sábado, 8 de marzo de 2014

¡Convirtámonos a nuestro Dios!

La conversión es un proceso permanente, cotidiano, intensificado en diversos momentos o tiempos de gracia, como unos Ejercicios espirituales, un retiro, el tiempo de Cuaresma...


Es verdad que la conversión fundamental se produce una vez en la vida para siempre: se descubre a Cristo y todo cambia definitivamente.

Pero hay un estado de conversión, en el que hemos de vivir, donde cada día al corazón del hombre que se desvía unos grados del camino hay que ponerlo en el camino justo, detrás de Cristo, en dirección a Cristo.

"Después, el Apóstol afirma: "He predicado en público y en privado, dando solemne testimonio tanto a judíos como a griegos, para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesucristo" (v. 20-21). Aquí hay una síntesis de lo esencial: conversión a Dios, fe en Jesús. Pero fijemos por un momento la atención en la palabra "conversión", que es la palabra central o una de las palabras centrales del Nuevo Testamento.

Aquí, para conocer las dimensiones de esta palabra, es interesante estar atentos a las diversas palabras bíblicas: en hebreo, "šub" quiere decir "invertir la ruta", comenzar con una nueva dirección de vida; en griego, "metánoia", "cambio de manera de pensar"; en latín, "poenitentia", "acción mía para dejarme transformar"; en italiano, "conversione", que coincide más bien con la palabra hebrea que significa "nueva dirección de la vida". Tal vez podemos ver de manera particular el porqué de la palabra del Nuevo Testamento, la palabra griega "metánoia", "cambio de manera de pensar". 

En un primer momento el pensamiento parece típicamente griego, pero, profundizando, vemos que expresa realmente lo esencial de lo que dicen también las otras lenguas: cambio de pensamiento, o sea, cambio real de nuestra visión de la realidad. Como hemos nacido en el pecado original, para nosotros "realidad" son las cosas que podemos tocar, el dinero, mi posición; son las cosas de todos los días que vemos en el telediario: esta es la realidad. Y las cosas espirituales se encuentran "detrás" de la realidad: "Metánoia", cambio de manera de pensar, quiere decir invertir esta impresión. Lo esencial, la realidad, no son las cosas materiales, ni el dinero, ni el edificio, ni lo que puedo tener. La realidad de las realidades es Dios. Esta realidad invisible, aparentemente lejana de nosotros, es la realidad. Aprender esto, y así invertir nuestro pensamiento, juzgar verdaderamente que lo real que debe orientar todo es Dios, son las palabras, la Palabra de Dios. Este es el criterio, el criterio de todo lo que hago: Dios. Esto es realmente conversión, si mi concepto de realidad ha cambiado, si mi pensamiento ha cambiado. Y esto debe impregnar luego todos los ámbitos de mi vida: en el juicio sobre cada cosa debo tener como criterio lo que Dios dice sobre eso. 

Esto es lo esencial, no cuánto obtengo ahora, no el beneficio o el perjuicio que obtendré, sino la verdadera realidad, orientarnos hacia esta realidad. Me parece que en la Cuaresma, que es camino de conversión, debemos volver a realizar cada año esta inversión del concepto de realidad, es decir, que Dios es la realidad, Cristo es la realidad y el criterio de mi acción y de mi pensamiento; realizar esta nueva orientación de nuestra vida. Y de igual modo la palabra latina "poenitentia", que nos parece algo demasiado exterior y quizá una forma de activismo, se transforma en real: ejercitar esto quiere decir ejercitar el dominio de mí mismo, dejarme transformar, con toda mi vida, por la Palabra de Dios, por el pensamiento nuevo que viene del Señor y me muestra la verdadera realidad. De este modo, no sólo se trata de pensamiento, de intelecto, sino de la totalidad de mi ser, de mi visión de la realidad. 

Este cambio de pensamiento, que es conversión, llega a mi corazón y une intelecto y corazón, y pone fin a esta separación entre intelecto y corazón, integra mi personalidad en el corazón, que es abierto por Dios y se abre a Dios. Y así encuentro el camino, el pensamiento se convierte en fe, esto es, tener confianza en el Señor, confiar en el Señor, vivir con él y emprender su camino en un verdadero seguimiento de Cristo" (Benedicto XVI, Lectio con el clero de Roma, 10-marzo-2011).

4 comentarios:

  1. Mi querido Papa Benedicto, lenguaje sencillo y, a la vez, preciso, integral.

    Jesús comenzó su vida pública con las mismas palabras proféticas del precursor, de Juan Bautista: convertíos; esto, muchas veces, se olvida. Como decía un sacerdote hace unos días en su blog: Del lenguaje merengue ¡Líbranos Señor! (Como ya habrán advertido, me suelen gustar los blogs de los sacerdotes, de algunos sacerdotes).

    La experiencia te muestra que a medida que vas caminando en el camino que es Cristo vas percibiendo con más nitidez lo que debes abandonar, lo que debes cambiar en tu propia vida; aquello en lo que no habías reparado o aquello que te parecía una nimiedad se te presenta en su cruda realidad: es malo, es el mal ¿cómo no me he dado cuenta hasta ahora? Camino de conversión hasta el último momento, hasta el momento de encontrarnos cara a cara con el Señor.

    Los hombros traigo cargados de graves culpas mi Dios; dadme esas lágrimas, vos y tomad estos pecados (Laudes) ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. ¡Conviérteme, sí, Dios mío! Aunque creía haber entregado toda mi libertad, no es así.
    ¿Hasta cuándo tendrás paciencia?

    Dios, rico en misericordia, sigue esperando, gracias a Dios.
    Heme aquí, con todos los hombres.

    En unión de oraciones y de corazón.

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    1. Me parece una perfecta oración: "Heme aquí con todos los hombres".

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  3. Tengo para mi que la conversión es la construcción de una relación amorosa, en la que el conocimiento entre criatura y CREADOR va a más. Intensificar esa relación te cambia, te transforma y te convierte. Pasamos del contigo pan y cebolla, al solo contigo y lo demás sobra. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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