Entiendo la queja de algunas personas que buscando confesar, encuentran casi siempre los confesionarios vacíos, y que para poder celebrar el sacramento han de ir a la saristía a pedirlo expresamente.
Junto a este fenómeno hay otro que debemos tener en cuenta: las malas caras de otras personas si cuando van al despacho parroquial el sacerdote está en el confesionario, y protestan, ¡vaya si protestan! Sin embargo, muchas de las tareas de administración y archivo en un despacho las puede realizar un laico competente, pero el sacramento de la Penitencia es exclusivo de un sacerdote.
Y siempre es seguro que más bien puede hacer un sacerdote confesando que estando sentado en el despacho departiendo con quienes van al despacho, muchas veces a saludar y echar un ratito sentados.
Un sacerdote que dedique un tiempo fijo, amplio, cada día al confesionario está evangelizando: porque en cada Sacramento entrega la Gracia y la Misericordia, y ayuda personalmente en la Reconciliación a que el penitente interiorice el Evangelio, confronte su vida con Cristo y avance en el camino de la santidad.
Da igual si van o no van muchos a confesar: el sacerdote aguarda en el confesionario cada día. Aunque algunos más secularizados no califiquen esto de "pastoral" ("la pastoral es estar con la gente"), es un ejercicio indispensable del ministerio pastoral.
Benedicto XVI proponiendo a San José Cafasso en una de sus catequesis semanales subrayaba:
"San José Cafasso intentó llevar a cabo este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes, para que, a su vez, se convirtiesen en formadores de otros sacerdotes, religiosos y laicos, según una especial y eficaz cadena. Desde su cátedra de teología moral educaba a ser buenos confesores y directores espirituales, preocupados por el verdadero bien espiritual de la persona, animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, un agudo y vivo sentido del pecado. Tres eran las virtudes principales del Cafasso profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma, delicadeza y prudencia. Para él la verificación de la enseñanza transmitida estaba constituida por el ministerio de la confesión, a la cual él mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él se dirigían obispos, sacerdotes, religiosos, laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía ofrecer el tiempo necesario. De muchos, también, que llegaron a ser santos y fundadores de institutos religiosos, fue sabio consejero espiritual. Su enseñanza nunca era abstracta, basada solo en los libros que se utilizaban en ese tiempo, sino que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo conocimiento del alma humana adquirida en el largo tiempo transcurrido en el confesionario y en la dirección espiritual: la suya era una verdadera escuela de vida sacerdotal".
"Queridos hermanos y hermanas, que san Giuseppe Cafasso sea una llamada para todos a intensificar el camino hacia la perfección de la vida cristiana, la santidad; en particular, recuerde a los sacerdotes la importancia de dedicar tiempo al Sacramento de la Reconciliación y a la dirección espiritual" (Audiencia general, 30-junio-2010).
Puede parecer más "pastoral" y con más fruto el cúmulo de reuniones, de activismo, de convivencias y excursiones... pero que nadie niegue el inmenso valor pastoral de estar horas en el confesionario.
Es una labor delicada y paciente, pero que a la larga da como fruto cristianos cabales. Sería, tal vez, el termómetro de la vida sacerdotal.
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