Nos atrae con poder misterioso,
nos encierra en sí en el seno del Padre
y nos da el Espíritu Santo.
Este corazón palpita para nosotros en el pequeño tabernáculo
donde permanece misteriosamente oculto en aquella silenciosa, blanca forma.
Éste es, Señor, tu trono de Rey en la tierra,
que tú has erigido visiblemente para nosotros,
y te gusta ver acercarme a él.
Tú hincas tu mirada lleno de amor en la mía,
e inclinas tu oído a mis suaves palabras
y llenas el corazón con profunda paz.
Pero tu amor no encuentra satisfacción en este intercambio
que todavía permite separación:
tu corazón exige más y más.
Tú vienes a mí cada mañana como alimento,
tu carne y sangre son para mí bebida y comida
y se obra algo maravilloso.
Tu cuerpo cala misteriosamente en el mío,
y tu alma se une a la mía:
ya no soy yo lo que era antes.
Tú vienes y vas, pero permanece la semilla
que tú has sembrado para la gloria futura
escondida en el cuerpo de polvo.
Permanece un resplandor del cielo en el alma,
permanece una profunda luz en los ojos,
una suspensión en el tono de la voz.
Permanece el vínculo, que une corazón con corazón,
la corriente de vida que brota del tuyo
y da vida a cada miembro.
Qué admirables son las maravillas de tu amor,
sólo nos asombramos, balbuceamos y enmudecemos,
porque el espíritu y la palabra no pueden expresar.
(Edith Stein, “Yo estoy con vosotros”,
en Obras completas, vol. 5, Burgos 2004, pp. 799-803).
felicidades,tarde pero vengo de unos dias de vacaciones. gracias por este años.ya se de su destino, animo,Dios quiera que un dia vuelva a su lucena,le echo de menos en el confesionario.que Dios le bendiga.una alumna
ResponderEliminarGracias por sus palabras, "alumna".
ResponderEliminarSí, "mi Lucena" fue una etapa preciosa de mi vida sacerdotal. Confío en que igualmente buena sea ahora en Palma del Río.
Mi saludo cordial y m deseo de que el blog sea una ayuda para el crecimiento de la vida cristiana.