lunes, 21 de mayo de 2012

VII semana de Pascua

Después de la Ascensión del Señor a los cielos, su triunfo, su glorificación, la séptima semana de Pascua, ya la última, va a resaltar cómo la venida del Espíritu Santo es el culmen de la Pascua, el don del Señor.

Es una semana de oración intensa y de preparación espiritual para Pentecostés. El Señor nos prometió enviar desde el Padre a otro Paráclito (¡otro Abogado!), el Defensor, el Consolador.

La Iglesia se retira a orar en el Cenáculo con la Virgen María y Pentecostés. ¿Hay que hacer algo especial, empezar una novena o un septenario? A título personal, siempre se es libre para las devociones. Pero, en cuanto tal Iglesia, todos, recibimos la impronta espiritual de esta séptima semana de Pascua mediante la liturgia y los textos.

El Oficio divino cambia la antífona del primer salmo llamado Invitatorio; hasta ahora cantabamos: "Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya"; esta semana la antífona del salmo invitatorio es "Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo. Aleluya".

También los himnos para la Liturgia de las Horas varían y son propios para esta séptima semana de la Pascua: "Ven Espíritu divino", "Oh llama de amor viva" o, en latín, el delicioso "Veni Creator". La lectura patrística del Oficio divino presenta una meditación plácida y asidua del Don del Espíritu Santo.

Cada día hay una alusión, una petición, o la respuesta misma, en las preces de Laudes y/o de Vísperas, manteniendo el tono orante de petición del Espíritu Santo.


La oración colecta de algunos de estos días suplican exactamente igual el don del Espíritu. Los prefacios para la Misa son otros; aunque se pueden usar cualquier de los cinco prefacios pascuales, en esta semana pascual se añaden los dos prefacios de la Ascensión del Señor y un prefacio, muy adecuado desde luego, para las ferias de esta semana, que canta así:

En verdad es justo y necesario
que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra,
se unan en tu alabanza,
Dios todopoderoso y eterno,
por Jesucristo, tu Hijo, Señor del universo.

Él mismo,
habiendo entrado en el santuario del cielo una vez para siempre,
intercede ahora por nosotros
como mediador que asegura la perpetua efusión del Espíritu.

Pastor y obispo de nuestras almas,
nos invita a la plegaria unánime,
a ejemplo de María y los Apóstoles,
en la espera de un nuevo Pentecostés.

Los cantos (de entrada, de comunión) en la Misa nos ayudarán a orar y pedir el Espíritu Santo con la misma intensidad con la que la Santísima Virgen lo imploraría junto a los Apóstoles. A Ella, además, seguimos encomendándonos con el canto del Regina Coeli (ya volveremos al Ángelus y volveremos a los cantos habituales marianos; ahora nos queda solamente una semana para encomendarnos a la Virgen María cantando el Regina Coeli).



16 comentarios:

  1. ¿Qué haríamos sin el Paráclito? El abogado-consolador que nos sostiene en los momentos de prueba. Tal vez no seamos conscientes de todo lo que el Espíritu hace por nosotros. La misma Esperanza es el combustible que nos mueve más allá de las circunstancias en que nos toca vivir.

    Es un pena que la Liturgia no nos mueva a sentir en nosotros todo esto, porque la desconocemos.

    Gracias por acercarnos a la Liturgia D. Javier :)Que Dios le bendiga

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    1. ¡Ay, Néstor!

      Eso es lo que se intenta con tantas catequesis: acercar al sentido teológico-espiritual de la Liturgia.

      Un gran abrazo

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  2. Estaré mas pendiente de las oraciones en la Liturgia, muchas cosas para en verdad prestar atención. Ya estaba siendo bombardeada de devociones y me ha encantado que la Liturgia me ofrezca la alabanza y el texto apropiado para el momento. Gracias Profe-Padre Javier. Un abrazo a todos y en mis oraciones presentes.

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    1. Las devociones son buenas, claro. Pero nacieron como un sustituto de la liturgia, a la que se veía como un ceremonial solemne pero no como un alimento espiritual.

      Todas las devociones deben irse encajando como preparación o prolongación de lo que se vive en la liturgia.

