domingo, 13 de mayo de 2012

Las celebraciones de la palabra (y V)

Cualquiera que conozca de verdad la liturgia, sabe que superando los aspectos meramente exteriores, incluso esteticistas, que tanto agrandan a algunos, la liturgia es por sí misma e incluye en sí misma mucha teología, mucha más sabiduría pastoral que la de los "pastoralistas modernos" y, por supuesto, honda espiritualidad.


Las visiones parciales se absolutizan fácilmente en detrimento de otras dimensiones. 

Quienes sólo ven la liturgia como un acto pastoral, la adaptarán según sus criterios y modas pastorales deseando hacerla "atractiva", un happening. Quienes sólo ven la liturgia como teología, se preocuparán exclusivamente de la materia y la forma, la correcta pronunciación de las palabras sacramentales. Quienes sólo ven la liturgia como rúbricas, terminan por valorar lo estético, lo solemne y barroco (número de velas y cirios, corte y confección de la casulla, bordados y encajes del mantel), sin preocuparse de una vivencia interior y fructuosa, ya que sólo ven un acto de suma belleza para los sentidos. Así se podría seguir en la medida en que se absolutizan visiones parciales.

Las celebraciones de la palabra de Dios que hemos ido explicando hasta ahora tienen su historia, su sentido, su utilidad pastoral y su modo concreto de celebrarlas (su ritual). Ese fue el contenido de catequesis anteriores. Pero quedarían incompletas si no añadiésemos su hondura espiritual, la dimensión espiritual inherente a toda liturgia.

En este caso, las celebraciones de la palabra de Dios tienen una impronta mariana, son un acto mariano en su esencia.


Si la Palabra puede venir a los suyos y los suyos no recibirla (cf. Jn 1, 11), los que son suyos revelarán más bien una acogida obediente, una disponibilidad cordial, una escucha activa y amorosa, que es actitud típicamente mariana.

La Virgen María es modelo para el ejercicio del culto divino. Entre otras cosas, ella es la "Virgen oyente", y así nos enseña a ser "oyentes de la Palabra" en la divina liturgia:

"María es la "Virgen oyente", que acoge con fe la palabra de Dios: fe, que para ella fue premisa y camino hacia la Maternidad divina, porque, como intuyó S. Agustín: "la bienaventurada Virgen María concibió creyendo al (Jesús) que dio a luz creyendo"; en efecto, cuando recibió del Ángel la respuesta a su duda (cf. Lc 1,34-37) "Ella, llena de fe, y concibiendo a Cristo en su mente antes que en su seno", dijo: "he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38); fe, que fue para ella causa de bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la palabra del Señor" (Lc 1, 45): fe, con la que Ella, protagonista y testigo singular de la Encarnación, volvía sobre los acontecimientos de la infancia de Cristo, confrontándolos entre sí en lo hondo de su corazón (Cf. Lc 2, 19. 51). 

Esto mismo hace la Iglesia, la cual, sobre todo en la sagrada Liturgia, escucha con fe, acoge, proclama, venera la palabra de Dios, la distribuye a los fieles como pan de vida y escudriña a su luz los signos de los tiempos, interpreta y vive los acontecimientos de la historia" (Pablo VI, Marialis cultus, 17).

El modo creyente de participar en la liturgia de la Palabra o en las celebraciones de la Palabra de Dios es un modo mariano para que sea adecuado a lo que se nos da.

La Virgen María nos enseña a recoger los sentidos, oír sin perder una palabra o frase, permitir que el corazón acoja esas palabras divinas, sentir el impulso del Espíritu cuando una Palabra la quiere pronunciar Dios en el hoy concreto de esa persona.

Lo mariano es un sello de calidad al participar en la liturgia de la Palabra y escuchar la voz de Dios en las lecturas:

"Su fe obediente plasma cada instante de su existencia según la iniciativa de Dios. Virgen a la escucha, vive en plena sintonía con la Palabra divina; conserva en su corazón los acontecimientos de su Hijo, componiéndolos como en un único mosaico (cf. Lc 2,19.51).

Es necesario ayudar a los fieles a descubrir de una manera más perfecta el vínculo entre María de Nazaret y la escucha creyente de la Palabra divina. Exhorto también a los estudiosos a que profundicen más la relación entre mariología y teología de la Palabra. De esto se beneficiarán tanto la vida espiritual como los estudios teológicos y bíblicos. Efectivamente, todo lo que la inteligencia de la fe ha tratado con relación a María se encuentra en el centro más íntimo de la verdad cristiana. En realidad, no se puede pensar en la encarnación del Verbo sin tener en cuenta la libertad de esta joven mujer, que con su consentimiento coopera de modo decisivo a la entrada del Eterno en el tiempo. Ella es la figura de la Iglesia a la escucha de la Palabra de Dios, que en ella se hace carne. María es también símbolo de la apertura a Dios y a los demás; escucha activa, que interioriza, asimila, y en la que la Palabra se convierte en forma de vida" (Benedicto XVI, Verbum Domini, 27).

