lunes, 5 de marzo de 2012

Creo en Jesucristo (II)

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.

La fe es iluminada por la predicación, para que conociendo los misterios de nuestra salvación, nos adhiramos a Cristo y podamos renovar la gracia del bautismo en la santa Vigilia pascual.


Pongámonos al lado de los catecúmenos de la santa Iglesia y escuchemos la catequesis:

"n. 3. ¿Qué viene a continuación? Y en Jesucristo. Creo, dices, en Dios Padre todopoderoso, y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro. Si es hijo único, es igual al Padre; si es hijo único, tiene, por tanto, la misma sustancia que su Padre; si es hijo único, es coeterno con el Padre. Todo ello en sí, junto a sí y junto al Padre.

¿Qué hizo por nosotros? ¿Qué tiene que ver con nosotros? Que nació del Espíritu Santo y de la virgen María. Considera por qué medio, quién y a quiénes vino: vino por la virgen María, sobre la que actuó no un marido humano, sino el Espíritu Santo, quien fecundó a la casta y la dejó intacta. Así se revistió de carne Cristo el Señor, así se hizo hombre quien hizo al hombre: asumiendo lo que no era sin perder lo que era. Pues la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. No se convirtió en carne la Palabra, sino que, permaneciendo como Palabra, recibió la carne, pero permaneció siendo invisible; se hizo visible cuando quiso y habitó entre nosotros. ¿Qué significa entre nosotros? Entre los hombres, haciéndose numéricamente uno de ellos: uno y único, el único respecto al Padre. Y respecto a nosotros, ¿qué? Respecto a nosotros, único salvador, pues nadie, fuera de él, es nuestro salvador; y nuestro único redentor, pues nadie, fuera de él, es nuestro redentor; no a precio de oro o plata, sino a costa de su sangre.

n. 4. Veamos, pues, los contratos mediante los que fuimos comprados. Después de haber dicho en el símbolo: Nació del Espíritu Santo y de la virgen María, ¿qué sufrió por nosotros? Prosigue: Fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato y fue sepultado. ¿Qué decimos? ¿Que fue crucificado el Hijo único de Dios, nuestro Señor? ¿Que fue sepultado nuestro Señor, el Hijo único de Dios? 

Fue crucificado el hombre: Dios no cambió ni murió, y, sin embargo, en cuanto hombre sufrió la muerte: Si le hubiesen reconocido, dice el Apóstol, nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria. Al mismo tiempo que afirma que es Señor de la gloria, confiesa que fue crucificado. En efecto, si alguien, aun sin tocarte personalmente, rasga tu túnica, te hace una injuria, no sólo levantas tu voz en favor de ese vestido, diciendo: "Rasgaste mi túnica", sino: "Me has hecho un rasgón, me desgarraste, me hiciste jirones". Estas cosas dices habiendo quedado ileso, y dices la verdad, aunque nada arrancó de tu carne quien te dañó.

Dígase lo mismo de la crucifixión de Cristo el Señor. Es el Señor, es el Hijo único del Padre, es nuestro salvador, es el Señor de la gloria; no obstante, fue crucificado, pero en la carne; y fue sepultado, pero sólo en la carne. Pues aquello en que fue sepultado, al momento de serlo, carecía incluso del alma; en el sepulcro yacía solamente la carne. Y, no obstante, confiesas a Jesucristo su Hijo único y Señor nuestro, que nació del Espíritu Santo y de María la virgen. ¿Quién? Jesucristo, el Hijo único de Dios y Señor nuestro. "Pero yace solamente en la carne, y ¿dices tú: Nuestro Señor?" Lo digo, claro que lo digo, porque veo el vestido, y adoro al sujeto vestido. Aquella carne fue su vestido, pues, existiendo en la forma de Dios, no consideró una rapiña el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo -sin perder la forma divina-, y, hecho a semejanza de los hombres, fue hallado en su porte como un hombre.

n. 5. No despreciemos la carne una vez separada del resto. Cuando yació, entonces nos compró. ¿Cómo nos compró? Porque no siempre yació, pues resucitó de entre los muertos al tercer día. Así continúa el símbolo.

Después de haber confesado su pasión, proclamamos su resurrección. 
¿Qué hizo en la pasión? Nos enseñó lo que debemos tolerar. 
¿Qué hizo en la resurrección? Nos mostró lo que debemos esperar. 