      Y para la mejor participar de corazón, atenta, piadosamente, lo mejor es beber de las oraciones, preces, prefacios, etc., de la liturgia, saboreados en oración.

      Un abrazo... y si no puedo escribir el día 24 de mayo, muchísimas felicidades!!!

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  3. Domingo en honor del Espíritu Santo, domingo en honor de Jesucristo Rey del universo ¿para cuándo un domingo en honor de Dios Padre?

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    1. m.e.g.: Realmente todas las fiestas y celebraciones cristianas son del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Son acontecimientos trinitarios en la historia de la salvación por amor a los hombres, y no se celebra a una Persona aislada de las otras.

      En la liturgia romana al menos el año litúrgico, glorificando al Dios trino, es actualización y presencia de lo realizado en Cristo y por Cristo.

      Pentecostés no es una fiesta devocional en honor de la Persona del Espíritu Santo, sino que está en el conjunto entero de la Pascua y es acontecimiento trinitario. Por eso, una "fiesta" sólo en honor de Dios Padre es más una devoción que un acontecimiento de salvación.

      Un saludo

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    2. Con mi comentario no hago sino hacerme eco de voces más autorizadas que la mía, como la del obispo de Grenoble monseñor Caillot: "La misión que se le confió a Madre Eugenia fue clara y desde el punto de vista doctrinal me parece legítima y oportuna. Misión exacta: Hacer conocer y honrar a Dios Padre, sobre todo instituir una fiesta especial pedida a la Iglesia en Su nombre"; o la del profesor Jean Galot quien en su obra "Padre, ¿Quién eres?" se extraña de la ausencia de esta fiesta y expone las razones por las debería instituirse en la Iglesia.

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    3. La norma de la liturgia, desde el II concilio de Cartago, es orar ad patrem per filium in spiritu. Toda liturgia es perfectamente trinitaria.

      Siempre se celebraron los misterios redentores:

      -Encarnación
      -Nacimiento
      -Circuncisión
      -Epifanía-manifestación
      -Pasión-Cruz
      -Pascua
      -Pentecostés-envío del Espíritu
      -Parusía-Venida gloriosa

      Esto es bien visible en aquellas liturgias en las que, por circunstancias históricas, su calendario permaneció casi inmutable, como ocurre con el rito hispano-mozárabe.

      Pero cuando en la liturgia entran las devociones particulares, se forjan aquellas fiestas de "ideas" que pretenden resaltar o una idea teológica (en el mejor sentido de la expresión) o un aspecto particular o las distintas advocaciones;

      como "ideas teológicas":
      -Trinidad para subrayar el dogma trinitario
      -Corpus Christi, como un doblete del Jueves Santo, para resaltar la presencia real y sustancial
      -Cristo Rey del universo, a partir de 1925, para contrarrestar las ideologías paganas...

      como particulares aspectos del Misterio:
      -Preciosísima Sangre
      -Sagrado Corazón de Jesús
      -Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

      puramente devocionales, las advocaciones:
      -santo Nombre de Jesús
      -las advocaciones marianas: Rosario, Lourdes, patronas de los diversos sitios...

      Una "fiesta de Dios Padre", insisto, es querer aumentar lo devocional sin entrar en el meollo de la naturaleza teológica de la liturgia, en que todas son de Dios Padre, de quien todo procede y a quien siempre se dirige la oración de la Iglesia.

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    4. Pues será como Vd. dice, como idea teológica, pero la cuestión sobre la fiesta en honor del Padre no queda desvirtuada con lo que Vd. dice, en todo caso reafirmada, pues si con la celebración de la Trinidad, por ej., se trata de subrayar el dogma trinitario, con la celebración en honor del Padre, se trataría de recordar su paternidad, de quien todo procede...
      Creo que las opiniones del padre Galot y también de Cantalamesa, tendrán también su fundamento teológico y litúrgico...

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    5. m.e.g. ¿me podría decir en qué sitio exactamente, el P. Cantalamessa dice que se debería instituir una fiesta en honor del Padre? Yo leí su libro sobre el Padre (Un himno de silencio), pero allí no recuerdo haber leído nada parecido. Tampoco en sus enseñanzas o en los audios que he tenido la oportunidad de escuchar.

