sábado, 15 de marzo de 2014

Ser luz de Cristo para el mundo

El cristiano es hijo de la luz, realiza las obras de la luz aborreciendo las obras de las tinieblas, porque se ha dejado iluminar por Cristo que es la Luz del mundo.

¿Cuándo? ¿Cuándo recibió esa luz? ¡En el Bautismo!, llamado por los Padres, especialmente orientales, "iluminación" (fotismós).


Cristo hace pasar de las tinieblas a la luz viendo la Verdad y saliendo de la mentira (siempre escurridiza, nunca de frente sino de espaldas, susurros, cuchicheos, a escondidas). Desde esa iluminación bautismal, el cristiano es hijo de la luz, camina a la luz del Señor. Pensemos -cercana la Pascua- cómo además del Bautismo, todo el rito del lucernario de la Vigilia pascual es una vivencia mistagógica y espiritual. Cristo ilumina la noche, rompe la oscuridad, "disipa las tinieblas del corazón y del espíritu".

Iluminados así, somos luz del mundo. Una luz participada que refleja la Luz verdadera que es Cristo, pero luz -pequeñas luminarias- para los hombres, nuestros hermanos, para nuestro mundo.


"Pues si el Espíritu posee todos los dones de la gracia, y el Espíritu está en nosotros, de ahí se deriva que estos dones deben manifestarse y perfeccionarse en nosotros. Si Cristo es nuestra única esperanza y nos es dado mediante el Espíritu, y si el Espíritu es una presencia interior, entonces nuestra única esperanza radica en un cambio interior. Como una luz colocada en una habitación envía sus rayos por todas partes, así la presencia del Espíritu Santo nos comunica vida, fuerza, santidad y amor al msmo tiempo que nos hace agradables y justos" (Newman, PPS V 10, 138).

La luz de Cristo viene a nosotros por el Espíritu Santo que, desde dentro, ilumina y disipa cualquier tiniebla. Así, iluminados desde dentro, en el santuario interior de la conciencia-corazón, reflejamos una luz que se manifiesta en palabras y en obras, en el ser y el modo de estar.

Además esta Luz nos permite conocer la Verdad, saborearla interiormente, reconocerla y abrazarla. El Espíritu Santo, Luz, nos ayude a re-cordar (volver a pasar por el corazón) las palabras de Cristo y nos conduce a su entendimiento y aceptación mediante sus dones. Es la gracia que ilumina:
"Preguntáis qué os hace falta, además de los ojos, para ver las verdades de la revelación. Os lo voy a decir. Os hace falta luz. Ni los ojos más penetrantes pueden ver en la oscuridad. Pues, aunque vuestro espíritu sea el ojo, la luz es la gracia de Dios; y podréis utilizar los ojos en este mundo sensible sin necesidad de sol tan fácilmente como podréis utilizar el espíritu en el mundo espiritual sin el don paralelo procedente del exterior. Habéis nacido privados de esa bienaventurada luz espiritual; y mientras sigáis privados de ella, no veréis, no podréis ver de verdad a Dios. No digo que no podáis tener ideas acerca de Dios... pero deducir la existencia de algo no es verlo, ni en el mundo físico ni en el espíritual" (Newman, Mix 9, 171).

Iluminados así, el cristiano ilumina todo aquello que le rodea. Se vuelve apóstol, pero no activista; se convierte en apóstol por una Luz que lo ha transformado y que él prolonga y lleva allí donde se mueve, donde está. 

"El cristiano debe sentir que la verdadera contemplación de su Salvador se hace en los asuntos terrenos: que, como Cristo está en los pobres, los perseguidos, los niños, así se manifiesta en las actividades que propone a su elegido, sean las que sean; que obedeciendo a su vocación encontrará a Cristo; que si la descuida, a causa de esto ya no podrá seguir gozando de su preencia; mientra que si la cumple, verá cómo Cristo se revela a su alma entre las acciones ordinarias de cada día, como en una especie de sacramentos" (Newman, PPS VIII 11, 165).

Luz de Cristo. ¡Demos gracias a Dios!

Pero... ¡¡vosotros sois la luz del mundo!! No escondáis vuestra luz...

10 comentarios:

  1. El cristiano es reflejo de la Luz de Cristo, rescoldos en torno a la llama central. Sin luz que ilumine la existencia-esto es, sin Cristo- la vida es insegura y angustiosa, oscura. En la tiniebla humana, Cristo grita: "Yo soy la luz del mundo."

