domingo, 25 de marzo de 2012

Ante el Triduo pascual

Cercano e inminente el Triduo pascual, dispongamos el corazón para sumirnos en ese gran Misterio que la liturgia visibiliza, actualiza, hace presente, con las convenientes actitudes interiores de amor, adoración, contemplación y escucha.


La mayor solemnidad del año litúrgico es el Triduo pascual; el momento decisivo de nuestra salvación y redención se opera en el Triduo pascual de Cristo, el Señor, y la participación plena, consciente, activa, fructuosa e interior, requiere una disposición de ánimo fiel, adorante y contemplativa.

La revelación del amor de Dios en acto se percibe con facilidad con la liturgia del Triduo pascual. Sumerjámonos en sus textos, en sus plegarias y en sus ritos, ofreciendo el corazón abierto al mayor amor de nuestro Redentor.

"Queridos hijos e hijas:

Os saludamos a todos y a todos os consideramos participantes con nosotros en la celebración de los sagrados ritos, que dan a estos días el nombre de “Semana Santa”. Es una celebración que estimamos muy importante. Renueva no sólo el recuerdo de la muerte y resurrección del Señor, sino también la eficacia de la obra redentora de Cristo. Actualiza en sus términos más genuinos el misterio pascual; lo refleja en sus ritos, lo reproduce con su divina virtud, lo hace accesible a los fieles que quieren vivir de los ejemplos y de la gracia de Cristo; marca en el curso de los tiempos el momento más sereno de la presencia de Cristo entre nosotros, y, a lo largo del año, el momento central al que tiende y del que parte toda la actividad litúrgica de la Iglesia. Considera a Cristo muerto y resucitado; pero también se refiere a cada uno de nosotros, porque cada uno debemos morir y resucitar con Cristo. Por nosotros, Cristo realizó el drama de la Redención; con nosotros lo quiere revivir. No dejemos pasar la Pascua sin entrar en el cuadro de sus realidades y exigencias.

Sabemos muy bien que muchos de vosotros os encontráis en Roma estos días como visitantes, como turistas llegados a la Ciudad Eterna para admirar sus reliquias y monumentos, para hacer una excursión primaveral y disfrutar un poco el cielo despejado y un sol templado; pero deseamos creer que ninguno de vosotros dejará de dedicar a la Semana Santa un pensamiento y, en lo posible, asistir a las grandes ceremonias religiosas de las iglesias romanas. De igual forma que vosotros, viajeros, camináis con la guía en la mano para ver y valorarlo todo, nosotros quisiéramos indicaros, muy sencilla y sumariamente, algunos aspectos de esas ceremonias, a las que os invitamos a participar, para que os resulte su comprensión más rápida y su asistencia fructuosa.


Evocar la Pasión y el sacrificio del Señor

Al primer aspecto lo podríamos llamar histórico; es decir, el carácter de conmemoración que tienen estas ceremonias. Se refieren a los últimos días de la vida temporal de Cristo, como todos sabéis. Pero la evocación que hace la Iglesia de ellos merece que nuestra memoria se encuentre despierta, precisa, comprometida. No en vano la narración de la Pasión se repite durante la semana cuatro veces, tantas cuantos son los evangelistas; los últimos tres días están caracterizados por un hecho principal que los domina: el Jueves Santo por la Cena pascual, la Cena eucarística; el Viernes Santo por el proceso, la crucifixión y la muerte del Señor; el Sábado Santo por la memoria de su sepultura, para desembocar en la noche de la Resurrección pascual. Sólo el cuadro de estos acontecimientos ya es convincente; no es difícil proponerlo a nuestra primera contemplación, aunque sólo sea descriptiva.

La revelación más profunda y exacta del Hijo de Dios

La segunda parte de la contemplación se refiere a las personas del drama; cada una es típica y representativa; la acción en que se mueve cada personaje de la Pasión y de los acontecimientos pascuales resalta de forma impresionante; la humanidad aparece con sus facetas más interesantes, destacando en esos rasgos la psicología eterna del hombre, quizá sin la majestad ni sutileza, con frecuencia artificiosa, de las escenas célebres del teatro clásico y del virtuosismo de las representaciones cinematográficas modernas, pero con tan incomparable sinceridad y naturaleza, que se siente uno tentado de repetir: ¡he ahí al Hombre! Esta exclamación la repitió Pilatos refiriéndose a Jesús: ¡He ahí al Hombre! ¡Y si detenemos en Él nuestra consideración, qué estupor, qué fascinación, qué tristeza, qué amor invade a los espíritus piadosos y fieles! La Pasión de Cristo es su más profunda y exacta revelación. Lo comprobamos, por ejemplo, en las palabras de Pedro, que rechaza la humildad de Cristo postrado ante Él para lavarle los pies. “¿Tú a mí?” (Jn 13,6). ¡Que tu! Asimismo, terminada la tragedia, en la voz del centurión que confiesa: “Verdaderamente, éste era el hijo de Dios” (Mt 27,54). Pero, sobre todo, el doble testimonio de Cristo mismo, que afirma ser Él el Cristo Hijo de Dios (Mt 26,64) durante el proceso religioso; y que Él es el Rey de la historia mesiánica, durante el proceso civil (Jn 18,37), y que, por estos testimonios, será crucificado. Los fieles, los santos intentan la exploración en el fondo de la psicología de Cristo y salen ebrios de maravilla y de amor.

