El joven san Rafael Arnáiz murió joven en su monasterio trapense. Sufrió con la diabetes, sin embargo, vivió en paz, en oblación, en abandono. Sabía que la enfermedad era una nueva ocasión de encuentro con el Señor, de ofrecimiento diario para bien de la Iglesia, para la redención del mundo, indicando así cómo vivir cristianamente la enfermedad.
Su testimonio nos puede educar para cuando nos llegue la enfermedad, y a los enfermos hoy a vivirla con visión sobrenatural, en el Misterio que nos sostiene.
n. 831. “Enfermo..., separación. Largas horas sentado en un sillón oyendo campanas, y siguiendo con la intención todos los actos de la comunidad... También yo tuve salud..., eso era antes. Ahora, gracias a Dios, estoy enfermo, y cuando el Señor lo cree necesario me lo recuerda, haciéndome sentar unos cuantos días en un sillón de la enfermería y sacándome del coro... Él sea bendito.
n. 832. Él..., que es el que todo lo dispone, y lo dispone bien me lleva a la soledad, y enseñándome el vacío inmenso de la nada, que es todo lo que está fuera de Él..., me invita a pensar; me obliga en mi inutilidad a buscar su apoyo. De todo me separa, para mejor unirme a Él. Bendito sea Dios y bendita sea mi enfermedad, que es el medio de que Él se vale para cumplir sus designios en mi insignificante personal.
¡Qué grande es Dios!... ¡Qué inmensa es su misericordia!... ¡Qué pequeños somos los hombres!... Todo eso voy pensando a medida que transcurren las horas sentado en mi sillón y oyendo las campanas que anuncian los actos de la comunidad.
n. 833. Cuesta a veces pequeños sufrimientos llegar a esa paz del alma, a esa alegría santa de vivir cumpliendo nuestro fin de enfermos. Son muchas pequeñas cosas a las que hay que renunciar. Pero una vez que el alma ha comprendido que el único camino es la espera en los brazos de Dios..., se renuncia de buen grado y con alegría a todo lo que es pasajero, a todo lo que es mudable, a todo lo que no es nuestro..., como por ejemplo, la salud”.
(Santo Hermano Rafael, OC).
¿Cómo se consigue la paz del alma, la alegría, desde la enfermedad? Se que no es imposible, pero sí muy difícil.
ResponderEliminarYo señalaría varios puntos:
ResponderEliminar1. Se consigue si hay verdadera fe, fe madura, fe adulta. En ocasiones vivimos una fe absolutamente superficial identificándola con emociones y devoción, convirtiéndola en algo exterior a mí y que sólo empleo para ciertas facetas de mi vida pero no para otras. Sólo si la fe es un dinamismo interno de la personalidad, cuando la enfermedad llega la fe -aun sufriendo- no se tambalea ni desaparece: es puesta a prueba, sí, pero sostiene al enfermo que es verdadero creyente, dándole paz.
2. Después de un primer momento, más o menos largo, de incomprensión o de rebeldía ante la enfermedad, que es normal, viene la aceptación de esta nueva situación. Aquí interviene mucho el abandono en Dios sabiendo que en la enfermedad se puede estar viviendo la voluntad de Dios si me uno a Jesucristo en su Pasión y Cruz. La voluntad de Dios es fuente de paz y norma de la vida cristiana.
3. Suele ayudar muchísimo ofrecer al Señor la enfermedad por una intención concreta, de tal forma que la enfermedad se convierte en una oblación. Yo acostumbro a los enfermos de las parroquias por las que he pasado a "consagrarlos" para pedir por algo: a uno le encomiendo que ofrezca su enfermedad por la parroquia; a otro, por la Iglesia; a un tercero, por las vocaciones; a otro, por la conversión de los pecadores; a otro, por las misiones... Se le da un sentido redentor a la enfermedad.
Espero que esto ayude en algo.
He encontrado esta página a través de FACEBOOK, y debo reconocer que me resulta verdaderamente reconfortante. Me da alegría haber encontrado tu blog.
ResponderEliminarRespecto al camino que muestra el HERMANO RAFAEL, es ejemplar, y ojalá DIOS, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, me concediera la fortaleza para seguir su ejemplo.
Muchas gracias, PADRE. DIOS le bendiga.
ANTONIO
Pues, ¡bienvenido Antonio!
ResponderEliminarEstimado Javier,
ResponderEliminarlo de la enfermedad... dices, como siempre, verdades como puños. pero no sólo hay que "concienciar" al enfermo que se "abandona a Dios" (no había escuchado nunca el verbo así referido, y me parece sublime), sino lograr que los familiares cercanos también dediquen a Dios la enfermedad del ser amado...
Ricardo:
ResponderEliminarSí. Hay una doble dirección:
a) el enfermo que consagra su enfermedad al Señor evangeliza por su forma de vivir la enfermedad, primero a la familia, luego a quien lo visite.
b) la familia se consagra al Señor y ofrece el cuidado del enfermo como ofrenda.
Unas veces es el enfermo el que evangeliza a la familia por su testimonio...
En otras ocasiones es la familia cristiana con su amor y delicadeza la que evangeliza al enfermo, tal vez alejado de Dios...