Al conocer los mecanismos de la liturgia, es decir, estas leyes internas que la conforman, se abre también una nueva perspectiva: ¿cómo vivir mejor estas realidades?
Los caminos para una liturgia renovada no transitan por la salvaje creatividad y la libertad anárquica, sino por el desarrollo ordenado y solemne: amar la liturgia, celebrarla bien.
Visto
todo lo anterior, para que la liturgia no sea algo “complicado y extraño”, la Iglesia nos señala algunos
caminos.
a) Celebrar bien, el “ars celebrandi”.
Cuando
se celebra bien, con humildad y devoción, atenta y amorosamente, siguiendo los
libros litúrgicos, sin falsas creatividades, ni añadidos, omisiones o cambios[1],
entonces la liturgia resplandece con su noble sencillez[2]
y es comprensible, entrando en ella por la vía de la celebración misma. Nada
mejor que una celebración litúrgica realizada así, dignamente, para que se
comprensible situando a todos dentro del Misterio de Cristo[3].
En
esta dirección, el Papa Benedicto XVI marca el camino de la Iglesia. El “ars
celebrandi” no puede ser descuidado, informal, improvisado, ni tampoco
monótono, cansino, rápido, siempre pensando que los demás son los que se cansan
en la liturgia y todo ha de ser breve.
El
cuidado a la hora de celebrar consigue que Cristo aparezca en el centro de todo
y el protagonista sea el Espíritu Santo, sin concesiones a los protagonismos
humanos que corrompen y adulteran la liturgia.
Así,
de esta forma, celebrar bien es la premisa indiscutible para que la liturgia no
sea ni complicada ni extraña. Ese “ars celebrandi”...
...“es el arte de celebrar rectamente, y la participación plena, activa y fructuosa de todos los fieles. Efectivamente, el primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo. El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio. El ars celebrandi proviene de la obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud” (Benedicto XVI, Exh. Sacramentum caritatis, n. 38).
Ahondando
aún más, el “ars celebradi” conlleva la fidelidad a los libros litúrgicos, con
humildad, así como el cuidado en la expresividad, los signos, el canto, las
palabras, etc.:
“al subrayar la importancia del ars celebrandi, se pone de relieve el valor de las normas litúrgicas. El ars celebrandi ha de favorecer el sentido de lo sagrado y el uso de las formas exteriores que educan para ello, como, por ejemplo, la armonía del rito, los ornamentos litúrgicos, la decoración y el lugar sagrado… Para una adecuada ars celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios, movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de comunicación que abarcan todo el ser humano. La sencillez de los gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de añadiduras inoportunas. La atención y la obediencia de la estructura propia del ritual, a la vez que manifiestan el reconocimiento del carácter de la Eucaristía como don, expresan la disposición del ministro para acoger con dócil gratitud dicho don inefable” (Id, n. 40).
También,
en el “ars celebrandi” se incluyen los siguientes elementos:
“Es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza. También hay respetar y cuidar los ornamentos, la decoración, los vasos sagrados, para que, dispuestos de modo orgánico y ordenado entre sí, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la unidad de la fe y refuercen la devoción. En el ars celebrandi desempeña un papel importante el canto litúrgico… Ciertamente, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto. A este respecto, se ha de evitar la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no respetuosos del sentido de la liturgia” (Id., nn. 41-42).
Repitamos
entonces: la liturgia ni es complicada ni es extraña si se celebra bien,
atentos a todos estos elementos del “ars celebrandi”, según la mente del Santo
Padre.
[1] “Nadie, aunque sea
sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia” (SC 22).
[2] “Los ritos deben
resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las
repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no
deben tener necesidad de muchas explicaciones” (SC 34).
[3] “La mejor catequesis sobre
la Eucaristía
es la Eucaristía
misma bien celebrada” (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 64).
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