De este modo, con la impronta mariana, las celebraciones de la palabra de Dios no se convertirán en relatos moralizantes o en la mera exégesis histórica de textos bíblicos, sino en un acto de fe donde Dios se revela y espera nuestra adhesión y respuesta.

8 comentarios:

  1. Lo peor sería ver la liturgia como un acto "atractivo" o como un happening. ¡Qué horror! Así, desgraciadamente, la ven muchos. Verbigracia: la Semana Santa de Sevilla.
    Gracias a Dios que Nuestra Señora nos ayuda a verla cómo realmente es.

    Muy feliz domingo.

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    1. Por eso, Capuchino, valía la pena recordar lo que es la liturgia, su naturaleza sagrada, espiritual, teologal, etc., ante sus desfiguraciones y caricaturas de extremos y sensibilidades tan distintas.

      A la vez, y de vez en cuando, me gusta recordar la impronta mariana del culto cristiano, manifestada en las disposiciones interiores y más íntimas de la Santísima Virgen ante el Misterio.

      Feliz semana!

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  2. “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”. Jesús elogia a su madre María porque ella es la mujer que escucha la palabra de Dios, la guarda en su corazón y la pone en práctica. Eso es lo que hace bendita a María, nos dice el Señor. La Virgen nos indica el camino para que nosotros hagamos lo mismo que Ella hizo.

    Virgo gloriosa et benedicta regina sacratissimi rosario fatimae, ora pro nobis Deum, filium tuum.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. La Virgen, siempre tan discreta, buscando no el protagonismo, sino estar en segundo lugar, es el gran modelo que tenemos para una vida litúrgica sincera, santa, plena.

      (¿Y la boda? ¿Todo bien, santamente cristiano? Saludos a María José y al esposo +)

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    2. Según todos los invitados, creyentes y no creyentes, una bellísima celebración con felicitaciones por doquier a Joaquín, el sacerdote amigo que celebró y al tenor, concelebrada por el párroco y con testigos de excepción: el Cristo del rescate, la Virgen de la Esperanza y ¡cómo no! san José. A esos mismos testigos encomendamos la ordenación sacerdotal en la que vd participaba como maestro de ceremonias. Los novios, su cara, su actitud, tan jóvenes, rebosaban felicidad, y los dos sacerdotes también: don Juan que cumplía ese día 78 años y Joaquín que celebraba 25 años de su ordenación sacerdotal. Las anécdotas graciosas que siempre se recordarán: la lectora que dio un traspiés, el novio que contestó rápidamente SI, SI... Si tuviéramos que definir esta boda sería con una palabra acorde a últimas entradas del blog: alegría. Uno de mis insectos ha creado otra colmena ampliando a su vez la colmena madre.

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    3. Me encanta la metáfora final. Desde los post sobre las abejas del cirio pascual, que es la primera vez que me metía a fondo en ese punto, le he cogido hasta cariño a las abejas.

      Su colmena se ha ampliado. Enhorabuena.

      Por mi parte tuve la ordenación de un sacerdote y un diácono: salvo dos detalles (suprimí el ""canto de paz"" y dije que se cantase "Agnus Dei", pero hicieron lo que quisieron), salió redonda. Yo un tanto tenso, entre otras cosas, porque era la primera vez que era el maestro de ceremonias de mi actual Obispo; lo fui de los anteriores en diversos momentos y celebraciones, y ya los conocía en el altar, pero con el actual Obispo era la primera vez. Reconozco que mi Obispo estuvo genial y fue absolutamente dócil y obediente a todo, todo, lo que yo le indicaba en el altar.

      Este domingo, para otra celebración y en otro lugar, igualmente soy su maestro de ceremonias. Esta semana tengo que dedicarla a preparar todo.

      Un gran abrazo.

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  3. Respuestas
    1. Gracias, Álvaro.

      Son una serie de catequesis (o artículos) donde creo que hemos podido recorrer qué son, con qué fines, en qué libros litúrgicos se incluyen y, la de hoy, cómo vivirlas interiormente.

      Aunque luego en la práctica ni se hagan, es necesario conocer, difundir, profundizar, en las posibilidades de nuestra liturgia católica.

      Saludos!!!

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