Los montes remiten siempre a lo hierofánico (manifestación de lo sagrado), a la revelación de Dios, como montañas sagradas donde se produce el encuentro fascinante del hombre con el Misterio. Las montañas poseen algo de misterioso y atractivo, ponen en contacto la tierra con el cielo en una línea vertical, en un entrecruzamiento que hace sumamente propicio la revelación teofánica mientras que abajo, en la ladera, está lo cotidiano, lo secular, lo profano; en palabras de Mircea Eliade: “En el centro del mundo está la “montaña sagrada”, el punto en que se unen el cielo y la tierra”” .
En las Escrituras, este simbolismo teofánico está muy presente, y los montes atraviesan toda la Biblia como lugar de aparición-manifestación o actuación de Dios. Recordando sólo algunos: en el monte Moria, Abraham ofrece en sacrificio a Isaac; en el monte Sinaí, Dios hace alianza con su pueblo y le entrega el Decálogo; en el monte brilla Jerusalén a la cual hay que subir; en la montaña, en un pueblo pequeño, se manifiesta el Verbo en el seno de María a Isabel; en un monte, Jesús entrega la ley plena, el Sermón de las Bienaventuranzas, como nueva teofanía del Misterio; en el monte Tabor se transfigura Cristo mostrando su divinidad con la presencia de la Trinidad; en un monte, Calvario, se reconoce al Hijo de Dios en la gloria de la Cruz; en un monte de olivos, Cristo asciende al cielo y aparecen unos ángeles. ¡Con razón el salmista reconoce: “Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra” (Sal 120) .
“Entre todas las realidades geográficas cargadas de poder simbólico, ocupa un lugar eminente la montaña. Ésta toca el cielo y escalarla es un acto religioso. Constituye el primer santuario y el primer altar. Cabe imaginarla como el centro o el eje del mundo cuando, desde un pico culminante, se descubre un paisaje en el que se pierde la vista. En esa masa terrestre, en la montaña, parecen haberse dado cita todos los elementos... La mayor parte de las grandes civilizaciones se han sentido fascinadas por las montañas. Tanto mitos como leyendas, rituales y peregrinaciones, han deificado con frecuencia la montaña. La Biblia le ha dado la palabra para revelar el misterio del Altísimo, el único Señor de Israel” (DE COCAGNAC, Maurice, Los símbolos bíblicos. Léxico teológico, Bilbao 1994 (2ª ed.), p. 115).
En las Escrituras, este simbolismo teofánico está muy presente, y los montes atraviesan toda la Biblia como lugar de aparición-manifestación o actuación de Dios. Recordando sólo algunos: en el monte Moria, Abraham ofrece en sacrificio a Isaac; en el monte Sinaí, Dios hace alianza con su pueblo y le entrega el Decálogo; en el monte brilla Jerusalén a la cual hay que subir; en la montaña, en un pueblo pequeño, se manifiesta el Verbo en el seno de María a Isabel; en un monte, Jesús entrega la ley plena, el Sermón de las Bienaventuranzas, como nueva teofanía del Misterio; en el monte Tabor se transfigura Cristo mostrando su divinidad con la presencia de la Trinidad; en un monte, Calvario, se reconoce al Hijo de Dios en la gloria de la Cruz; en un monte de olivos, Cristo asciende al cielo y aparecen unos ángeles. ¡Con razón el salmista reconoce: “Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra” (Sal 120) .
“Entre todas las realidades geográficas cargadas de poder simbólico, ocupa un lugar eminente la montaña. Ésta toca el cielo y escalarla es un acto religioso. Constituye el primer santuario y el primer altar. Cabe imaginarla como el centro o el eje del mundo cuando, desde un pico culminante, se descubre un paisaje en el que se pierde la vista. En esa masa terrestre, en la montaña, parecen haberse dado cita todos los elementos... La mayor parte de las grandes civilizaciones se han sentido fascinadas por las montañas. Tanto mitos como leyendas, rituales y peregrinaciones, han deificado con frecuencia la montaña. La Biblia le ha dado la palabra para revelar el misterio del Altísimo, el único Señor de Israel” (DE COCAGNAC, Maurice, Los símbolos bíblicos. Léxico teológico, Bilbao 1994 (2ª ed.), p. 115).
realmente asombroso, Todo tiene su lugar y significado en la Biblia
ResponderEliminarcuantos montes menciona la biblia
ResponderEliminar