martes, 22 de mayo de 2012

Pensamientos de San Agustín (X)

Con esta serie de catequesis espaciadas, que toman pie de frases y sentencias de San Agustín, pretendemos alcanzar tres objetivos:


  1. Acercarnos a un gran Doctor y Padre de la Iglesia, asumiendo sus claves de pensamiento, teología y espiritualidad. Los Padres de la Iglesia contienen riquezas que deben ser asumidas y transmitidas, y no deben sonarnos como personajes lejanos a nosotros, sino vivos, muy vivos.
  2. Tener materias diversas que, al ser breves, nos pueden permitir reflexionar, pensar y memorizar principios muy distintos de la vida cristiana, tanto en lo referente al dogma (la verdad cristiana) como a la moral o la espiritualidad.
  3. Aprender a orar. Él nos sugiere muchos pensamientos que son breves oraciones dirigidas a Dios; pero su estilo mismo al escribir y predicar son una ayuda para que oremos con esas frases.

Nuestras obras, las grandes y destacables así como las pequeñas, son valoradas por Dios (juzgadas, cribadas) porque Dios aprecia y respeta tanto nuestra libertad y entrega que le concede gran importancia a lo que hagamos. Dios nos toma muy en serio, aunque nosotros mismos no lo hagamos así, y obremos alocadamente, o de manera irresponsable, o inconsciente.
El hombre, obre como obre, siempre descubrirá que Dios es muy digno de alabanza en sus obras, esto es, si obra bien, lo encuentra glorioso en la concesión de los premios, y si ha pecado, aparecerá loable en la justicia del castigo, y si, confesados sus pecados, vuelve al recto camino de la vida, descubre la gloria de Dios en la misericordia del perdón (San Agustín, Catequesis a los Principiantes 18,30).
San Agustín es reconocido como maestro de la interioridad. A Dios lo busca en lo interior del alma, donde Él reside. Es verdad que el orden del mundo, la belleza de la creación, el origen de las cosas son pruebas cosmológicas y metafísicas de Dios, y son caminos accesibles para llegar a la existencia de Dios (recuérdense las cinco vías de santo Tomás). Pero para san Agustín el camino seguro es entrar en lo interior, haciendo silencio y buscando, y allí hallar la Verdad.
Y, amonestado de aquí a volver a mí mismo, entré en mi interior guiado por ti; y púdelo hacer porque tú te hiciste mi ayuda. Entré y vi con el ojo de mi alma, como quiera que él fuese, sobre el mismo ojo de mi alma, sobre mi mente, una luz inconmutable... (San Agustín, Confesiones 7,10,16).
Como el grano de trigo, que al morir da mil frutos, resucitó el Señor. ¡Claro! Si el grano de trigo no muere, queda infecundo -dijo Cristo- pero si muere da mucho fruto. Él es el grano de trigo, que muere y es enterrado en la tierra, para dar un fruto de vida que es su Cuerpo glorioso. Ese también es el método cristiano para cada uno de nosotros, método constante: callar, padecer, morir, para que algo dé verdadero fruto.
Si el grano no cae en la tierra, no se multiplicará; quedará él solo. En la pasión cayó Cristo en la tierra y a continuación fructificó en la resurrección (San Agustín, Comentario al Salmo 59,9).
Una interpretación viva y original ofrece san Agustín de la Ascensión de Cristo; aunque posee una gran fuerza mística, no es un pensamiento piadoso, sino recentrar en qué consiste la esperanza cristiana y, al mismo tiempo, la fuerza yla verdad que hallamos en el Cuerpo místico de Cristo, el Cristo total, Cabeza y miembros.
Adhiérete a Cristo, que con su encarnación y ascensión se hizo camino. ¿Quieres ascender? Agárrate al que asciende. En efecto, por tus solas fuerzas no puedes elevarte (San Agustín. Comentario al Salmo 91,7).