      No tengo ni idea de liturgia, salvo lo que haya podido aprender en este blog, pero pienso que no hace falta ninguna fiesta en honor del Padre porque "todas las fiestas que celebramos los cristianos son en honor del Padre" pues, en todas las fiestas en que celebramos los misterios de su Hijo, es al Padre a quien nos dirigimos y a quien oramos diciendo:
      ... es nuestro deber y salvación
      darte gracias siempre y en todo lugar
      por Jesucristo nuestro Señor...
      que se ha encarnado, que ha nacido, que se ha manifestado a los magos, que ha sido bautizado, que ha instituido la Eucaristía, que ha sufrido su Pasión, que ha muerto y resucitado...

      Y es al Padre a quien ofrecemos diariamente lo máximo que se le puede ofrecer que es el Sacrificio del Hijo. No le podemos rendir homenaje mayor que éste, ni rendirle mayores honores que los de la santa Misa de cada día. Por eso, creo que cada día es una fiesta en honor del Padre. Todos los días, es al Padre a quien celebramos, alabamos y glorificamos por medio de su Hijo.

      Todas las oraciones de la liturgia van dirigidas al Padre, las oraciones de los fieles, etc, todas van dirigidas a El por medio de Jesucristo nuestro mediador, el único que nos permite tener libre acceso al Padre, por eso, todas terminan con esa coletilla:
      "te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor" o similar.

      ¿Y qué decir del final de la Plegaria Eucarística:
      "Por Cristo, con El y en El,
      a Tí, Dios Padre Omnipotente, todo honor y toda gloria..."
      ¿Y del Padrenuestro que viene a continuación?

      Yo creo que las devociones han nacido muchas veces por el desconocimiento de la liturgia de la mayoría de la gente que desconocía el latín y no podía comprenderla ni participar bien. No quedan tan atrás los años antes del Concilio VII en que mucha gente se pasaba la Misa rezando el rosario.

      Perdón por la extensión y si estoy en un error, espero las oportunas correcciones de don Javier.

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    6. Gracias don Javier, espero que me dé ya algún título para dejar de ser aprendiz (:-)

      Hablando en serio, espero haber podido aclarar algo a m.e.g. ampliando un poco lo que Vd había dicho.
      No siempre he entendido así las cosas y me alegré cuando las fuí comprendiendo mejor. Ahora me encanta cada vez que escucho ese trocito de la Misa que he dicho antes:

      ... es justo y necesario darte gracias
      a Tí, Dios todopoderoso y eterno
      por Cristo nuestro Señor...
      por Jesucristo tu Hijo amado...

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    7. Para Aprendiz2:
      En el siguiente enlace está la cita del P. Cantalamesa:

      http://www.armatabianca.org/esp/store/3Cantalamesp.pdf

      Pese a los argumentos expuestos, que valoro y respeto, sobre todo porque soy también lego en liturgia, diría como aquél: eppur si muove... es decir, una fiesta en honor del Padre a nadie puede molestar y si a muchos (o al menos eso creo), puede agradar.

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    8. Muchas gracias m.e.g. por el enlace en el que, efectivamente el P. Cantalamessa parece que considera necesaria una fiesta en honor del Padre. Aunque aún no he podido leer el artículo completo y aunque admiro muchísimo al P. Cantalamessa, creo que si la Iglesia aún no ha instituido esa fiesta que él desearía, puede ser por los motivos que antes he expuesto.

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  4. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, obra de amor, de perfeccionamiento y de unión. San Agustín decía que así como el alma está en el cuerpo, así está el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

    Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.

    En oración con Santa María y los apóstoles.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. La imagen del Espíritu Santo como alma de la Iglesia es lindísima, y a mí, personalmente, muy querida. Tal vez por sensibilidad, por espiritualidad, o por teología, siempre lo pneumatológico, es decir, lo que se refiere al Espíritu Santo, me ha tocado el corazón. De hecho mi primera Misa, hace 13 años, fue una Misa del Espíritu Santo, con el Veni Creator como canto de entrada, en una recoleta y deliciosa iglesia monástica.

      Oremos. Oremos todos.

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