martes, 17 de agosto de 2010

Modo de hacer la oración personal

"1º ¿Cuál es el mejor modo de orar?

Respondo con estas hermosísimas palabras de san Pablo de la Cruz: “No os digo que hagáis la oración a mi modo, sino al de Dios... Dejad a vuestra alma libertad para tomar su vuelo hacia el soberano Bien, según Dios la conduce”.

2º ¿Son necesarios los libros y los métodos para hacer oración?


Necesarios en absoluto, no; convenientes para algunas almas y en determinadas situaciones, sí. Muchos y muy buenos y fructuosos libros y métodos han compuesto los santos y los autores de ascética, singularmente desde el siglo XVI, en que los excesos y desvaríos del iluminismo, del quietismo y del jansenismo pusieron en peligro de extravío a las almas. Pero no se olvide jamás que no pasan de ser auxiliares, temas, guías y rectificadores externos de oración; hablan y obran por de fuera, y que el gran Agente interior, el siempre eficaz y con el que hay que contar siempre es el Espíritu Santo, que es el que habla y obra en el interior.

3º De entre todos los libros de oración mental, ¿cuál es el mejor?

Sin duda, el santo Evangelio, leído, a ser posible, delante de un Sagrario o mirando hacia él, a la luz de la lámpara de la fe viva, que meta en el alma la más firme persuasión del “ahí está” de la real presencia...
No tengamos jamás prisa por hacer oración mental o vocal sin penetrar lo más íntimamente que podamos en la real presencia de Jesús en el Sagrario, si allí oramos, o de Dios en otro cualquier lugar en que oremos. Mientras no estemos llenos de esta persuasión: Jesús me mira, me oye, me quiere, espera con interés mi conversación, no tendremos buena oración.

4º ¿Será bueno valerse de algún comentario del Evangelio?

Indudablemente, y los hay excelentes; pero no se olvide que, como intérpretes y comentaristas del Evangelio, son insustituibles la confianza ciega en el amor misericordioso del Corazón de Jesús Sacramentado, que sabe, puede y quiere curarme, y el conocimiento de nuestra miseria e indigencia, como la de uno de tantos ciegos, cojos, baldados, incurables, hambrientos, endemoniados del Evangelio...”

Beato D. Manuel González, Oremos en el Sagrario,

en O.C., Vol. I, nn. 1137-1138.

2 comentarios:

  1. Ricardo Moreno Gómez20 agosto, 2010 19:29

    Estimado Javier,
    muy útiles las reflexiones ante-sagrario del Beato Don Manuel González. te pido consejo en una cosa: en los próximos días viajaré a Santiago de Compostela (no en tan buena compañía como "otros", pero si con buenos amiogos), danos algún consejo de como poder disfrutar espiritualmetne de la estancia. un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  2. Mi querido Ricardo:

    Te me has adelantado al post que pensaba escribir mañana o pasado.

    Yo sugiero lo siguiente:

    1) La experiencia personalísima y única de estar ante un Apóstol, amigo del Señor. En su sepulcro, después de dar el abrazo a la imagen del Apóstol, rezar en un rinconcito de rodillas y saludarle como Amigo del Señor.

    2) Estar ante el Apóstol es volver a nuestro Padre en la fe. Lo mismo que San Pablo es padre de la fe de muchas comunidades (Éfeso, Corinto...) y les escribió sus cartas, o Pedro es el gran apóstol de Roma, o Andrés en Grecia, nuestro padre en la fe es Santiago, el que nos dio lo mejor y más precioso: conocer a Cristo, plantar la Iglesia en esta tierra. Es, pues, la experiencia de volver a los orígenes.

    3) La eclesialidad: verás allí muchas personas... y entre ellas notarás católicos que van movidos no por turismo o veraneo o cultura, sino por la fe católica: rezan -lo notarás-, van con fe y con distintas sensibilidades y espiritualidades, de distintos grupos, movimientos, formación católica y países. ¡Qué grande y hermosa es la Iglesia! ¡Cuántos católicos somos, eso sí, dispersos por todos los rincones! Goza de sentirte católico y goza de ver que la Iglesia de verdad está viva y es joven.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar