lunes, 26 de octubre de 2009

El Rosario: su historia es ilustrativa


Seguimos lo que explicó el cardenal Ratzinger en 2005, en un libro de entrevistas:

"El origen histórico del rosario se remonta a la Edad Media, una época en la que las oraciones normales eran los salmos. Pero por entonces muchas personas no sabían leer, lo que les impedía participar en los salmos bíblicos. Por eso se buscó un salterio para ellas, y se halló en la oración a María con los misterios de la vida de Jesucristo ensertados a modo de perlas de un collar.

Afectan al que reza de una forma meditativa, en la que la repetición tranquiliza el alma, y aferrarse a la palabra, sobre todo a la figura de María y a las imágenes de Cristo que pasan ante uno mientras tanto, sosiega y libera el alma y le concede la visión de Dios.

De hecho, el rosario nos integra en ese saber primitivo en el que la repetición forma parte de la oración, de la meditación, en el que la repetición significa una forma de adentrarse en el ritmo del sosiego. Lo que importa no es tanto seguir con esfuerzo cada palabra de manera racional, sino todo lo contrario: dejarse llevar por la calma de la repetición, por lo candencioso. Máxime teniendo en cuenta que no se trata de palabras vacías. Traen a mis ojos y a mi alma grandes imágenes y visiones, y, sobre todo, la figura de María, y a través de ella la de Jesús.

Esas personas de las que hablábamos tenían que trabajar duramente. Al rezar, no podían emprender además grandes rutas intelectuales. Al contrario, necesitaban una oración que las tranquilizase, que las distrajera, que volviera a arrancarlas de sus preocupaciones y les mostrara el consuelo redentor. Creo que esa experiencia primitiva de la historia de las religiones, la de la repetición, del ritmo, de la palabra común, del coro que me llevay se eleva y llena el espacio, que no me atormenta sino que me tranquiliza, consuela y libera; esa experiencia primitiva se ha cristianizado aquí por entero en el contexto mariano y en la aparición de la figura de Cristo al hacer rezar a las personas con enorme sencillez, enterándose al mismo tiempo del rezo, trascendiendo el ámbito intelectual al adentrarse el alma en las palabras".

(J. RATZINGER, Dios y el mundo, Galaxia-Gutenberg, Barcelona 2005, pp. 299-300).

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