Hago plenamente mías estas palabras y en grandísima medida reflejan algo muy personal para mí, forjado en las coordenadas agustinianas. Son palabras de Pablo VI con las que me siento identificado en mi recorrido vital. Y pueden ser iluminadoras para muchos.
"Todos -usted, yo, todos- necesitamos una base sólida sobre la cual levantar el edificio de una vida espiritual. En mi caso el fundamento se expresa en dos palabras, dos conceptos de san Agustín.
El gran misterio de Dios para mí siempre fue éste: que en mi miseria todavía me veo ante la misericordia de Dios; que no soy nada, soy un desdichado; y, sin embargo, Dios Padre me ama, quiere salvarme, desea arrancarme de esta miseria, algo que yo soy incapaz de hacer por mí mismo.
Y entonces el Padre envía a su Hijo, un Hijo que representa la compasión divina (misericordia), y que la convierte en un acto de amor a mí, un acto de entrega total al Padre, porque, pobre de mí, él también debe salvarme. Pero para llegar a esto se requiere una gracia espeical, la gracia de la conversión. Tengo que reconocer la acción de Dios Padre en su Hijo frente a mí. Una vez que yo reconozco eso, Dios puede actuar sobre mí a través de su Hijo: me otorga la gracia, la gracia del bautismo. Después de la gracia de renacer a la vida divina, mi propia vida se convierte en una tensión del amor, y Dios me atrae a su persona. Y la mano amante de Dios me impulsa hacia su misericordia, que me eleva cuando yo caigo; tengo que fijar mi mirada en él para sentirme atraído hacia la altura, otra vez.
En todos nosotros existe siempre esta tensión entre mi miseria y la misericordia de Dios. Toda la vida espiritual de cada uno de nosotros existe entre esos dos polos. Si me abro a la acción de Dios y el Espíritu Santo y les permito que hagan conmigo lo que deseen, mi tensión es alegre, y siento en mi fuero interno un gran deseo de acercarme a él y recibir su compasión; más que nunca reconozco la necesidad del perdón, de recibir el don de la compasión. Después, siento la necesidad de decir grazie, grazie, grazie, es decir, gracias, gracias, gracias. Y así mi vida entera se convierte en un grazie [gratia / acción de gracias / eucaristía] a Dios porque me salvó, me redimió, me atrajo a su propia persona en el amor. Lo que me salva no es nada que yo haya hecho en mi vida, es la misericordia de Dios".
(Cit. en HEBBLETHWAITE, P., Pablo VI, El primer Papa moderno, Buenos Aires 1995, pp. 572-573).
La vida de san Agustín quedó marcada por el binomio "miseria mía-misericordia tuya" y esta frase puede muy bien resumir la vida así como el pensamiento y la teología de san Agustín, incluyendo la creación, la gracia, la caridad. Esta sería una primera idea.
Una segunda idea que puede brotar es la necesidad sana para cada uno de buscar maestros para la propia vida cristiana, entendiendo "maestro" por algún santo cuya experiencia, o cuya espiritualidad, o cuya sensibilidad personal o carisma, nos pueda resultar muy afín y próximo a lo que vemos realizarse en nuestra propia existencia o el camino espiritual personal por el que Dios nos lleva. Escoger un maestro, conocerlo, tratarlo, leer sus obras... que van a iluminar nuestra inteligencia y proyectar luz sobre lo que vivimos y sentimos, sobre lo que Dios obra en nosotros.
Y tercera idea. Es bueno que en alguna ocasión intentemos escribir y describir nuestra propia síntesis personal, aquello que marca el eje de nuestra vida. Esto generará claridad y favorecerá la unidad interior.
Realmente nos falta capacidad de reflexión. Capacidad de sentarnos y hacernos conscientes de nuestra miseria e incapacidad y... de la necesidad de la Gracia Dios para cualquier paso que podamos dar.
ResponderEliminarDios le bendiga :)
Estimado Javier,
ResponderEliminartras varios días de ajetreo (la vuelta al cole y los preparativos de mi viaje-peregrinación a Santiago) vuelvo a tus páginas de paz, consuelo y consejo. 2 cositas: no sé si será cosa mía, pero por favor, usa poco el color verde de las letras sobre fondo verde (aunque sean distintos tonos), se me antoja que marea. Y 2ª, tú puedes valer como "maestro", mediante tus "sermones" del "monte interné"?? espero que me digas que sí. Un abrazo
Ricardo:
ResponderEliminarTu pregunta la pillo a medias. Santo, es evidente que no soy; tendré que conformarme, por ser sacerdote, con ser maestro en la fe, educador y padre y desde este monte de "Interness" predicar, enseñar...
Lo demás que insinúas es halagador... pero no quiero caer en la seducción de la vanidad.