo está tan mal ahora, ni todo era tan perfecto hasta 1962. El Concilio Vaticano II quiere ser una respuesta a una situación de crisis latente en la Iglesia en muchos campos y hacerlo dulcemente, sin lenguajes de condenas y anatemas, pero respondiendo e intentando superar la situación de crisis que se iba arrastrando.

¿En qué nos basamos?

Pues para que nadie pueda acusar de irresponsabilidad o ligereza en lo dicho anteriormente, en un diagnóstico del teólogo Joseph Ratzinger, pronunciado en una conferencia en 1958 y publicado en "El nuevo pueblo de Dios". ¿Qué decía Ratzinger? ¿Cuál era el triste panorama de antes, que algunos pintan ahora idealizado y perfecto?

"Según las estadísticas religiosas, la vieja Europa sigue siendo casi por completo un continente cristiano. Pero apenas habrá otro caso en que se pueda ver tan puntualmente como aquí que las estadísticas engañan. Esta Europa cristiana de nombre, ha venido a ser, desde hace 400 años en números redondos, el lugar de nacimiento de un nuevo paganismo que crece inconteniblemente en el corazón de la Iglesia misma y amenaza con corroerla desde dentro. La imagen de la Iglesia en los tiempos modernos está esencialmente definida por el hecho de haber venido a ser, de manera enteramente nueva una Iglesia de gentiles, y de serlo cada día más: no ya, como antaño, Iglesia compuesta de gentiles que se hicieron cristianos, sino Iglesia de gentiles que siguen llamándose critianos, pero que en realidad han vuelto al paganismo. La gentilidad se asienta hoy día en la Iglesia misma y la característica tanto de la Iglesia de nuestros días como de la nueva gentilidad es cabalmente que se trata de una gentilidad en la Iglesia, y de una Iglesia en cuyo corazón vive la gentilidad. Por eso, no puede hablarse en este contexto del paganismo que en el ateísmo oriental ha cuajado en grupo compacto contra la Iglesia enfrentándose como un nuevo poder anticristiano a la comunidad de los creyentes, siquiera no pueda olvidarse tampoco que este grupo tiene la particularidad de ser un paganismo nuevo, un paganismo, consiguientemente, que ha nacido en la Iglesia y de ella ha tomado prestados algunos elementos esenciales, que definen de un modo decisivo su imagen y su fuerza. Hay que hablar más bien del fenómeno mucho más característico de nuestro tiempo, que constituye el verdadero ataque a lo cristiano, el paganismo dentro de la Iglesia, que es como la "abominación de la desolación en el lugar santo" (Mc 13,14).

El hecho de que -aun dentro de los cálculos más optimistas- hoy día no cumplan ya con la Iglesia (para limitarnos sólo a nuestra Iglesia) seguramente más de la mitad de los católicos, no debe ciertamente interpretarse sin más en el sentido de que toda esa mayoría de católicos que "no cumplen" hayan de llamarse paganos. Pero está claro que ya no se asimilan con sencillez la fe de la Iglesia, sino que hacen una selección muy subjetiva del credo eclesiástico que agregan a su propia ideología. Y no puede tampoco haber duda de que en gran parte no pueden ya ser llamados propiamente creyentes desde el punto de vista cristiano, sino que adoptan una actitud fundamental más o menos ilustrada, que afirma desde luego una responsabilidad moral del hombre, pero que la funda y limita en consideraciones puramente racionales..." (El nuevo pueblo de Dios, pp. 359s).

El análisis plantea entonces:

-la situación de un nuevo paganismo ya dentro de la Iglesia

-la incongruencia de vida/fe

-el alejamiento de la Iglesia y la cada vez más baja participación en la Misa

-la incapacidad hoy de la transmisión de la fe... y si se sigue leyendo a Ratzinger, más cosas se descubrirían (sólo que a Ratzinger apenas se ha leído; solamente con su elevación al pontificado parece que todo el mundo lo conoce "de toda la vida" cuando sólo han leído "Informe sobre la fe").