La contemplación se hace más amplia, más profunda, cósmica y teológica cuando busca las razones del drama divino; las lecturas, especialmente de la vigilia del Sábado Santo, nos introducen en ese misterioso pabellón, donde el pecado humano, la justicia y la misericordia divina se dan cita, donde la muerte y la vida “pugnan en duelo tremendo” (Secuencia pascual) y donde la victoria de Cristo resucitado se presenta como fuente de nuestra salvación y programa de vida cristiana.

La luminosa guía de la liturgia

Aún debemos dar un paso más en nuestra contemplación, la experiencia emotiva, dramática y amorosa de esta historia, de esta celebración. Encontraremos, por ejemplo, en los magníficos responsorios de los oficios de maitines de los tres grandes días que preceden a la Pascua las lamentaciones más tristes y profundas, más fuertes y más tiernas, más violentas y más dulces que el alma de la Iglesia haya sabido expresar al revivir el recuerdo del misterio pascual. Es decir, no sólo está permitida la sinfonía de los sentimientos durante esta gran celebración, sino que está invitada a sumar a la visión del drama pascual sus notas más destacadas y conmovedoras, en donde la liturgia de la Semana Santa consigue acordes de suprema belleza.

Muchas cosas se podrían decir, es evidente. Pero baste ahora saber que el gran corazón de la Iglesia, y con él el humilde corazón del Papa, vibra con viva conciencia e impetuosa emoción en la celebración del misterio pascual e invita a vuestros corazones a palpitar con ellos” (Pablo VI, Audiencia general, 10-abril-1968).

N.B.

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Saludos en el Señor.

5 comentarios:

  1. La vida de Cristo es una Pascua: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). La Pascua implica un proceso de transformación, liberación de toda servidumbre y opresión, el redescubrimiento (siempre dominical y especialmente anual) de la identidad cristiana, del ser y misión de la Iglesia en el mundo.
    He leído en una página web que el «memorial» pascual es memoria subversiva pero no en el sentido “progre” de la palabra ya que Cristo subvierte nuestros falsos valores creando un corazón y un pueblo nuevos en la esperanza de la vida plena, del amor total y de la verdad completa porque Cristo triunfó sobre los «infiernos» de la naturaleza humana, sobre el pecado como muerte y sobre los ídolos de este mundo.
    Hoy he seguido al Papa en Guanajuato, lugar muy querido por mí. América Latina impone una reflexión a la Iglesia europea, deja al descubierto sus defectos, dice hoy el Vatican Insider. Junto a los hermanos mejicanos: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!

    ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. ¡Viva Cristo Rey!

      Me uno a su grito.

      La Pascua del Señor es revolucionaria; la estructura de pecado y el dominio del Príncipe de las tinieblas, el mentiroso, quedan revolcadas por el dominio de Cristo hasta que todo le sea sometido y la muerte puesta como estrada de sus pies.

      Cuídese. Infórmenos de la mejoría. Un beso para vd. y para su familia (mis insectos filiales incluidos).

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  2. Por cierto, amigos, os pedí que pusiéseis vuestras reacciones, pinchando en el recuadro de abajo "Bueno", "largo", "mejorable", etc. ¡Sólo habido cuatro votos cuando en la estadística de ademails ha habido hoy más de 515 visitas!

    Votad por favor.

    ¡Ah! y ya sé que es largo, siempre es largo. Pero así se permite volver una y otra vez a textos que quiero que sean de referencia.

    Alguna vez aprenderé a ser breve cuando escriba catequesis.

    Un saludo a todos!

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  3. Buenas tardes don Javier. nada de largo lo que es es bueno. Votaremos.

    Animo también a todos los amigos lectores del blog que formamos la Comunidad a que apretemos el g+1 recomendando el sitio.
    Un abrazo.

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    1. NIP, ya ve, ¡¡siguen los amigos sin votar!! Si hago caso a los votos, han leído la catequesis unas 9 personas. Imposible.

      Por favor, votad. Es un modo de saber cuántos estamos aquí y qué nos parece la catequesis, aunque no se escriba ningún comentario.

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