domingo, 20 de mayo de 2012

La Europa que nació cristiana

¿Acaso podríamos olvidarlo?

¡Europa nació cristiana! La fe cristiana configuró Europa, le dio un alma, impulsó su verdadero desarrollo a cotas que después jamás se igualaron.

Europa, cristiana, favoreció la unidad de los pueblos con un destino común, una vocación. Sólo la disgregación que provocó la modernidad, las distintas revoluciones, el nuevo paganismo, las diferentes ideologías, paralizó Europa y la llevaron a su crisis permanente, a su falta de identidad, a la negación y al relativismo.

Lo que el Papa Benedicto señalaba al Embajador de Croacia en un discurso es, en gran medida, extrapolable a todas las naciones europeas.

"Para fortalecer a las generaciones actuales, se debe explicar claramente la rica herencia de la historia de Croacia y la cultura cristiana que la ha nutrido profundamente y en la que siempre se ha apoyado su gente en la adversidad" (Benedicto XVI, Discurso al Embajador de Croacia, 11-abril-2011).

El proyecto hoy de una Europa unida en lo político y en lo económico, sólo puede tener como una base razonable la propia identidad, su cultura cristiana, su raíz nacida de la evangelización.


"Sería ilusorio querer renegar de la propia identidad para adherirse a otra que ha nacido en circunstancias muy diferentes de las que han visto el surgimiento y la construcción de Croacia. Entrando en la Unión Europea, vuestro país no será solamente receptor de un sistema económico y jurídico que tiene sus ventajas y sus límites, sino que igualmente podrá aportar una contribución propia y típicamente croata. No deberá tener miedo a reivindicar con determinación el respeto de su propia historia y de su propia identidad religiosa y cultural. Voces amargas niegan con asombrosa regularidad la realidad de las raíces religiosas europeas. Se ha hecho de buen tono ser amnésico y negar las evidencias históricas. Afirmar que Europa no tiene raíces cristianas equivale a pretender que un hombre pueda vivir sin oxígeno y sin alimento. No hay que avergonzarse y recordar y de mantener la verdad negando, si es necesario, lo que es contrario a ella. Estoy seguro de que su país sabrá defender su propia identidad con convicción y con orgullo, evitando las nuevas trampas que se presentan y que, bajo pretexto de una libertad religiosa mal entendida, son contrarias al derecho natural, a la familia, y simplemente a la moral" (ibíd.).

"Amnesia" llama el Papa a tantos proyectos que intentan deslegitimar la vocación y el ser propio de Europa; "amnesia" determinados proyectos de laboratorio en función de una nueva e imaginada "memoria histórica".
Quitado el origen de Europa, su vocación y su destino, ¿qué queda? Nada. Sólo el interés económico y la disgregación del propio hombre.

¡Qué razón tenía el grito de Juan Pablo II: "Europa, sé tú misma"!

4 comentarios:

  1. La pretensión de configurar una identidad europea sin alusión al cristianismo es insostenible. Los tres pilares sobre los que se sustenta la cultura europea son
    la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana, y la pervivencia de los dos primeros se debe a que el cristianismo decidió adoptarlos, aportando a los mismos la contemplación del misterio de un Dios que se ha hermanado con el hombre para salvarle.

    “Somos lo que somos y Europa es lo que es, porque un puñado de judíos palestinos dieron testimonio” (historiador John Morris Roberts). Añadiría yo a san Bonifacio, san Benito, san Cirilo, san Metodio, san Agustin de Canterbury… Ninguno lo tuvo fácil. Hoy día de la Ascensión y Jornada de las comunicaciones sociales: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio”. Somos portadores del mejor de los mensajes.

    ¡Qué Dios les bendiga!


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  2. ¿Que tal la celebración litúrgica de ayer? ¿Todo bien?

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    1. Estaba prevista la celebración de la Misa pontifical en la gran plaza delante de la parroquia, con un presbiterio exquisito, ensayos, ceroferarios... para más de 2000 personas, y la lluvia hizo que en menos de una hora todo, a la carrera hubiera de trasladarse al interior del templo.

      Organizar el presbiterio y demás no fue tarea fácil y la Misa no fue precisamente "ideal" desde el estricto sentido litúrgico. Hice lo que pude como maestro de ceremonias. Menos mal que los diáconos y seminaristas de Córdoba saben perfectamente ejercer el oficio litúrgico en el altar y salvaron elegantemente la situación.

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