Recordé de casualidad que el papa Pío XII, hombre cultísimo donde los hubiera, dedicó discursos a las materias más variadas, incluso científicas, con competencia y nivel, escribiéndolos él mismo después de estudiar exhaustivamente el tema.
Sobre las abejas tiene un discurso pronunciado a un Congreso Nacional de apicultores y, sus palabras, nos pueden servir de glosa para entender mejor el valor y simbolismo de las abejas, que ya captó el autor del Pregón pascual, mal que le pese a san Jerónimo que veía un exceso de alegorismo y un lenguaje en la liturgia que era poético, pero no estrictamente bíblico.
¿Qué hacen y cómo son las abejas?
¿Por qué el autor de nuestro pregón pascual las ensalza y menciona con estima?
¿Por qué incluso otros pregones pascuales, de otras fuentes litúrgicas y de otras áreas, hacen alusión a las abejas laboriosas y castas, tal como ya vimos?
¿Qué tienen de especial, de particular?
El discurso del papa Pío XII ofrece una enseñanza sobre las abejas y termina, destacadamente, mencionando su presencia en el Pregón pascual:
"Vuestra presencia en tan gran número, vuestro deseo de encontraros reunidos
delante de Nos, queridos hijos, Nos procura un verdadero consuelo, por lo que
os expresamos de corazón Nuestra gratitud por vuestros homenajes y por vuestros
dones, unos y otros particularmente gratos. Más allá del valor material o
técnico, el trabajo que representan, ofrece por su naturaleza y por su
significado, un interés psicológico, moral, social, incluso también religioso,
de no poco valor. Las abejas, ¿no han sido quizás unánimemente cantadas por la
poesía tanto sacra como profana, de todos los tiempos?
Estas abejas, movidas y dirigidas por el instinto, vestigio y testimonio
visible de la sabiduría invisible del Creador, ¡qué lecciones dan a los
hombres, que son –o deberían ser- guiados por la razón, vivo reflejo del
intelecto divino!
Ejemplo de vida y de actividad social, en cada una de sus categorías tiene
su oficio que realizar, y lo cumple exactamente –se estaría casi tentado de
decir: conscientemente-, sin envidia, sin rivalidad, con orden, en el puesto
asignado a cada una, con cuidado y amor. También el observador más inexperto en
materia de apicultura admira la delicadeza y la perfección de este trabajo. Muy
diferente de la mariposa que revolotea de flor en flor por pura distracción, de
la avispa o del avispón, agresores brutales, que parecen no querer otra cosa que el mal, sin beneficio para
nadie: la abeja penetra hasta el fondo del cáliz, diligente, activa y tan
delicada que, una vez recogido su precioso botín, deja dulcemente las flores,
sin haber lesionado mínimamente siquiera el ligero tejido de su vestido, sin
haber hecho perder a uno sólo de sus pétalos su inmaculada frescura.
Después, cargada del néctar perfumado, del polen, de los propóleos, sin
rodeos caprichosos, sin retrasos indolentes, rápida como una flecha, con un
vuelo de una precisión impecable y segura, vuelve a entrar en la colmena, donde
el trabajo animoso prosigue intenso, para la elaboración de las riquezas
cuidadosamente recogidas y la producción de la cera y de la miel. Fervet opus, redolentque thymo fragrantia
mella [bullen de actividad; la fragante miel exhala vivos aromas de
tomillo] (Virgilio, Georg., 4, 169).
¡Ah! Si los hombres quisieran y supieran escuchar la lección de las abejas;
si cada uno supiese hacer con orden y con amor, en el puesto señalado por la
Providencia, su deber cotidiano; si cada uno supiera gustar, amar, valorizar,
en la colaboración íntima del hogar doméstico, los pequeños tesoros acumulados
durante su jornada de trabajo fuera de casa; si los hombres supieran sacar
provecho con delicadeza, con elegancia (hablando a la manera humana), con
caridad (hablando cristianamente), en las relaciones con sus semejantes, de
todo lo que éstos han conseguido en su espíritu de verdadero y hermoso, de todo
lo bueno y honesto que ellos llevan en el fondo de sus corazones, sin
ofenderlos, y discreta y honestamente, sin alterarse, sin celos y sin orgullo,
las riquezas adquiridas en el contacto con sus hermanos y elaborarlas luego por
su cuenta; si, en una palabra, aprendiesen a hacer mediante su inteligencia y
su entendimiento lo que las abejas hacen instintivamente, ¡cuánto mejor estaría
el mundo!
Trabajando como las abejas, con orden y con paz, los hombres aprenderán a gustar, a hacer gustar a los demás, el fruto de sus fatigas, la miel y la cera, la dulzura y la luz de esta vida mortal. En cambio, cuántas veces, por desgracia, estropean lo mejor y lo más hermoso con su aspereza, su violencia y malicia. ¡Cuántas veces no saben buscar y hallar en todo sino la imperfección y el mal, desnaturalizando hasta las intenciones más rectas; convertir en amargura hasta el bien!
