La santidad es una obra de la Gracia de Dios, estupenda, elegante, hermosa.
Cada santo es una obra de arte, sellada por la Belleza y la Gloria de Dios.
Identificarla con lo extraordinario podría recluirla a ser la santidad para unos pocos; asimilarla sólo a dones extraordinarios, gracias místicas, milagros y fenómenos que salen de lo común, es encerrarla y puede llevar a pensar que la santidad es para gente extraordinaria, de otra pasta, o incluso de gente rara.
Pero la santidad, ¡tan hermosa!, es vocación común a todos. Cada santo es diferente, ha vivido en circunstancias y etapas históricas distintas y ha recibido una vocación particular (vida consagrada, sacerdocio, matrimonio, trabajo, profesión).
Cada santo es un reflejo del Evangelio, revela, plasma, un aspecto del insondable Misterio de Cristo. Por eso la santidad es para todos y la vida de cada santo hay que leerla teológicamente, no solamente sus anécdotas o sus milagros.
"Día tras día la Iglesia nos ofrece la posibilidad de caminar en compañía de los santos. Hans Urs von Balthasar escribió que los santos constituyen el comentario más importante del Evangelio, su actualización en la vida diaria; por eso representan para nosotros un camino real de acceso a Jesús. El escritor francés Jean Guitton los describía como "los colores del espectro en relación con la luz", porque cada uno de ellos refleja, con tonalidades y acentos propios, la luz de la santidad de Dios. ¡Qué importante y provechoso es, por tanto, el empeño por cultivar el conocimiento y la devoción de los santos, así como la meditación diaria de la palabra de Dios y el amor filial a la Virgen!...
Su experiencia humana y espiritual muestra que la santidad no es un lujo, no es un privilegio de unos pocos, una meta imposible para un hombre normal; en realidad, es el destino común de todos los hombres llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los bautizados. La santidad se ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son iguales: de hecho, como he dicho, son el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo el que posee carismas extraordinarios. En efecto, hay muchísimos cuyo nombre sólo Dios conoce, porque en la tierra han llevado una vida aparentemente muy normal.
Precisamente estos santos "normales" son los santos que Dios quiere habitualmente. Su ejemplo testifica que sólo cuando se está en contacto con el Señor se llena uno de su paz y de su alegría y se es capaz de difundir por doquier serenidad, esperanza y optimismo. Considerando la variedad de sus carismas, Bernanos, gran escritor francés a quien siempre fascinó la idea de los santos —cita a muchos en sus novelas— destaca que "cada vida de santo es como un nuevo florecimiento de primavera"" (Benedicto XVI, 20-agosto-2008).
Que hermosa es la santidad. Que no es mas que hacer las cosas de siempre, las cosas comunes del dia a dia, con sentido de santidad. Las cosas extraordinarias, se las dejamos a Dios. Hermanos, tratemos, de hacer todo en nuestras vidas santamente con la ayuda y la gracia de Dios.
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