Éstos son los principios,
entonces, tanto teológicos y espirituales como litúrgicos, que orientan cómo
organizar la adoración comunitaria en la exposición prolongada.
-En los signos externos debe expresar su relación con la
Misa (Eucharisticum Mysterium, n. 60): número de velas, exorno floral, el altar
como lugar habitual de la exposición, etc., por tanto las velas y cirios no
tienen que entorpecer ni el paso ni la visión de la custodia...
-Acomodada a la índole litúrgica de cada tiempo (cf. SC
119), por ejemplo en el canto inicial que el Ritual no determina que sea
explícitamente eucarístico sino sugiere más como canto de entrada: “congregado
el pueblo, que puede entonar algún canto, si se juzga oportuno, el ministro se
acerca al altar” (RCCE, n. 93), en las lecturas que se escojan, etc.
-El silencio es un elemento fundamental (cf.
Eucharisticum Mysterium, n. 62) para orar, interiorizar y adorar personalmente
en común, superando el verbalismo pseudo-catequético con el que se reviste la
liturgia habitualmente. Tan importante es este silencio que se le llama
“silencio sagrado” (ibíd.). No se concibe exponer el Santísimo, rezar preces,
oraciones y demás, e inmediatamente dar la Bendición sin haber dejado un amplio
espacio de silencio para orar personalmente ante Cristo Eucaristía.
-La adoración eucarística está centrada sólo en
Jesucristo y no como tiempo para practicar ejercicios piadosos en honor de la
Virgen María o de los santos. La normativa litúrgica es clara: “Durante la
exposición todo debe organizarse de manera que los fieles, atentos a la
oración, se dediquen a Cristo, el Señor” (Eucharisticum Mysterium, n. 62). El
Directorio sobre la piedad popular y la liturgia dice: “En estos momentos de
adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura
como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones
adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la
Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del año litúrgico, para que
permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente
que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras
prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los santos” (n. 165).
Por ello, exponer el Santísimo y realizar ejercicios de piedad en honor de la
Santísima Virgen o de un Santo es una contradicción en ese momento, porque toda
la atención debe centrarse en Cristo; estos laudables ejercicios de devoción
deberían situarse después de la Bendición y reserva.
-Finalmente, cuando se convoca una Hora, ésta goza de
especial flexibilidad al organizarse, pudiendo incluir distintos elementos:
“Para alimentar la oración íntima pueden admitirse lecturas de la Sagrada
Escritura con homilía o breves exhortaciones que lleven a una mayor estima del
misterio eucarístico. Conviene también que los fieles respondan cantando a la
palabra de Dios. En momentos oportunos debe guardarse un silencio sagrado. Al
fin de la exposición se dará la bendición con el Santísimo Sacramento. Si se
utiliza una lengua vulgar, en vez del himno Tantum
ergo, cantado antes de la bendición, se puede emplear otro canto
eucarístico a juicio de la competente autoridad territorial” (Eucharisticum Mysterium,
n. 62; cf. RCCE, nn. 95. 97).
Releamos las rúbricas –las normas del ritual escritas en
rojo- que describen paso a paso cómo se desarrolla esta acción litúrgica.
“Congregado
el pueblo, que puede entonar algún canto, si se juzga oportuno, el ministro se
acerca al altar. Si el Sacramento no se conserva en el altar en que se va a
tener la exposición, el ministro, cubierto con el paño de hombros, lo traslada
desde el lugar de la reserva, acompañándole algún ayudante o algunos fieles con
cirios encendidos... Expuesto el santísimo Sacramento, si se emplea la
custodia, el ministro inciensa el Sacramento” (RCCE 93).
“Al acabar la
adoración el sacerdote o diácono se acerca al altar, hace genuflexión sencilla,
y se arrodilla a continuación, y se canta un himno u otro canto eucarístico.
Mientras tanto el ministro arrodillado inciensa al santísimo Sacramento, cuando
la exposición tenga lugar con la custodia” (RCCE 97).
El sacerdote “luego
se levanta y dice”:
Oremos.
“Se hace una breve
pausa en silencio y el ministro prosigue” (RCCE 98; en apéndice hay 7 oraciones
para escoger dando así variedad):
Oh Dios, que nos diste el verdadero pan del cielo,
concédenos, te rogamos, que con el poder del alimento
espiritual, siempre vivamos en Ti y resucitemos gloriosos en el último día. Por Jesucristo nuestro Señor.
“Dicha la oración,
el sacerdote o diácono, tomando el paño de hombres, hace genuflexión, toma la
custodia o copón y hace con él en silencio la señal de la cruz sobre el pueblo”
(RCCE 99).
“Acaba la bendición,
el mismo sacerdote o diácono que dio la bendición, u otro sacerdote o diácono,
reserva el Sacramento en el sagrario y hace genuflexión, mientras el pueblo, si
se juzga oportuno, hace alguna aclamación y finalmente el ministro se retira”
(RCCE 100).
Todas
las Asociaciones cristianas, movimientos y grupos, Hermandades y cofradías,
parroquias y monasterios tienen un termómetro eficaz para comprobar su vida
interior y el fuego de su amor a Cristo: si adoran al Señor en la custodia –con
los valores espirituales que en diversas catequesis enumerábamos- y si lo hacen bien, tal
cual lo prescribe la liturgia de la Iglesia.
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