Aprended, pues, a penetrar con respeto, con confianza y con caridad
discreta, pero profundamente, en la inteligencia y en el corazón de sus
.semejantes, y entonces sabrán descubrir, como las abejas, en las almas más
humildes, el perfume de nobles cualidades, de eminentes virtudes, ignoradas a
veces hasta por los mismos que las poseen. Sabrán discernir en el fondo de las
inteligencias más obtusas, de los espíritus más incultos, en el fondo mismo de
los pensamientos de sus adversarios, alguna traza, por lo menos, de sano
juicio, algún vislumbre de verdad y bondad.
En cuanto a vosotros, queridos hijos, que, inclinados sobre
vuestras colmenas, realizáis con todo cuidado las más variadas y delicadas
operaciones de la apicultura, dejad que vuestro espíritu se eleve a un místico
vuelo, para gustar la suavidad de Dios, la dulzura de su palabra y de su ley
(Ps. 18,2; 118, 103), para contemplar la luz divina, de la que es símbolo la
llama encendida del cirio, producto de la madre abeja, como cnata en su
maravillosa del Sábado Santo: Alitar enim liquantibus ceris, quas in
substantiam pretiosae huius lampadis apis mater eduxit. (Pío XII, Discurso a los participantes en
el Congreso Nacional de apicultura, 27-noviembre-1947[1]).
Ya señalamos que el mismo san Jerónimo despreciaba la mención a las abejas porque reproducía más la poesía pagana que el lenguaje de las Escrituras; ahora Pío XII presenta dos citas: la de Virgilio y la del Pregón pascual.
Pero, ¿qué decía Virgilio de las abejas? Cualquiera que haya estudiado a fondo Liturgia y haya acudido a libros o artículos sobre el Lucernario de la Vigilia pascual o sobre el pregón pascual habrá visto siempre la cita a pie de página sobre las Geórgicas de Virgilio. Leamos lo que dice, al menos como curiosidad, y reconoceremos cómo se inspiran en este texto las versiones de los distintos pregones pascuales cuando hablan de las abejas.
“Sólo
ellas tienen hijos en común, comparten viviendas de ciudad y pasan la vida bajo
leyes grandiosas. Sólo ellas conocen una patria y un lugar fijo, y, acordándose
del invierno que ha de venir, realizan su trabajo en el verano y almacenan lo
afanado para uso común. Pues unas velan por la alimentación y, según el pacto establecido,
se emplean en los campos; otras, dentro de los confines de sus casas, echan los primeros
cimientos de los panales con la lágrima del narciso y la goma viscosa del
corcho; luego van pegando la cera tenaz. Otras echan fuera las crías crecidas, esperanza
de la raza. Otras amontonan miel purísima y atiborran las celdillas con néctar
transparente. Hay algunas a las que ha caído en suerte la guardia de las
puertas, y vigilan por turno las aguas y nubes del cielo, o relevan de la carga
a las que llegan, o, formadas en pelotón, rechazan de la colmena a los
zánganos, animalillos improductivos. Bullen de actividad, y la miel huele con
la fragancia del tomillo…
A las de más edad corresponde el cuidado de la colmena,
fortalecer los panales y fabricar las celdillas con artificio digno de Dédalo,
tornan cansadas las más jóvenes, ya muy entrada la noche, cargados de tomillo
los pies; las plantas de que indistintamente se apacientan son las flores del
madroño y las de los verdes sauces, la casia, el amarillo azafrán, la untuosa
tila y el morado jacinto. Uno es para todas el descanso, uno para todas el
trabajo. A la mañana salen en tropel por la piquera y no paran ni un punto, y
cuando a la tarde el véspero las inclina a dejar las florestas y sus pastos,
vuelven a su colmena y atienden al reparo de sus cuerpos. Primero zumban y
revolotean alrededor de la piquera; luego, recogidas en sus celdillas, están
calladas toda la noche, y el necesario sueño se apodera de sus cansados
miembros. Nunca se apartan mucho de la colmena cuando llueve ni fían en la
serenidad del cielo cuando soplan los aires; antes, guarecidas por las paredes
de su reducida ciudad, van a beber por allí cerca y solo se aventuran a breves
correrías; a veces cogen chinitas, y a la manera que se lastran las barcas
batidas por las olas, se sostienen con ellas en equilibrio sobre las vanas
nieblas. Es cosa que maravilla en las abejas, que ni son dadas al amoroso
ayuntamiento, ni con él debilitan sus cuerpos, ni paren con esfuerzo; antes con
la boca ellas mismas sacan de las hojas y de las suaves hierbas sus hijuelos, y
de esta suerte, sin ajeno auxilio, se proveen de su rey y de sus diminutos
ciudadanos y reconstruyen sus celdillas y su imperio de cera. Muchas veces les
acontece en sus excursiones romperse las alas contra las duras peñas y sucumbir
de grado bajo el peso de su carga; ¡a tanto las mueve el cariño a las flores y
la gloria de producir miel! Así, aunque es breve el término de su vida (pues no
pasa de siete años), su especie es inmortal y la fortuna de la colmena
persevera muchos años, contándose en ella abuelos de abuelos…” (Georg. 4).
