ANÁLISIS DEL TEXTO: Ex 40,34-38
Este pasaje encierra una serie de notas muy características de toda esta teología de la
nube que estamos desarrollando. Esto no resta para que, completando el sentido
de lo que vayamos exponiendo con referencia a este pasaje concreto, no acudamos
a otros textos de P que puedan iluminar o reafirmar alguna idea.
Ex 40,34-38, no es un apéndice, como algo que se presente
apartado de todo el material anterior, sino que es presentado como el culmen y
finalización; "entonces
la nube..." es el enlace que el redactor pone para que captemos
desde el principio el nexo de unión entre lo que se va a narrar ahora y las
prescripciones litúrgicas anteriores. Esto de por sí, ya es significativo: la
presencia del Señor en la nube confirma que todo el aparato ritual-cultual
descrito con anterioridad en los capítulos precedentes, no son mera invención
humana, sino que tiene un carácter divino: es el mismo Señor el que rubrica
todo lo anterior, manifestándose.
"Entonces
la nube cubrió...": cubrir hace alusión a la sombra que
proyecta la nube sobre todo aquello que se encuentra por debajo de ella
(idéntica expresión encontraremos en Lc 1,35, cuando el ángel anuncie a María
la encarnación del Hijo de Dios). Recordemos que la nube por el día producía
sombra -de ahí el cubrir- y por la noche se convertía en una columna de
fuego, según la plástica descripción que encontramos en Ex 13,21-22; 16,10;
19,9... y también en el capítulo que estamos analizando (40,38). Nube, en
hebreo, viene expresado por el término anan, y se relaciona con la
sombra proyectada porque de ahí se deriva el verbo anan que significa cubrir[1]. El concepto de la nube se
confunde muchas veces con el término de Gloria del Señor siendo sustituidos
metafóricamente por el redactor, ya que ambos conceptos están estrechamente
relacionados, desde el punto de vista de la teología de P. Así dice, de nuevo,
Auzou: "en lenguaje sacerdotal tal manifestación [venida, presencia] se
llama kabod. Esta palabra juntamente con la de nube la encontramos en
los textos de P: Ex 16,10; 24,15-18; 40,34-38; Nm 9,15-23;... en los cuales hay
que añadir los textos que mencionan el kabod, pero sobrentendiendo la nube: Nm
14,10; 16,19; Lv 9,6.23"[2].
La nube cubre con su sombra la tienda del encuentro. ¿A qué
se refiere el sacerdotal al hablar de tienda del encuentro? Este concepto
aparece multitud de veces, ya que contiene el arca de la alianza en torno a la
cual gira toda la prescripción litúrgica de Ex 35-40, pero también aparece en
pasajes anteriores, no tanto como el "santuario" donde se encuentra
la morada, cuanto como el sitio donde tiene el encuentro Moisés con Yahvé[3], hablándole "cara a cara como cuando
un hombre habla con su amigo" (Ex 33,11a).
Detengámonos a analizar este pasaje. "Esta tienda
[referida a Ex 33] parece un lugar de oráculos, es decir, un lugar de reunión y
no un lugar de morada como el tabernáculo. Cuando Moisés deseara una
orientación divina entraría en esta tienda y aguardaría la presencia de Yahvé,
indicada por el descenso de la nube sobre la tienda. Los israelitas eran
testigos de estos encuentros de Moisés con Yahvé: asistían con gran temor y
desde la distancia de sus propias tiendas. Esta tienda, pues, constituía un
medio singular de que se valía únicamente Moisés para entrar en contacto con
Yahvé"[4]. P,
por el contrario, toma la tienda del encuentro desde su perspectiva
litúrgico-sacerdotal para presentarla como antecedente del templo,
proyectando categorías muy posteriores, puesto que es imposible que todo este
código litúrgico se pudiera desarrollar en el peregrinar por el desierto
sinaítico[5]. Respecto a la tienda, Von
Rad desvela la teología que encierra con respecto a la nube que se posa sobre
ella: "en estos pocos textos hallamos una concepción muy significativa de
las relaciones de Yahvé con la tienda: no es la morada terrena de Yahvé, como
se dirá más tarde del templo de Salomón, sino únicamente el punto de cita, el
lugar del encuentro entre Yahvé y Moisés. Yahvé desciende del cielo 'en la
nube' y ésta se posa 'junto a la puerta de la tienda'"[6].
Queda claro, pues, que tendremos que distinguir dos tiendas,
aunque a algunos parece que se confunden: una la del encuentro entre Moisés y
el Señor, y otra la tienda como morada del Señor, donde se encuentra el arca,
con un claro carácter sacral y cultual.
"Y
la gloria del Señor llenó la morada". Como exponíamos
antes, se llega a identificar el concepto de nube -anan- con el concepto de
gloria -kabod-[7], ya
que la nube, entre todas las posibles teofanías que puede contener, tiene como
principal y característica, el ser manifestación de la gloria del Señor, como
decíamos antes, según las claves teológicas de P[8]. ¿Qué podemos entender por
la gloria del Señor?
En una primera aproximación, a simple vista, podemos
comprender que se refiere a la majestad de Dios, al Trascendente y Único (Dt
6,4-6), al que cantan los salmos (cfr. Sal 18A), que despliega su poder y su
fuerza; la gloria de Dios sería entonces su majestad y poder. Pero un poder y
majestad, una fuerza, que es desplegada en favor de su pueblo, a la vista de
éste, con lo cual la gloria de Dios es presencia manifestadora ante Israel de
que el Señor es Dios Fuerte y Santo que sale a salvar a su pueblo.
Se puede contemplar la presencia del Señor manifestada en
signos externos, como éste de la nube que estamos analizando. Ahí revela Yahvé
su cercanía y presencia ante su pueblo, aunque no lo pueda ver cara a cara. En
este contexto tiene sentido las peticiones sálmicas que insisten en la
contemplación del rostro divino por pura gracia del Señor: "Tu rostro buscaré Señor,
no me escondas tu rostro" (Sal 26,8b-9) y, sabiendo que el Señor se
manifiesta en su gloria, también insisten en que se "llene el templo de tu
gloria" (Eclo 36,16), y piden confiados en la gloria, en el
poder del Señor: "¡Ayúdanos,
oh Dios salvador nuestro, por la gloria de tu nombre!" (Sal
78,9a), "¡Oh Dios, que
brille tu rostro y nos salve!" (Sal
79,4).
La nube oculta el rostro del Señor, pero visibiliza su poder
y majestad, y todo el pueblo de Israel será consciente de que en la nube pueden
descubrir que Dios está con ellos, que Dios se hace presente entre ellos,
aunque ellos sean infieles a la alianza que hicieron con el Señor Dios en el
Sinaí. Éste sería el sentido que descubrimos en este pasaje referido a la
gloria del Señor que cubre, por medio de la nube, la tienda del encuentro. Se
cumplen así todas las esperanzas de los patriarcas y las promesas del Señor
asegurando que sería el único Dios: "Con la primera aparición solemne de
la gloria de Yahvé sobre el tabernáculo (Ex 40,34s) se cumplió la antigua
promesa patriarcal de que Yahvé sería el dios de Israel (Gn 17,7)"[9], promesa hecha a Abraham: "Establezco mi alianza
contigo y con tus descendientes después de ti por siempre, como alianza
perpetua; yo seré tu Dios y el de tus descendientes."
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