Parece entonces irrisorio soñar con que antes del Concilio Vaticano II todo era maravilloso, una societas christiana, y todos los males los desencadenó el Concilio y sus reformas. Hay que ser un poco más serios en el análisis de las cosas.

8 comentarios:

  1. Si, D. Javier. Tan cierto como que también está muy de moda "opinar" que el Magisterio a partir del CVII ha "superado" montones de declaraciones magisteriales previas que "tenían sentido" en otra época histórica y que han quedado "obsoletas". Y no estoy hablando de la teología de la liberación.

    No hace falta que la gente conozca al Ratzinger de hace 50 años, basta con que abran las orejas a las continuas alusiones del Papa actual sobre la hermeneútica de la continuidad.

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  2. Por cierto, algo muy interesante al respecto, también reciente:

    http://infocatolica.com/blog/buhardilla.php/1007271205-la-ideologia-para-conciliar-y#more8908

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  3. Seneka:

    Vamos a entrar en dialéctica. Esperaba algún comentario así y partamos, querido amigo, de que no soy nada progre como Vd. bien sabe y cualquiera que me conozca mínimamente. Pero voy a entrar al trapo, aunque con cierto desorden.

    -Primero, el Papa no habla de "hermenéutica de la continuidad"; esa expresión la han querido acuñar muy ideologizada sin leer aquel discurso y por contraposición a la "hermenéutica de la discontinuidad" que citaba el Papa. Benedicto habla, ¡ojo!, de "hermenéutica de LA REFORMA en la continuidad del único sujeto-Iglesia que el Señor nos ha dado". No les gusta la hermenéutica de la reforma en la continuidad, porque implica progreso, cambio, y se sustituye por paralelismo por una expresión que el Papa no dijo ("Hermenéutica de la continuidad", como si no hubiera nada que tocar...). El discurso en ese punto me lo sé bien, Séneka, por muchas razones... Es el discurso a la Curia del 2-12-2005.

    -En ese discurso el Papa aludía a nuevas compresiones del mensaje (hablo de memoria) y citaba lo magnífico de la libertad religiosa según la Dignitatis humanae con sus preciosiones. Ah, punto álgido éste, y sin embargo tendenciosamente silenciado. Un progreso en la doctrina...

    -Sí es conveniente conocer a Ratzinger antes de ser Benedicto. Es muy ilustrativo. A mí me molesta los que presumían de ser muy de Wojtyla "de toda la vida", pero una vez que fue Papa. ¿Habían leído sus dos obras teológicas anteriores? Ahora esos mismos son muy de Ratzinger de toda la vida, pero no lo habían leído nunca (exceptuando Informe sobre la fe). Y eso es muy triste. Y permítame que pueda presumir como san Pablo frente a tanto superapóstol: llevo muchas horas de mi vida, años atrás, leyendo a Ratzinger gracias a un gran obispo que 8 años de ser Ratzinger el Papa me pidió que me leyera todas sus obras. Ahora... todos presumen sumándose a un carro extraño. (Lo mismo le podría decir de mi dedicación a otros grandes teólogos).

    -¿Escuchar a Benedicto? ¡Evidente! es el Papa. Pero creo que realmente no se le escucha ni por un lado ni por otro. Se quedan con frases como slogans descontextualizadas, y eso siempre es un peligro.

    -Se me olvidaba. Sí hay cambio y cosas superadas en la Iglesia. Por ejemplo: en Italia (no sé si en toda la Iglesia) estaba el Non expedit que impedía a los católicos la participación directa en la vida política (presentarse como candidatos); creo recordar que fue con Pío XI que el Non expedit se vio absurdo y nuevas circunstancias históricas sí reclamaban la participación de los católicos. Ergo, las cosas a veces pueden cambiar mientras no sean de depositum fidei.

    ...Y no obstante, un abrazo, Séneka.