De este modo, el cirio pascual, con la cera pura
elaborada por la abeja, es ofrenda en honor del Señor y permite expresar el
simbolismo de lo que ocurre misteriosa pero realmente en la noche santa: la
Vida venció a la muerte, la Luz –que es Cristo- venció las tinieblas.
Terminaremos en otro momento con algunas conclusiones, no ya directamente sobre las abejas, sino sobre el conjunto de la creación (abejas incluidas) en la santísima Pascua.
[1] La única referencia es: http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/speeches/1947/documents/hf_p-xii_spe_19471127_congresso-apicultura_it.html,
ya que no se incluye este discurso en las AAS.
Me ha emocionado el papa Pío XII porque sus palabras reflejan "mi colmena" a pesar de nuestras sombras; todos a favor de obra, decía mi padre. Y más aún, refleja a la Santa Iglesia, enorme colmena que producirá mejor miel si cada uno de nosotros hacemos lo que tenemos que hacer.
ResponderEliminar¡Qué Dios les bendiga!
¿Colmena? ¿Pero cuántos sois, Dios bendito? ¿Y será vd. la abeja reina, no? ¡Besos!
EliminarLa naturaleza nos habla de Dios en cada una de sus manifestaciones. Los cabezas duras de nosotros, somos los que no nos damos cuenta de la revelación contenida en la obra creadora de Dios. PIo XII era una persona sensible a este tipo de símiles o analogías.
ResponderEliminarQue Dios le bendiga D. Javier y a todos lo lectores del blog. :)
San Jerónimo, precisamente, era una "cabeza dura", un sabio un tanto terco, tozudo de carácter.
EliminarPío XII fue un Pontífice sapientísimo, sin lugar a dudas, culto. Un amigo y yo hablábamos con frecuencia de ese aspecto del Pontífice (y a él le he dedicado la catequesis de hoy).
La naturaleza es epifánica, manifiesta la gloria de Dios, es un lenguaje de la revelación (Rm 1).
Un abrazo, Miserere. Por cierto hace tiempo que no me comenta nada de la tesis: ¿qué tal va?
Pues la tesis va... pero a costa de un fuerte esfuerzo. El trabajo se me ha complicado de manera considerable y no sólo no me deja huecos para echar a la tesis, sino que va invadiendo parcelas que no debería.
EliminarMe estoy replanteando el puesto de gestión que llevo ahora. No veo que el esfuerzo sea fructífero y me está quitando parcelas del tiempo que dedicaba al Señor, a la tesis y hasta a la familia. Hay algo que no me encaja en esto y necesito discernimiento. A lo mejor se lo comento por email a ver si me echa una mano.
Gracias por interesarse D. Javier. Le tengo en mis oraciones. Feliz Domingo :)
Despues de la catequesis de Pio XII y la cita de Virgilio que nos trae hoy don Javier, "acepto abeja como animal de compañía" (ó_ò)
ResponderEliminarYa hablando en serio, es muy cierto que los hombres tenemos mucho que aprender del trabajo que llevan a cabo las abejas, en una armoniosa colaboración, tanto en nuestra vida y nuestras familias, como en la gran familia de la Iglesia.
Muchos saludos para todos.
¡Lo conseguí!!!!
EliminarMe alegro de su capitulación de Santa Fe, amigo mío. Sí, aceptemos "abeja como animal de compañía" y reconozca contrito cuán seco fue san Jerónimo rechazando esta belleza poética del Pregón pascual.
Un fuerte abrazo!!!!!!
Don Javier, me temo muy mucho que me parezca bastante a san Jerónimo en algunas cosas y no precisamente las mejores.
EliminarUn fuerte abrazo.
El magisterio de Pío XII no deja de sorprender. Es riquísimo, inagotable, y la variedad de temas que trata y la profundidad y solvencia con que lo hace, increíbles. Parece mentira la cultura amplísima que tenía, no sólo de temas eclesiásticos. Es una pena que esté un poco olvidado y que, con frecuencia, no se aproveche como podría hacerse el caudal de sus enseñanzas.
ResponderEliminarMuchas gracias, D. Javier, por esta catequesis de hoy. ¿Me permite un pero? He echado de menos una foto del papa Pacelli.
¡¡Ay FIL!! Nunca contento ni satisfecho. Bueennoooo!! Subo foto de Pío XII.
EliminarPreciosa foto. Muchísimas gracias.
EliminarBuscando una cita biblica acerca de las abejas y la miel me he encontrado con este maravilloso escrito de PIO XII QUE ME HA ENCANTADO!! GRACIAS!!
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