El sacerdocio es una manifestación del amor de Cristo por su Esposa, la Iglesia.
Y nada fácil resulta vivir el sacerdocio ya que se trata de una situación de ex-propiación para ser propiedad absoluta de Cristo. Uno no se pertenece a sí mismo, sino al Señor, y por eso busca ante todo, sobre todo, por encima de todo, el bien de la Iglesia, a tiempo y a destiempo, oportuna e inoportunamente. Aquí la inteligencia debe estar despierta y el corazón vigilante: deberá animar, enseñar, corregir, exhortar, reprochar... con tal de edificar la Iglesia. La conciencia sacerdotal debe estar por encima de cualquier otro interés humano en el sacerdote.
El seguimiento, pero podríamos tranquilamente decir: el sacerdocio, no puede jamás representar un modo par alcanzar seguridad en la vida o para conquistar una posición social. El que aspira al sacerdocio para un aumento del propio prestigio personal y el propio poder mal entiende en su raíz el sentido de este ministerio. Quien quiere sobretodo realizar una ambición propia, alcanzar éxito propio será siempre esclavo de su mismo y de la opinión pública. Para ser considerado deberá adular; deberá decir aquello que agrada a la gente; deberá adaptarse al cambio de las modas y de las opiniones y, así, se privará de la relación vital con la verdad, reduciéndose a condenar mañana aquello que había alabado hoy. Un hombre que imposta así su vida, un sacerdote que vea en estos términos el propio ministerio, no ama verdaderamente a Dios y a los otros, sino solo a si mismo y, paradojalmente termina por perderse a si mismo. El sacerdocio -recordémoslo siempre- se funda sobre el coraje de decir sí a otra voluntad, con la conciencia, que debe crecer cada día, que propiamente conformándose a la voluntad de Dios, 'inmersos' en esta voluntad, no solo no será cancelada nuestra originalidad, sino, al contrario, entraremos siempre más en la verdad de nuestro ser y de nuestro ministerio (Benedicto XVI, Homilía en las ordenaciones sacerdotales, 20-junio-2010).
El sacerdote debe ser muy libre y estar por encima de lo que puedan pensar de él. Por tanto, será dudosa la actuación de quien sólo pretende quedar bien con todos, decir "sí" a todos, dejar hacer. Refleja esta postura la inmadurez y al mismo tiempo el deseo de ser considerado por todos. Pero estará abdicando de su responsabilidad sacerdotal.
Decir "sí" a todo lleva al caos y al desorden, no a la concordia y la comunión. A veces tendrá que enderezar cosas aunque le cueste el malestar de los demás; tal vez, por ejemplo, enseñar, educar o corregir al coro parroquial y no aceptar sin más cualquier canto con tal de no desagradar; o poner orden en la catequesis, temas, contenido, pedagogía, sin miedo al qué van a pensar. No, no es mejor sacerdote el que se inhibe y deja hacer libremente a todos porque necesita la aprobación y la estima de los demás. Al principio todo el mundo estará encantando con él, sí, fascinará, estamos de acuerdo, oirán el lenguaje grandilocuente con palabras como "mucha comunión", "pastoral"... pero a la larga todos se sentirán desorientados por quien debería ser responsable y entre los mismos miembros de la parroquia surgirán roces sin que nadie ponga orden y restablezca la paz eclesial.
Tampoco es congruente con el oficio sacerdotal predicar según las modas de los tiempos, resaltando algunos temas y silenciando otros de forma sistemática para no desagradar al auditorio, porque el primer deber es la Verdad y la comunicación de la Verdad. Hay que hablar claro; hay que ser íntegro; hay que mostrar dulcemente la Verdad, sin rebajarla por temor a los oyentes.
Tocará escuchar calificativos diversos: "es muy recto", "es que es un cura muy antiguo", "es que no se casa ni con su padre...", pero entonces será verdad que está ejerciendo el ministerio sacerdotal y los desajustes que pudieran haber, rechinan en este momento.
El sacerdote es de Cristo y para la Iglesia. Jamás funciona el vivir el ministerio intentando agradar a todos, callando todo, para que ni se vayan ni se molesten. Sólo la Verdad hace libres. Y esto sí es verdadera "caridad pastoral".
!Qué razón tiene, no cambie nunca!
ResponderEliminarSi no le importa le copio para enviárselo a mi sobrino que lleva ejerciendo solo un año.
Que el Señor le bendiga.
Tiene mucha razón y además sé que hasta para los padres de un sacerdote no es nada fácil vivir como tales. Vivir en el mundo como padres de un hijo sacerdote responsable.
ResponderEliminarMuy precioso el tema pero el color amarillo del escrito dificulta la lectura, incluso no motiva a hacerla. Quise publicarlo en mi muro de facebook pero no lo hice por este mismo motivo. Sugiero que estos temas tan importantes y necesarios de dar a conocer sean publicados en colores oscuros y llamativos.
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