domingo, 15 de noviembre de 2009

Horas de Sagrario lanzan a la santidad


El convencimiento absoluto y claro que hemos de alcanzar es que las horas de Sagrario nos lanzarán a la santidad. Seguiremos siendo falibles y pecadores, débiles, pero poco a poco iremos siendo transformados, porque la Presencia de Cristo y su Amor redentor nos irán tocando hasta moldearnos. La santidad la da Él. El anhelo a la santidad lo va despertando Él, suscitando el deseo, para luego colmarlo gratis y por amor.

"Todo debe converger en el Sagrario, nueva "tienda del encuentro" y lugar privilegiado para contemplar, "hasta el arrebato del corazón" (Novo Millennio Ineunte, 33), el rostro del Señor: rostro doliente de Cristo crucificado, "en el que se esconde la vida de Dios y se ofrece la salvación del mundo" (ib., 28); rostro glorioso de Cristo resucitado, en el que la Iglesia, "su Esposa, contempla su tesoro y su alegría" (ib.).

Hoy deseo repetiros a vosotros cuanto dije ya al inicio de mi pontificado: "¡Cristo es el Redentor del hombre!". Él, el mismo a lo largo de los siglos (cf. Hb 13, 8), es verdaderamente el único Salvador del hombre, porque "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12). Así pues, la vida cristiana no puede por menos de desarrollarse a partir de él. Debemos "recomenzar desde Cristo" cada día, buscando un "alto grado" de vida evangélica y poniendo por obra una "auténtica pedagogía de la santidad" (Novo millennio ineunte, 31)" (Juan Pablo II, Mensaje al Arzobispo de Benevento con ocasión del Congreso Eucarístico de la Archidiócesis, 1-junio-2002).

Éste debe ser el centro de toda pastoral; éste el camino parroquial; éste el dinamismo de todo Monasterio... porque aquí se labrarán santos, nunca en los papeles de los proyectos y programas.

5 comentarios:

  1. Tiene toda la razón. Sin oración y adoración no somos más que cristianos de apariencia. Muchas parroquias necesitan revitalizar la adoración a Cristo sacramentado .Sin que esto suponga dejar la diversidad de actividades que se realizan se debería dar cabida al olvidado culto eucarístico. Se echa en falta, créame.

    Dios le bendiga

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  2. Miserere:

    Por supuesto... ¡Es necesario el culto eucarístico! ¿Cómo podrán los catequistas transmitir la fe de la Iglesia sin orar en el Sagrario, sin adorar al Santísimo? ¿Cómo podrán los miembros de Cáritas servir a los pobres sin llenarse del amor de Cristo en la exposición del Stmo.? ¿Y visitar enfermos y ver en ellos a Cristo? ¿Cómo podrán quienes sirven a la liturgia como acólitos, lectores, cantores, sacristanes, equipos de limpieza incluso, colaborar y servir a la liturgia, sin estar juntos de rodillas ante Cristo Eucaristía?

    En las parroquias, en primer lugar, el sagrario debería estar en un sitio que permita la oración personal, sitio dignísimo y silencioso;
    exponer el Santísimo al menos una hora a la semana, o una mañana entera, o... de forma que se pueda acudir y orar;
    ofrecer mensualmente tiempos de adoración eucarística con alguna meditación o retiro.

    Juntos adorar para luego construir la Iglesia. Mientras esto no se dé, vamos mal.

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  3. Totalmente de acuerdo, P.Javier. Habla Ud. de catequistas, personal de Cáritas, acólitos, sacristanes... pero también, P.Javier, sacerdotes. En las parroquias en las que se adora es porque los primeros adoradores son los sacerdotes. Felicidades por su inclusión en Religión en libertad y suerte para el concurso.

    VCZ

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  4. VCZ:

    ¡Ciertísimo! No lo incluí en el comentario por no agotar a todos los miembros de una parroquia, pero el primer adorador de Cristo-Eucaristía ha de ser el sacerdote; el primero que haga una genuflexión con amor y detenimiento, el sacerdote; el primero en hacer una visita, en orar allí pausadamente, en estar de rodillas ante la custodia, el sacerdote. Eso hace más que muchas predicaciones.

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  5. Ah, VCZ!:

    Gracias por la felicitación. Ahí vamos en Religión en Libertad, despacito: un blog de actualidad informativa u opinión es siempre más atrayente para el lector. Mi campo está más acotado y crece despacito.

    Y lo del concurso... pues, ¡ay de mí!, creo que sólo he tenido un voto. ¡Qué le voy a hacer!

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