sábado, 20 de noviembre de 2010

Consecuencias eucarísticas (De Lubac)

Una sana teología evita luego el cometer acciones que atenten contra la santidad de las cosas; una buena teología evita la banalización o una mirada excesivamente humana a las cosas que termina por secularizar (incluso con muy buena intención).

De Lubac, extrayendo las consecuencias de la relación Eucaristía-Iglesia, advertía:

“En las tentativas que se han hecho en nuestros días, de lo que debemos alegrarnos, para conseguir una celebración litúrgica más “comunitaria” y más viviente, nada sería más perjudicial que el dejarse obsesionar por los éxitos de ciertas fiestas profanas, éxitos que han sido obtenidos gracias a los recursos combinados de la técnica y de la exaltación de los intereses de la carne y de la sangre. ¿Cómo realiza Jesucristo la unidad entre nosotros? No por nada que se parezca a un frenesí colectivo, ni mucho menos por una especie de magia oculta. Los fieles que se reúnen para celebrar el memorial del Señor no son una reunión de iniciados, que han venido a compartir un secreto que les colocaría fuera del vulgo. No es tampoco una masa de la que se querría extraer un alma común, exaltando las propiedades, los recursos, los valores e incluso los partidismos; el poder de la ilusión e incluso las fuerzas demoníacas que en esa masa se encuentran latentes” (Meditación sobre la Iglesia, p. 128).

Pensamos según la carne y la sangre cuando se concibe la acción eucarística no como una intervención de Dios sino como una acción humana que a toda costa buscamos hacer falsamente "participativa", forzando la dinámica litúrgica para convertirla en "fiesta", "espectáculo", en el que todos intervengan haciendo algo, o con cantos realmente sentimentales y subjetivistas que busquen sólo la mera "emoción" religiosa, cantando cualquier cosa, o multiplicando las moniciones larguísimas como si la Eucaristía fuese la ocasión y pretexto de una "toma de conciencia" y un "compromiso": ¡¡todo confiado a la carne y la sangre, al poder humano!!

La Eucaristía por sí misma contiene una fuerza que proviene del Espíritu Santo con la cual se construye la Iglesia. Lo otro es simplemente "secularizar" el dinamismo eucarístico, convirtiendo el Sacramento en un acto humano y pedagógico-educativo. O "usando" la Eucaristía para cualquier cosa y con cualquier pretexto... como un adorno más en un programa de actos para lanzar un discurso a los que asisten...

Por tanto, es una doble dirección: de la Iglesia a la Eucaristía, de la Eucaristía a la Iglesia. El misterio eucarístico se prolonga necesariamente en el de la Iglesia y el misterio de la Iglesia es indispensable para la realización del misterio eucarístico. “Porque es en la Eucaristía donde la esencia misteriosa de la Iglesia encuentra una expresión perfecta, y correlativamente, es en la Iglesia, en su unidad católica, donde florecen frutos efectivos la significación oculta de la Eucaristía... Si la Iglesia es de esta suerte la “plenitud” de Cristo, Cristo en su Eucaristía es con toda verdad el corazón de la Iglesia” (p. 132).

La Iglesia la construye el Señor con su Eucaristía. Demasiado santa es para que nosotros la reduzcamos o la mezclemos con ambigüedades y falsas pastorales.

1 comentario:

  1. El Santo Sacrificio del Altar es el Acto de Adoración, Expiación, Donación e Intercesión más importante de todos los tiempos, lugares y épocas. Nos sobrepasa totalmente porque es el Acto Reparador del Verbo humanado, en favor de toda la humanidad caída en el pecado.
    Es el Acto de Culto Perfecto al que podemos y necesitamos unirnos para venir a ser Iglesia de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey.
    Jesucristo Sacerdote, Víctima y Altar.
    Y nosotros con Él, como Él y en Él.
    ¿Es así Don Javier?

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