El rosario es una oración con una tremenda fuerza para contemplar suavemente, para interceder con fervor y para acompañar nuestros pasos.
Se contempla suavemente cuando, tras enunciar el misterio (acontecimiento salvador de Cristo) se recitan las 10 Avemarías que acompasan nuestro pensamiento.
Se intercede con fervor ofreciendo cada misterio del rosario que se rece por intenciones concretas.
Acompaña nuestros pasos porque al ser fácil de rezar, podríamos muy bien emplear tantos tiempos muertos en nuestra vida con el rosario: por la calle, cuando tengamos que ir a algún sitio, en el autobús, en el metro, en el coche, en una sala de espera... y así, de la mano de la Virgen María, vivir en el mundo con presencia de Dios.
También es modo de oración sosegado, cuando tengamos más tiempo, para detenernos un poco más en él al recitarlo, al meditar, al leer -tal vez- el pasaje evangélico de cada misterio. Se pierde la fuerza del rosario si se hace monótonamente, sin darse cuenta ni de lo que se medita, sin pararse a contemplar; su sencillez no impide que sea una oración contemplativa al alcance de todos: "Se ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar, al mismo tiempo que el valor del elemento laudatorio y deprecatorio, la importancia de otro elemento esencial al Rosario: la contemplación. Sin ésta el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "cuando oréis no seáis charlatanes como los paganos que creen ser escuchados en virtud se su locuacidad" (Mt 6,7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza" (Pablo VI, Marialis cultus, n. 47).
Sus elementos: "Se ha puesto en más clara luz la índole evangélica del Rosario, en cuanto saca del Evangelio el enunciado de los misterios y las fórmulas principales; se inspira en el Evangelio para sugerir, partiendo del gozoso saludo del Ángel y del religioso consentimiento de la Virgen, la actitud con que debe recitarlo el fiel; y continúa proponiendo, en la sucesión armoniosa de las Ave Marías, un misterio fundamental del Evangelio —la Encarnación del Verbo— en el momento decisivo de la Anunciación hecha a María. Oración evangélica por tanto el Rosario, como hoy día, quizá más que en el pasado, gustan definirlo los pastores y los estudiosos" (Marialis Cultus, n. 44).
Es el rosario un momento de descanso espiritual por su suavidad y por el cariño entrañable a la Virgen María. Benedicto XVI, cuando aún era el cardenal Ratzinger, habló de su experiencia del Rosario en un libro de entrevistas; también nos puede servir de ayuda ver su vivencia:
"¿Pero cómo? ¿Reza usted un rosario o tres seguidos?
"No, tres me resultan demasiados; soy un espíritu muy inquieto y me distraería en exceso. Yo me limito a coger un misterio, y muchas veces dos o tres de los cinco, porque entonces puedo intercalar la oración en un intervalo de tiempo determinado en el que abandono el trabajo y deseo liberarme, tranquilizarme, despejar la cabeza. En esos momentos, rezarlo entero sería demasiado" (J. RATZINGER, Dios y el mundo, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2005, p. 300).
Se contempla suavemente cuando, tras enunciar el misterio (acontecimiento salvador de Cristo) se recitan las 10 Avemarías que acompasan nuestro pensamiento.
Se intercede con fervor ofreciendo cada misterio del rosario que se rece por intenciones concretas.
Acompaña nuestros pasos porque al ser fácil de rezar, podríamos muy bien emplear tantos tiempos muertos en nuestra vida con el rosario: por la calle, cuando tengamos que ir a algún sitio, en el autobús, en el metro, en el coche, en una sala de espera... y así, de la mano de la Virgen María, vivir en el mundo con presencia de Dios.
