Mi corazón ardiente quiere darse sin tregua,
siente necesidad demostrar su ternura.
Mas ¿quién comprenderá mi amor,
qué corazón querrá corresponderme?
En vano espero y pido que nadie pague con amor mi amor.
Sólo tú, mi Jesús, eres capaz de contentar mi alma.
Nada puede encantarme aquí en la tierra, no se halla aquí la verdadera dicha.
¡Mi única paz, mi amor, mi sola dicha eres Tú, mi Señor!
Tú supiste crear un corazón de madre, por eso encuentro en ti al más tierno y amable de los padres.
¡Oh Jesús, mi único amor, Verbo eterno!,
tu corazón es para mí más dulce que el corazón más dulce de una madre.
A cada instante y paso me sigues en mis pasos y me guardas.
Cuando te llamo, acudes prontamente.
Y si, tal vez, parece que te escondes, Tú mismo vienes en mi ayuda luego para poder buscarte.
(Sta. Teresa de Lisieux, Poesía n. 39, “Sólo Jesús”).
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