Luego, después que a la muerte puso fin y al hombre devolvió la vida, sube victorioso al encumbrado tribunal de su excelso Padre, llevando al cielo la gloria esclarecida de su pasión.
¡Honor a Ti, Juez de los muertos; honor a Ti, Rey de los vivos; a Ti que, por tus méritos en todas partes conocido, estás sentado a la derecha del Padre, de donde habrás de venir como justo vengador de todo crimen!
¡Que a Ti canten los ancianos y los jóvenes; a Ti el coro de los niños, la multitud de madres y de vírgenes, y las niñas cándidas, a una vez y con sus cantos puros!
¡Las cascadas y las aguas de los ríos, el estruendo de los litorales, la lluvia, el calor, la nieve, la escarcha, el bosque y el viento, la noche y el día, te glorifiquen a una por todos los siglos de los siglos!
Prudencio, Himno de todas las horas, vv. 106-115.
No hay comentarios:
Publicar un comentario