Es tremendamente significativo que el primer nivel de catequesis que remarca el Directorio General de Catequesis es el de adultos. Es una gran renovación para la mentalidad eclesial: la catequesis de adultos es una acción prioritaria para toda comunidad cristiana, puesto que al ser catequizados los adultos se va renovando la Iglesia, creando familias católicas como la familia de Nazaret, donde niños y jóvenes sean educados por sus padres en una certera transmisión de la fe en el santuario familiar, en la liturgia doméstica. La exhortación apostólica Catechesi tradendae de Juan Pablo II incluso, aun cuando reconoce la importancia de esta catequesis, no la ponía al principio, sino detrás de la catequesis a niños, jóvenes, minusválidos; no obstante es iluminador el mensaje de Juan Pablo II:
"[La catequesis de adultos] es la forma principal de la catequesis, porque está dirigida a las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el Mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada. La comunidad cristiana no podría hacer una catequesis permanente sin la participación directa y experimentada de los adultos, bien sean ellos destinatarios o promotores de la actividad catequética. El mundo en el que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos; la fe de éstos debería, igualmente, ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables. Así pues, para que sea eficaz, la catequesis ha de ser permanente, y sería ciertamente vana si se detuviera precisamente en el umbral de la edad madura, puesto que, si bien ciertamente de otra forma, se revela no menos necesaria para los adultos" (CT 43).
"La transmisión del mensaje de la fe a los adultos que ha de tener muy en cuenta las experiencias vividas, los condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así como sus múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe" (DGC 172).
En consecuencia cabe distinguir entre:
a) adultos creyentes, que viven con coherencia su opción de fe y desean sinceramente profundizar en ella (lo que sería una escuela permanente de fe, o catequesis continuada);
b) adultos bautizados que no recibieron una catequesis adecuada; o que no han culminado realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado de la fe, hasta el punto de que han de ser considerados "cuasicatecúmenos";
c) adultos no bautizados que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado;
d) adultos que provienen de confesiones cristianas no en plena comunión con la Iglesia católica.
Recoge el Directorio las directrices ya marcadas en la Catechesi Tradendae, de Juan Pablo II, en su interés por la catequesis de adultos en línea auténticamente evangelizadora:
"Los adultos no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe a consecuencia de un ambiente notoriamente incrédulo. Es decir, que la "catequesis" debe a menudo preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquellos que están aún en el umbral de la fe. Esta preocupación inspira parcialmente el tono, el lenguaje, y el método de la catequesis" (CT 19).
"[La catequesis de adultos] es la forma principal de la catequesis, porque está dirigida a las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el Mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada. La comunidad cristiana no podría hacer una catequesis permanente sin la participación directa y experimentada de los adultos, bien sean ellos destinatarios o promotores de la actividad catequética. El mundo en el que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos; la fe de éstos debería, igualmente, ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables. Así pues, para que sea eficaz, la catequesis ha de ser permanente, y sería ciertamente vana si se detuviera precisamente en el umbral de la edad madura, puesto que, si bien ciertamente de otra forma, se revela no menos necesaria para los adultos" (CT 43).
"La transmisión del mensaje de la fe a los adultos que ha de tener muy en cuenta las experiencias vividas, los condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así como sus múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe" (DGC 172).
En consecuencia cabe distinguir entre:
a) adultos creyentes, que viven con coherencia su opción de fe y desean sinceramente profundizar en ella (lo que sería una escuela permanente de fe, o catequesis continuada);
b) adultos bautizados que no recibieron una catequesis adecuada; o que no han culminado realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado de la fe, hasta el punto de que han de ser considerados "cuasicatecúmenos";
c) adultos no bautizados que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado;
d) adultos que provienen de confesiones cristianas no en plena comunión con la Iglesia católica.
Recoge el Directorio las directrices ya marcadas en la Catechesi Tradendae, de Juan Pablo II, en su interés por la catequesis de adultos en línea auténticamente evangelizadora:
"Los adultos no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe a consecuencia de un ambiente notoriamente incrédulo. Es decir, que la "catequesis" debe a menudo preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquellos que están aún en el umbral de la fe. Esta preocupación inspira parcialmente el tono, el lenguaje, y el método de la catequesis" (CT 19).
Con esto habríamos de llegar a un convencimiento: todas las parroquias deberían ofrecer la posibilidad de un grupo o varios de catequesis de adultos con tanta o más importancia que la que le damos a la catequesis infantil.
No estoy pensando en ningún movimiento o camino espiritual: pienso en una catequesis de adultos donde el sacerdote, en su parroquia, congrega semanal o quincenalmente a los adultos de su parroquia y siguiendo un itinerario (diocesano, tal vez, o una cierta programación) acompañe a sus hermanos en el conocimiento de la fe, de la liturgia, de la moral y de la oración.
Que importancia tiene la catequesis de adultos, sin embargo hay Sacerdotes que todavía no se enteran o no quieren enterarse.
ResponderEliminarLos Cristianos tenemos que luchar para, como dice D. Javier, en el blog de hoy las catequesis de adultos sean prioritarias para toda comunidad cristiana.
La experiencia me dice, que los mejores años vividos en la formación de la fe, mía y de mi familia, fueron durante las catequesis de adultos del creador de este blog. Fueron momentos muy intensos que echamos de menos.
Hoy, estas catequesis, han desaparecido para desgracia nuestra y de todas las personas que asistimos.
Perdonad por introducir experiencias personales, pero lo único que pretendo es hacer ver a toda la Iglesia, la importancia de estas catequesis y el poco interés que se pone en ellas, salvo excepciones como las de este blog y las de D. Javier.
Un saludo a todos y os invito a luchar por conseguir una formación seria y rigurosa para profundizar en nuestra fe.
Quiero dejar claro que las opiniones de cada comentarista son personales, y no me hago responsable de ellas. Sólo se eliminarán si contradicen la fe de la Iglesia o son irrespetuosas.
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