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    1. la colmena:

      Siempre la luz da seguridad. Pienso: si somos luz del mundo, luz para los demás, reflejando la luz de Cristo, ¿aportamos seguridad a los demás para vivir? ¿Les damos seguridad? ¿Confortamos, consolamos, apoyamos, a veces con nuestra sola presencia?

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  2. Ser luz de Cristo para el mundo, no sé, no sé, a mi me da por pensar que es DIOS QUIEN nos hace, pero no es que lo seamos. Alabado sea DIOS, por esa irritante manía de hacerlo todo a través nuestro.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Reflejamos en la medida en que recibimos, y en la medida en que somos transparentes para poder recibir y reflejar.

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  3. Sigo donde finaliza la colmena pues su frase evoca la imagen que surgió en mi mente cuando leí la entrada después del rezo de Laudes: “En la tiniebla humana, Cristo grita: Yo soy la luz del mundo”. Ya saben: 'De tal palo tal astilla’.

    Él es la luz que muestra la gloria de Dios y el sentido del hombre. La locura del pecador, ser autónomo, decidir sobre el bien y el mal origina la oscuridad y en ella se pierde el camino, se anda a tientas. Desde la Encarnación, la Luz brilla en las tinieblas de la historia humana iluminando la vida del hombre pues en Cristo logra el hombre una clara mirada sobre sí mismo, una conciencia verdadera, lejos de toda ilusión, cinismo y escepticismo ya que sólo soy lo que soy ante Dios. Como la luz no deja de alumbrar ni aún cuando el hombre prefiera permanecer a oscuras, nosotros seguiremos esforzándonos por reflejar su Luz a pesar de que el mundo pretenda cegarla.

    Situarnos bajo la luz de Cristo, conocerle es todo nuestro problema, toda nuestra tarea y toda solución; conocerlo en profundidad, penetrar en su palabra y en su mirada, contemplarlas para que Él se convierta en el centro y culmen de nuestra vida. Si no lo hacemos así ¿cómo podremos llevarlo a los demás hombres en lo cotidiano? ¿Llevaremos su Luz o nuestra oscuridad?

    Nos hemos acordado de vd que hoy concelebra una bella ceremonia litúrgica rodeado de amigos en una tierra que ama; nuestro deseo, convertido en oración, de una bella celebración y un encuentro gozoso. Ya nos contará.

    Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero (de Vísperas).

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    1. Julia María:

      ¡Qué buena memoria!

      La liturgia la ha presidido mi obispo, D. Demetrio, concelebrando don Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, y mi querido Mario Iceta, Obispo de Bilbao, que en aquellos años formábamos equipo juntos en Lucena. No digo más... He podido hablar ampliamente con don Juan José al que debo muchísimo y aprecio enormemente.

      Pero... mejor copio aquí lo que he puesto en mi muro de Facebook ahora, al llegar:

      "En el día de hoy he concelebrado en la dedicación de la iglesia de san Pedro mártir y consagración de su altar en mi querida Lucena. ¡Felicidades a la Venerable archicofradía de Jesús!
      Ha sido muy grato ver a tantos y tantos que me han manifestado su cariño. Los cuatro años de ministerio en Lucena, como Vicario parroquial, capellán de las Agustinas y director espiritual del COF fueron una siembra callada, discreta, en segundo plano, y fui muy feliz en Lucena. Hoy me habéis demostrado vuestra gratitud de manera abrumadora."

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    2. ¿Buena memoria? Cosas de la amistad espiritual… y de las peculiaridades necesarias a un jurista ¿Qué haría sin una memoria atenta a los detalles? (Risas). Compartimos su alegría.

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    3. Julia María:

      Es verdad, señora letrada, que por su oficio debe estar atenta a los pequeños detalles. Pero éste de mis asistencia en Lucena era tan ínfimo que me ha sorprendido su recuerdo y su pregunta cariñosa.

      Le escribiré en privado.

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  4. D. Javier:

    Permítame unirme a su alegría y bendecir a Dios por lo que es siempre fortaleza y apoyo para los que así disfrutan de lo santo y de los humano.

    Dichosos todos los que han participado en esa FIESTA.

    Saludos y mi oración.

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    1. SIL:

      Gracias.

      Fue fiesta en muchos sentidos. Aún me dura ese sabor inefable que se tiene cuando se vive algo grande.

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