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  4. ¡anda que estoy bien! Se me pasa resaltar lo central: no podemos soñar con que todo era perfecto en la Iglesia hasta 1962. Los datos son palpables, problemas que aparecen hoy eran de los años 40 ó 50... (no quiero citar cuáles). No todo era perfecto. Luego se agravó con el postconcilio y la crisis cultural tremenda del años 60 y 70 y entramos en esta etapa de secularización... Todo requiere un poco de perspectiva y no ser simplista en los análisis.

    Y repito el abrazo de antes, Séneka.

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  5. D. Javier, permítame decirle que detecto en sus palabras una innecesaria "prevención". Algo así como ese miedo que tienen los "tradicionalistas" a hablar de renovación en la Iglesia, pero al revés: miedo a hablar de la continuidad en el magisterio. Es evidente que los problemas actuales de la Iglesia se vienen cociendo desde hace siglos, y no es el CVII el causante de ningún mal actual. Pero es de Magisterio de lo que yo he hablado en todo momento, no de pastoral o cosa por el estilo.

    El depositum fidei está tan presente en el magisterio del CVII y posterior como en todo el anterior al propio concilio, y no hay contradicción. Por eso lo que si es una ideologización grave es pretender que el magisterio posterior deja en suspenso algunos aspectos doctrinales del anterior.

    Es evidente que yo no tengo la formación teológica que usted atesora, y sin embargo déjeme que le corrija en un punto: la expresión "hermeneutica de la continuidad" si la ha utilizado SS BXVI. La última vez, hasta dónde yo he leido, en marzo de este mismo año, y de una forma muy clara y precisa:
    "La hermenéutica de la continuidad se revela cada vez más urgente para comprender de modo adecuado los textos del concilio ecuménico Vaticano II y, análogamente, resulta necesaria una hermenéutica que podríamos definir "de la continuidad sacerdotal", la cual, partiendo de Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, y pasando por los dos mil años de la historia de grandeza y de santidad, de cultura y de piedad, que el sacerdocio ha escrito en el mundo, ha de llegar hasta nuestros días."
    (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2005/december/documents/hf_ben_xvi_spe_20051222_roman-curia_sp.html)

    Sobre el discurso de 2005: no era el cogollo del asunto hablar sobre la libertad religiosa, y por ello no veo que haya silenciamiento tendencioso (¿por parte de quien?) al respecto. Algo que a mi si me parece que está en el centro del mensaje de ese discurso es esto:
    "Quienes esperaban que con este "sí" fundamental a la edad moderna todas las tensiones desaparecerían y la "apertura al mundo" así realizada lo transformaría todo en pura armonía, habían subestimado las tensiones interiores y también las contradicciones de la misma edad moderna; habían subestimado la peligrosa fragilidad de la naturaleza humana, que en todos los períodos de la historia y en toda situación histórica es una amenaza para el camino del hombre."

    En cuanto a que al Papa no se le escucha ni de un lado ni del otro ... ¿qué quiere que le diga?. Pues que eso viene ocurriendo desde hace decenios, y en ello intervienen no pocos hermanos suyos (de SS BXVI) del episcopado.

    Otro abrazo (sin obstantes).

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  6. Perdón, el link que he puesto antes es el del discursio a la Curia en 2005. El de marzo de este año es este otro:

    http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2010/march/documents/hf_ben-xvi_spe_20100312_clero_sp.html

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  7. Al final yo también olvidaba lo más importante: la continuidad en la Tradición implica necesariamente reforma. Esa es la historia de la Iglesia desde siempre.

    La Fe no es algo muerto que se conserve como una anticualla, sino algo vivo que se transmite (tradere -> traditio), y por tanto que obliga a una continua reforma del fiel, como persona y como comunidad. Eso está claro.

    Otro abrazo ;)

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  8. Vamos a ver, no es necesario que nadie haya acuñado el término "hermenáutica de la continuidad", pues con eso simplemente se quiere decir que el Sacrosanto Concílio Ecuménico Vaticano II no es sino un Concílio más dentro de los muchos que hay dentro de la Tradición viva de la Santa Madre Iglesia, no un cambio radical en el que se dejan de creer los dogmas y verdades infalibles.

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