En la primera está la fatiga; en la segunda, la recompensa; la fatiga, en la pasión; la recompensa, en la resurrección. Pero del hecho de que resucitó de entre los muertos no se sigue que haya permanecido aquí. 

¿Cómo continúa? Subió al cielo. ¿Y dónde está ahora? Sentado a la derecha del Padre. Comprende lo que se quiere indicar con el término derecha, para no buscar allí una izquierda. Se llama derecha de Dios a la felicidad eterna; se llama derecha de Dios a su inefable, inestimable e incomprensible bienaventuranza y abundancia. Tal es la derecha de Dios; allí está sentado.

¿Qué significa "allí está sentado"? Allí habita. Se llama asiento al lugar donde uno habita. Así, pues, cuando lo vio San Esteban, no mentía quien decía: Está sentado a la derecha del Padre. ¿Cómo dice San Esteban que lo vio? He aquí que veo el cielo abierto, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios. ¿Mentía, acaso, quien decía entonces: está sentado a la derecha del Padre, por el hecho de que él lo vio de pie? Está sentado; con esto se dice, por tanto, que permanece, que habita. ¿Cómo? Como tú. ¿En qué forma? ¿Quién lo dirá? Digamos lo que nos enseñó, digamos lo que sabemos".

(S. Agustín, Serm. 213, 3-5).


6 comentarios:

  1. Cuando un profesa el Credo, debería saber qué está profesando y aceptado en público. Por desgracia, lo normal es recitarlo sin detenernos a pensar qué decimos.

    Estupendas catequesis de San Agustín. Gracias D. Javier :)

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    1. Para mí, y para la interpretación espiritual de la liturgia, rezar el Credo es decirle al Señor: "Te quiero; te amo porque te has mostrado a mí. Sé cómo eres, sé quien eres. Señor, te quiero. Me fío de Ti. Te acepto, único Dios".

      Por eso he programado durante varios años catequesis sobre el Credo en la Cuaresma a partir de los comentarios patrísticos.

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  2. Ya el pueblo hebreo se sabía hijo de Dios como pueblo elegido, con referencias concretas como la promesa de Dios a David (él será para mí un hijo) pero no es esta la confesión de Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque éste le responde con solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos". El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con Dios su Padre: el es el Hijo único del Padre y Él mismo es Dios, confiesa san Juan. Como nos narra san Mateo, Jesús se designó como el "Hijo" que conoce al Padre, que es distinto de los "siervos" que Dios envió antes a su pueblo, superior a los propios ángeles. Distinguió su filiación de la de sus discípulos, ordenándoles "vosotros, pues, orad así: Padre Nuestro" y subrayó esta distinción: "Mi Padre y vuestro Padre". Dos momentos solemnes en los que el Padre manifiesta la filiación divina como identidad de Jesús: el bautismo y la transfiguración de Cristo. Después de su Resurrección, su filiación divina se mostrará en el poder de su humanidad glorificada.

    San Agustín recurrió a la imagen antropológica del misterio de la Encarnación ya que la unión entre alma inmortal y el cuerpo mortal en el ser humano ayuda a comprender la unidad entre la naturaleza divina del Verbo y su humanidad mortal. Choca a la mentalidad moderna la forma en la que se expresan los santos Padres de la Iglesia; su lectura se ha de situar en su contexto: quienes eran sus oyentes y las herejías de su época.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Nada que añadir al desarrollo dogmático que nos ofrece.

      Tiene razón al recordarme (recordarnos) que a los Padres hay que leerlos y explicarlos en su contexto, como cierto es que cada Padre tiene su lenguaje, centra su atención en puntos distintos a otro Padre, lo explican de manera distinta, etc. Aquí, sencillamente, procuramos acercarnos a ellos, asumir y recibir su palabra como discípulos... y abrir el apetito para que leamos más a los Padres de la Iglesia y menos los autores contemporáneos que se ponen de moda en los anaqueles de las librerías religiosas.

      Un saludo cordialísimo

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  3. Buenas tardes don Javier. Me parece interesantísimo puntualizar bien que fue el hombre el que murió y lo de la carne y especialmente que resucitó esa carne que nos define no como ángeles sino como hombres y que en cuerpo y alma veremos DM a Dios tal cual es con las tres luces de la creación, la inteligencia y la contemplación.Un abrazo.

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    1. Sí, muere el hombre, su humanidad, su carne; vive su alma humana. A la divinidad no le afecta, excepto lo que significaría esa muerte de la carne al Corazón humano-divino del Redentor.

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