domingo, 21 de noviembre de 2021

La nube en Ex 40 (análisis - I)



ANÁLISIS DEL TEXTO: Ex 40,34-38


         Este pasaje encierra una serie de notas muy características de toda esta teología de la nube que estamos desarrollando. Esto no resta para que, completando el sentido de lo que vayamos exponiendo con referencia a este pasaje concreto, no acudamos a otros textos de P que puedan iluminar o reafirmar alguna idea.




         Ex 40,34-38, no es un apéndice, como algo que se presente apartado de todo el material anterior, sino que es presentado como el culmen y finalización; "entonces la nube..." es el enlace que el redactor pone para que captemos desde el principio el nexo de unión entre lo que se va a narrar ahora y las prescripciones litúrgicas anteriores. Esto de por sí, ya es significativo: la presencia del Señor en la nube confirma que todo el aparato ritual-cultual descrito con anterioridad en los capítulos precedentes, no son mera invención humana, sino que tiene un carácter divino: es el mismo Señor el que rubrica todo lo anterior, manifestándose.


                        "Entonces la nube cubrió...": cubrir hace alusión a la sombra que proyecta la nube sobre todo aquello que se encuentra por debajo de ella (idéntica expresión encontraremos en Lc 1,35, cuando el ángel anuncie a María la encarnación del Hijo de Dios). Recordemos que la nube por el día producía sombra -de ahí el cubrir- y por la noche se convertía en una columna de fuego, según la plástica descripción que encontramos en Ex 13,21-22; 16,10; 19,9... y también en el capítulo que estamos analizando (40,38). Nube, en hebreo, viene expresado por el término anan, y se relaciona con la sombra proyectada porque de ahí se deriva el verbo anan que significa cubrir[1]. El concepto de la nube se confunde muchas veces con el término de Gloria del Señor siendo sustituidos metafóricamente por el redactor, ya que ambos conceptos están estrechamente relacionados, desde el punto de vista de la teología de P. Así dice, de nuevo, Auzou: "en lenguaje sacerdotal tal manifestación [venida, presencia] se llama kabod. Esta palabra juntamente con la de nube la encontramos en los textos de P: Ex 16,10; 24,15-18; 40,34-38; Nm 9,15-23;... en los cuales hay que añadir los textos que mencionan el kabod, pero sobrentendiendo la nube: Nm 14,10; 16,19; Lv 9,6.23"[2].



         La nube cubre con su sombra la tienda del encuentro. ¿A qué se refiere el sacerdotal al hablar de tienda del encuentro? Este concepto aparece multitud de veces, ya que contiene el arca de la alianza en torno a la cual gira toda la prescripción litúrgica de Ex 35-40, pero también aparece en pasajes anteriores, no tanto como el "santuario" donde se encuentra la morada, cuanto como el sitio donde tiene el encuentro Moisés con Yahvé[3], hablándole "cara a cara como cuando un hombre habla con su amigo" (Ex 33,11a).


         Detengámonos a analizar este pasaje. "Esta tienda [referida a Ex 33] parece un lugar de oráculos, es decir, un lugar de reunión y no un lugar de morada como el tabernáculo. Cuando Moisés deseara una orientación divina entraría en esta tienda y aguardaría la presencia de Yahvé, indicada por el descenso de la nube sobre la tienda. Los israelitas eran testigos de estos encuentros de Moisés con Yahvé: asistían con gran temor y desde la distancia de sus propias tiendas. Esta tienda, pues, constituía un medio singular de que se valía únicamente Moisés para entrar en contacto con Yahvé"[4]. P, por el contrario, toma la tienda del encuentro desde su perspectiva litúrgico-sacerdotal para presentarla como antecedente del templo, proyectando categorías muy posteriores, puesto que es imposible que todo este código litúrgico se pudiera desarrollar en el peregrinar por el desierto sinaítico[5]. Respecto a la tienda, Von Rad desvela la teología que encierra con respecto a la nube que se posa sobre ella: "en estos pocos textos hallamos una concepción muy significativa de las relaciones de Yahvé con la tienda: no es la morada terrena de Yahvé, como se dirá más tarde del templo de Salomón, sino únicamente el punto de cita, el lugar del encuentro entre Yahvé y Moisés. Yahvé desciende del cielo 'en la nube' y ésta se posa 'junto a la puerta de la tienda'"[6].


