viernes, 19 de noviembre de 2010

Europa, relativismo, nihilismo

La homilía en Santiago de Compostela elevó la mirada a Europa, a su raíz cristiana (sí: Europa nació cristiana) y sin embargo algunos ideólogos y políticos están convirtiendo Europa en, simplemente, un conjunto de naciones movidas por un compartir económico y unas bases secularizadas, renegando de la peculiar vocación de Europa.

"Desde aquí, como mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron con su sangre, deseo volver la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela. ¿Cuáles son sus grandes necesidades, temores y esperanzas? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo Dios basta”" (Benedicto XVI, Homilía Santiago de Compostela, 6-noviembre-2010).

Europa no se concibe sin el cristianismo y ahora, nosotros, católicos en el siglo XXI, tenemos algo que hacer para este continente: devolverle su alma, señalarle a Dios, mostrar a Dios y su amor en quien radica la Verdad, la Belleza y el bien. La gran aportación de la Iglesia es mostrarle a Dios.

Pensemos que por haberle mostrado a Dios, Europa fue lo que fue; el arte europeo nace cristiano y alcanza sus magníficas expresiones por la fe; la escuela y los colegios son inventos cristianos así como la Universidad es un invento católico; la Iglesia contribuyó y apoyó el desarrollo de la ciencia. Baste leer el libro de Woods
"Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental", en la editorial Ciudadela (maravilloso libro e imprescidible).

Europa perdió su alma cuando la modernidad (Ilustración, los filósofos del XIX, el nihilismo de Nietzsche) pensaron que Dios es el obstáculo para el desarrollo del hombre, la fe un lastre, y la Iglesia la principal enemiga del desarrollo cultural y social. 

A este planteamiento que permanece hoy en la mentalidad dominante, el Papa responde:

Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna (cf. Jn 3,16).

El autor sagrado afirma tajante ante un paganismo para el cual Dios es envidioso o despectivo del hombre: ¿Cómo hubiera creado Dios todas las cosas si no las hubiera amado, Él que en su plenitud infinita no necesita nada? (cf. Sab 11,24-26).  ¿Cómo se hubiera revelado a los hombres si no quisiera velar por ellos?  Dios es el origen de nuestro ser y cimiento y cúspide de nuestra libertad; no su oponente. ¿Cómo el hombre mortal se va a fundar a sí mismo y cómo el hombre pecador se va a reconciliar a sí mismo? ¿Cómo es posible que se haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra? Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.
Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.

Dios no es el enemigo del hombre, sino el garante de su ser, de su Verdad y libertad.
Dios no es el enemigo del progreso, sino el que garantiza la verdad y rectitud del progreso para el bien. Son las fuerzas ciegas del comercio, de la industria, de la economía, las que vuelven el progreso y la ciencia contra el hombre, generando el mal.

¡Es necesario entonces que Europa se abra a Dios! Y que nosotros gritemos bien alto el nombre de Dios para Europa.

En la construcción de Europa los católicos, en el nombre del Señor, hemos de estar presentes: en la Universidad, en la escuela, en la política, en los medios de comunicación, en la ciencia y medicina... En la construcción de Europa, toda la Iglesia debe ofrecer lo mejor, a Dios mismo, y por tanto evangelizar es tarea prioritaria en los nuevos foros, areópagos, caminos de encuentro de los hombres.

Dios no es el enemigo del hombre, sino su verdadero Amigo.

4 comentarios:

  1. No deja de ser interesante entender el proceso que salvó la cultura antigua y, en su integración con el cristianismo, acabó por alumbrar la Cristiandad (denominación que me parece mucho más certera y descriptiva que la de Europa para lo que nos ocupa).

    El fuego de la fe (y su fruto: la luz de la cultura) se cuidó y alimentó en cientos de monasterios desperdigados por todo el continente, y ellos fueron la semilla del orden cristiano que sobrevendría con todas las creaciones culturales y políticas que aquellos siglos vieron nacer. No en vano, San Benito es patrón de Europa.

    Tengo para mi que estamos en un momento muy parecido al de la caída del imperio romano. Urge construir nuevas arcas que permitan embarcar todo lo salvable ante el diluvio que ya está aquí, pequeñas arcas como las que supusieron aquellos monasterios. Y creo que esas barcas no sólo deben anclarse en medio del areópago. También es menester comenzar a construir comunidades rurales que permitan reconquistar para el hombre su auténtico lugar en un mundo del que le expulsaron los mismos utópicos que mataron a Dios (téngase en cuenta la reciente exhortación del Papa a recuperar la agricultura). El mundo que el mismo Dios le dió para que acampase en él y lo dominase.

    Un saludo, Páter.

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  2. Les recomiendo otro libro estupendo sobre el tema:

    "La Construcción De La Cristiandad Europea"
    Luis Suárez Fernández
    ISBN: 8492518030 ISBN-13: 9788492518036
    Editorial: Homo Legens

    Saludos D. Javier, Seneka y demás lectores. Que Dios les bendiga :)

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  3. Muy de acuerdo con Séneka. También me parece más certera y precisa la denominación "Cristiandad" que la equívoca "Europa". Recuérdese la polémica que respecto al concepto "Europa" sostuvieron Elías de Tejada y Pemán.
    Y comparto también la idea de que estamos en momentos muy similares a los que precedieron a la caída del Imperio Romano. Son tantas las coinciencias que me parece evidente.

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  4. Séneka y FIL:

    Estoy convencidísimo de que lo que ahora vivimos presenta muchísimas similitudes con la caída del Imperio romano. Lo he predicado muchas veces (la última vez en la Misa de la Guardia Civil con el Ayuntamiento) a partir de La Ciudad de Dios de San Agustín.

    Pero, a pesar de vuestros gustos razonados y razonables, me gusta más la palabra "Europa". Y en el fondo decimos casi, casi lo mismo. Es cuestión de léxico.

    Miserere:

    Gracias por la indicación bibliográfica.

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