sábado, 4 de septiembre de 2010

Lo que brota del silencio interior

Demasiado acostumbrados estamos a los ruidos, al bullicio; tan acostumbrados, que el silencio generalmente nos pone nerviosos y nos causa inquietud: tarareamos música o distraemos la imaginación de cualquier forma... Evitamos el silencio interior y exterior y caemos -el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra- en el activismo, en muchas cosas que hacer, muchas obras, mucha agenda, mucha...

Sin embargo el silencio es la condición básica para poder pronunciar algo coherente, verdadero, lleno de hondura. Las palabras que no brotan del silencio suelen ser palabras vacías e imprudentes; las palabras que nacen del silencio interior son mensuradas, prudentes, verdaderas. Sólo el silencio como hábito de vida puede dar esa profundidad y verdad a la conversación, para llegar a nacer vrdadero diálogo.

Igual ocurre con el pensamiento hoy. La razón humana, la inteligencia, requiere tiempo y silencio, un proceso de análisis, discernimiento y síntesis, para que el pensamiento se adecúe a la realidad. El silencio ayuda a pensar, el silencio favorece la reflexión, el silencio es la atmósfera normal de la interiorización y de la asimilación. Pero, si falta el silencio, el pensamiento se vuelve un pensamiento muy poco fundamentado, con muy poco peso, fácilmente refutable.

Por último, el silencio en la plegaria: no es vacío, nirvana, yoga o técnica oriental; el silencio en la plegaria es la degustación de la Presencia, el admirarse y saborear esa Presencia del Señor, es la premisa para escuchar la Palabra que Cristo dirige y adorar.

"Hay aquí un primer aspecto importante para nosotros: vivimos en una sociedad en la que cada espacio, cada momento parece que tenga que “llenarse” de iniciativas, de actividades, de sonidos; a menudo no hay tiempo siquiera para escuchar y dialogar. ¡Queridos hermanos y hermanas! No tengamos miedo de hacer silencio fuera y dentro de nosotros, si queremos ser capaces no sólo de percibir la voz de Dios, sino también la voz de quien está a nuestro lado, la voz de los demás" (Benedicto XVI, Hom. en Sulmona (Italia), 4-julio-2010).

El silencio ofrece la ocasión de que crezca nuestro mundo interior enriqueciéndose; el activismo y la palabrarería vana empobrecen el pensamiento, debilitan la forja de lo personal. La palabra pronunciada desde el silencio muestra la riqueza y hondura interior; la palabra sin el silencio evidencian la vaciedad de tantos que hablan sin pensar.

3 comentarios:

  1. Ricardo Moreno Gómez07 septiembre, 2010 03:36

    Llevo varios días de retraso, así que esta noche que hay poco sueño, intento ponerme al día. Me preocupaba que cuando acudo al Sagrario a hacer la visita, había veces que el "cuerpo" no me "pedía" hablar, rezar o decir nada, sino estar en silencio contemplando la Sagrada Forma (o la puerta del Sagrario). Me preocupaba por si ello era indicio de algún vacío... pero me has hecho ver que ese silencio puede ser "riqueza y hondura interior"... tú siempre dando en el clavo. gracias

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  2. Ese estar en silencio ante el Sagrario es bueno con una condición: saber que se está ante Alguien, ante la Presencia de un Tú, y no simplemente el silencio estilo yoga, zen, etc... Yo lo asemejaría al silencio de cuando se da un abrazo de cariño y ternura a alguien y se le mira a los ojos. Las palabras estorban. Pues eso, pero con el Señor.

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  3. ¡¡¡Qué razón tiene y qué bonito es ese silencio del alma delante del Señor, sabiendo que el que está en el Sagrario es Cristo en soledad absoluta!!!

    Muchas gracias

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