No, no me refiero al rito de la paz en la Misa -tan exagerado muchas veces-; me refiero a algo más hermoso, al ser mismo de la Iglesia, a una definición de Iglesia que particularmente me ha llamado la atención.
¿Qué es la Iglesia?
Muchos empezarán a proferir por su boca frases tocadas de ideología: institución, poder, represión moral... Ven la Iglesia desde fuera y con anteojos que deforman la visión, y no logran ni vivirla ni captarla tal cual Ella es. La ven tan deformada que la juzgan según sus parámetros ideológicos, equiparándola a sus partidos políticos "democráticos" (¿seguro?), o proyectando en Ella las ansias de poder de otros grupos, o mirándola a la luz tenebrosa de las caricaturas del pensamiento dominante, de la leyenda negra y de la tergiversación, ya que hay muchas campañas para desacreditar a la Iglesia o fabricar falsas noticias a partir de hechos no comprobados, no demostrados o exagerados en su pequeñez.
Repito, ¿qué es la Iglesia?
El papa Benedicto en su brevísimo discurso en la catedral de Santiago dio una definición hermosísima:
"Mediante la fe, somos introducidos en el misterio de amor que es la Santísima Trinidad. Somos, de alguna manera, abrazados por Dios, transformados por su amor. La Iglesia es ese abrazo de Dios en el que los hombres aprenden también a abrazar a sus hermanos, descubriendo en ellos la imagen y semejanza divina, que constituye la verdad más profunda de su ser, y que es origen de la genuina libertad" (Benedicto XVI, Discurso en la Catedral, Santiago de Compostela, 6-noviembre-2010).
Aquí hay de fondo una melodía continua, la de la encíclica "Deus caritas est". El amor de Dios se comunica al hombre y la revela la verdad de su ser. Sólo el Amor de Dios salva al hombre y lo acoge en su verdad, en su limitación... a lo que debe corresponder el amor del hombre que se entrega a Dios.
"Tanto amó Dios al mundo..." (Jn 3, 16).
La fe -que es un don, una gracia, y que muchos experimentan como una necesidad y buscan tener fe- es entrar en este Amor de Dios que da sabor y color a esta vida. En ese sentido, se puede afirmar que Dios nos abraza, nos rodea con sus brazos y nos estrecha en su corazón, transmitiéndonos afecto incondicional, cercanía y acogida.
Pero, la Iglesia, la Iglesia misma, en su vida y misión no es sino el abrazo de Dios a los hombres. En la Iglesia cada cual es amado y acogido y perdonado, tal cual es, con sus límites y su grandeza, con su vocación. La esencia misma de la Iglesia es la Caridad, un amor grande a los hombres que refleja y entrega el amor de Dios.
Si la Iglesia deja de ser abrazo a los hombres, en las parroquias (comunidades, grupos, monasterios) se producirá el rechazo, la envidia, la crítica solapada, el deseo de medrar o aparecer ante los demás; pero es mucho más sencillo: mejor vivir el amor, expresar el Amor de Dios en el seno mismo de la Iglesia abrazando a los que no somos iguales sino distintos. Ese clima es el que debe ser posible respirar en cada parroquia, la de un amor entrañable, sincero, respetuoso para cada uno de sus miembros: así se expresará el Amor de Dios de una forma concreta.
La experiencia de sentirse abrazados por Dios en la Iglesia es la que enseña luego, en la vida, en lo concreto de cada día, a abrazar a los demás, a comunicar un amor que no es nuestro, sino un don, algo recibido.
¡Esto sí es la Iglesia!
Me parece que esto sí es la Iglesia de Jesucristo. Su post es muy hermoso. Las palabras de Benedicto XVI me parecen sensacionales.
ResponderEliminarNo hallo ahora mismo expresión adecuada para volcar aquí mi total adhesión a esta visión tan divina de la Iglesia de Cristo.
El Amor entrañable de Nuestro Dios es lo único que nos salva. Y para que nuestro prójimo descubra este Amor, nosotros que decimos creer en Él y amarle, debemos dejarnos transformar en Amor de Dios para los hermanos.
Eso conlleva Amar, cuando te ignoran.
Amar, cuando te odian.
Amar, cuando te utilizan.
Amar, cuando aún no te aman, porque no aún no Le llevan en el corazón.
Para Amar así, debemos ser purificados de todo egoísmo, de toda tendencia pecaminosa.
Para Amar así, sólo el Amor de Dios ha de primar en nuestro corazón, desapareciendo voluntariamente todo lo " propio ", y así aparece Jesús y con Él y en Él, el Uno y Trino.
Para convertir a nuestros hermanos, debemos " ser Dios y Hombre verdadero ".
En mi caso es una ingente tarea de purificación la que queda, pero confío en el Poder Divino y en su Amor.
Este post de hoy, debería estar escrito con letras de Oro.
Dios le guarde siempre.
Al 100% de acuerdo. La Iglesia es abrazo de Dios a los hombres y abrazo entre ellos.
ResponderEliminarUn abrazo. Que Dios le bendiga :)
Te pasaste che ¡ Muy bueno el articulo.
ResponderEliminar¡Ojalá! don Javier logremos expresar el Amor de Dios de esa forma tan concreta en la parroquia,un abrazo fraterno, donde nos importa muy poco o nada sobre el hermano del banco de enfrente, reconozco que a veces estoy más preocupado al contemplar las exageraciones del rito de la paz, y cuestionarme si me besarán también a mí o si se reservan el ósculo sólo para aquellos a los que dárselo no tiene mérito alguno.
ResponderEliminarA ver si abro más los brazos...
NIP:
ResponderEliminarLa metáfora que usa el Papa para hablar de la Iglesia es magnífica. Ese es el signo de Dios para los hombres -la humanidad- de hoy: la Iglesia que abraza a los hombres comunicándoles el inmenso Amor de Dios.
(Eso no justifica la efusividad y el jolgorio en el rito de la paz: más bien al contrario, porque un abrazo de verdad, al estilo divino, poco tiene que ver con el jolgorio sino con la serenidad del Amor).