También es modo de oración sosegado, cuando tengamos más tiempo, para detenernos un poco más en él al recitarlo, al meditar, al leer -tal vez- el pasaje evangélico de cada misterio. Se pierde la fuerza del rosario si se hace monótonamente, sin darse cuenta ni de lo que se medita, sin pararse a contemplar; su sencillez no impide que sea una oración contemplativa al alcance de todos: "Se ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar, al mismo tiempo que el valor del elemento laudatorio y deprecatorio, la importancia de otro elemento esencial al Rosario: la contemplación. Sin ésta el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "cuando oréis no seáis charlatanes como los paganos que creen ser escuchados en virtud se su locuacidad" (Mt 6,7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza" (Pablo VI, Marialis cultus, n. 47).
Sus elementos: "Se ha puesto en más clara luz la índole evangélica del Rosario, en cuanto saca del Evangelio el enunciado de los misterios y las fórmulas principales; se inspira en el Evangelio para sugerir, partiendo del gozoso saludo del Ángel y del religioso consentimiento de la Virgen, la actitud con que debe recitarlo el fiel; y continúa proponiendo, en la sucesión armoniosa de las Ave Marías, un misterio fundamental del Evangelio —la Encarnación del Verbo— en el momento decisivo de la Anunciación hecha a María. Oración evangélica por tanto el Rosario, como hoy día, quizá más que en el pasado, gustan definirlo los pastores y los estudiosos" (Marialis Cultus, n. 44).
Es el rosario un momento de descanso espiritual por su suavidad y por el cariño entrañable a la Virgen María. Benedicto XVI, cuando aún era el cardenal Ratzinger, habló de su experiencia del Rosario en un libro de entrevistas; también nos puede servir de ayuda ver su vivencia:
"¿Pero cómo? ¿Reza usted un rosario o tres seguidos?
"No, tres me resultan demasiados; soy un espíritu muy inquieto y me distraería en exceso. Yo me limito a coger un misterio, y muchas veces dos o tres de los cinco, porque entonces puedo intercalar la oración en un intervalo de tiempo determinado en el que abandono el trabajo y deseo liberarme, tranquilizarme, despejar la cabeza. En esos momentos, rezarlo entero sería demasiado" (J. RATZINGER, Dios y el mundo, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2005, p. 300).
No me se los misterios de memoria y alguna vez cuando voy por la calle, rezo el rosario, pero sin decir exactamente el misterio que corresponde al día. ¿Valdría o no sirve para nada?
ResponderEliminar¿Valer? ¡Se trata de meditar la vida del Señor, sus misterios de salvación, y no de cumplir! Por tanto, a los ojos de Dios, le agradará su oración.
ResponderEliminarPara recordar los misterios sólo hay que seguir un poco la cronología de la vida de Cristo según el Evangelio:
(Lunes y sábados) Gozosos:
1. Anunciación
2. Visitación
3. Nacimiento.
4. Presentación en el Templo.
5. Jesús Niño en el Templo
(Jueves)Luminosos -vida pública-:
1. Bautismo
2. Bodas de Caná
3. Llamada a la conversión y predicación
4. Transfiguración
5. Institución Eucaristía
(Martes y viernes) Dolorosos:
1. Getsemaní
2. Flagelación
3. Coronación de espinas
4. Cargado con la cruz
5. Jesús crucificado
(Miérc. y domingos) Gloriosos:
1. Resurrección
2. Ascensión
3. Pentecostés
4. Asunción de la Virgen
5. Coronación de la Virgen
Es todo el ciclo de Cristo. Espero que esta presentación sintética, breve, le ayude.
No obstante... Santa libertad de los hijos de Dios y acomodar los misterios, por ejemplo, el 25 de marzo, sea el día de la semana que sea, habrá que rezar los Gozosos, o el día de Navidad, aunque sea martes o domingos, habrá que contemplar esos misterios de gozo.
¡Qué bien la aclaración!. Yo también me hacía la pregunta de la persona de arriba.
ResponderEliminarYo esta Navidad me ha dado por hacer sólo los Gozosos. Así me sentía más en Navidad y podía disfrutar más del Niño.
Un abrazo.
Paloma.