 Uno de los muchos nombres que definen a san Agustín, recordemos, es el de Doctor de la humildad, porque su sistema teológico y espiritual se vertebra en torno a la soberbia del Maligno y de Adán que por subir a ser como Dios bajó a lo más hondo, y la humildad que fue el camino del Verbo encarnado, que bajando subió hasta lo más alto de los cielos. Los pobres de espíritu son los verdaderos humildes que viven en la presencia de Dios y se glorían, no en sí mismos, sino en el Señor.
¿Quiénes son los pobres de espíritu? Los humildes que se estremecen ante la palabra de Dios, que confiesan sus pecados, que no presumen de sus méritos ni de su justicia. ¿Quiénes son los pobres de espíritu? Los que, al ejecutar alguna obra buena, alaban a Dios, y, al hacerla mala, se culpan a sí mismos (San Agustín, Comentario al Salmo 73,24).
 La vida moral, para san Agustín, es seguir el Bien que se ha descubierto en Dios obrando siempre de manera virtuosa hasta llegar a convertirnos en hombres virtuosos. Dicho de otra manera, no sólo hacer cosas buenas (esas las hacen muchas personas), sino ser buenos de verdad (y eso, ya sabemos que no lo viven/vivimos todos). A esto se llega eligiendo bien, amando la virtud.
Verdad es que también en esta vida la virtud no es otra cosa que amar aquello que se debe amar. Elegirlo es prudencia; no separarse de ello a pesar de las molestias es fortaleza; a pesar de los incentivos, es templanza; a pesar de la soberbia, es justicia (San Agustín, Cartas 155,4.13).
 La Eucaristía en muchos sermones agustinianos es la fuerza aglutinadora de todo el Cuerpo místico de Cristo. Comemos el Cuerpo de Cristo para convertirnos nosotros en Cuerpo de Cristo, en miembros vivos de su Cuerpo. Somos lo que recibimos: ¡Cuerpo de Cristo! No caben las interpretaciones intimistas, o privadas, o devocionales, que miran sólo a los sentimientos de fervor de la persona, sino que nos introduce en una dinámica eclesial de Comunión para ser miembros de su Cuerpo.
(La eucaristía) La fuerza que en ella se simboliza es la unidad, para que agregados a su cuerpo, hechos miembros suyos, seamos lo que recibimos. Entonces será efectivamente nuestro pan de cada día (San Agustín. Sermón 57,7).
Y siempre la Cruz del Señor, que supera cualquier filosofía o cualquier ideología o cualquier planteamiento previo, adquirido. La Cruz, escándalo para los judíos, locura para los griegos, se constituye en una verdadera sabiduría.
No tiene nada de grande gloriarse en la sabiduría de Cristo, pero sí es hacerlo en su cruz. Donde encuentra el impío motivo para insultar, allí encuentre el piadoso su gloria (San Agustín, Sermón 160,5).

2 comentarios:

  1. Maravilloso leer a San Agustín a través de estas gotitas de sabiduría. Gracias D. Javier :)

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  2. Agustín cree que la felicidad sólo es posible en el plano sobrenatural, plano al que el hombre accede partiendo de la interioridad de su alma pues, volviendo a su interioridad, se eleva hasta Dios. Y para “nuestro” santo, explicar la relación entre el alma humana y Dios es obra tanto de la fe como de la razón, medios o instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad. Fe y razón no se excluyen, se complementan. Ni creer es algo irracional, ni el conocimiento racional destruye la fe porque la fe es guía y pauta de la razón y la investigación racional dirige al hombre hacia la fe.

    Para el santo Padre, que hizo la tesis doctoral en Teología sobre la eclesiología agustiniana, del que se ha reconocido deudor y el único autor antiguo al que cita en la Carta apostólica Porta fidei que nos convoca al Año de la fe, san Agustín es un personaje actual y el mejor guía en tiempos revueltos y superficiales como los nuestros.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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