         Queda claro, pues, que tendremos que distinguir dos tiendas, aunque a algunos parece que se confunden: una la del encuentro entre Moisés y el Señor, y otra la tienda como morada del Señor, donde se encuentra el arca, con un claro carácter sacral y cultual.


                        "Y la gloria del Señor llenó la morada". Como exponíamos antes, se llega a identificar el concepto de nube -anan- con el concepto de gloria -kabod-[7], ya que la nube, entre todas las posibles teofanías que puede contener, tiene como principal y característica, el ser manifestación de la gloria del Señor, como decíamos antes, según las claves teológicas de P[8]. ¿Qué podemos entender por la gloria del Señor?


         En una primera aproximación, a simple vista, podemos comprender que se refiere a la majestad de Dios, al Trascendente y Único (Dt 6,4-6), al que cantan los salmos (cfr. Sal 18A), que despliega su poder y su fuerza; la gloria de Dios sería entonces su majestad y poder. Pero un poder y majestad, una fuerza, que es desplegada en favor de su pueblo, a la vista de éste, con lo cual la gloria de Dios es presencia manifestadora ante Israel de que el Señor es Dios Fuerte y Santo que sale a salvar a su pueblo.

         Se puede contemplar la presencia del Señor manifestada en signos externos, como éste de la nube que estamos analizando. Ahí revela Yahvé su cercanía y presencia ante su pueblo, aunque no lo pueda ver cara a cara. En este contexto tiene sentido las peticiones sálmicas que insisten en la contemplación del rostro divino por pura gracia del Señor: "Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro" (Sal 26,8b-9) y, sabiendo que el Señor se manifiesta en su gloria, también insisten en que se "llene el templo de tu gloria" (Eclo 36,16), y piden confiados en la gloria, en el poder del Señor: "¡Ayúdanos, oh Dios salvador nuestro, por la gloria de tu nombre!" (Sal 78,9a), "¡Oh Dios, que brille tu rostro y nos salve!" (Sal 79,4).


         La nube oculta el rostro del Señor, pero visibiliza su poder y majestad, y todo el pueblo de Israel será consciente de que en la nube pueden descubrir que Dios está con ellos, que Dios se hace presente entre ellos, aunque ellos sean infieles a la alianza que hicieron con el Señor Dios en el Sinaí. Éste sería el sentido que descubrimos en este pasaje referido a la gloria del Señor que cubre, por medio de la nube, la tienda del encuentro. Se cumplen así todas las esperanzas de los patriarcas y las promesas del Señor asegurando que sería el único Dios: "Con la primera aparición solemne de la gloria de Yahvé sobre el tabernáculo (Ex 40,34s) se cumplió la antigua promesa patriarcal de que Yahvé sería el dios de Israel (Gn 17,7)"[9], promesa hecha a Abraham: "Establezco mi alianza contigo y con tus descendientes después de ti por siempre, como alianza perpetua; yo seré tu Dios y el de tus descendientes."



    [1] V. AUZOU, Georges, De la servidumbre... pág. 206.
    [2] Ibíd.
    [3] A este respecto, basta leer Ex 33,7-11; 34,34s, etc.
    [4] CBSJ, 3:93.
    [5] Respecto a la diferencia entre la tienda del encuentro de la tienda que refleja Éxodo sobre la tienda de los oráculos, V. RAD, Gerhard Von Teología..., Vol. I, p. 299.
    [6] Íd. p. 302.
    [7] Cfr. nota 14.
    [8] V. RAD, Gerhard Von, Teología..., p. 305.
    [9] Ibíd.

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