miércoles, 23 de junio de 2010

Una hora de oración antes que tanto activismo

Cada vez que me llego a leer este texto de san Juan de la Cruz, me siento tan cuestionado que experimento cierta vergüenza ante el Señor. La afirmación clave del místico castellano es que más vale una hora de oración con amor al Señor que tantas predicaciones y actividades pastorales y reuniones y ajetreo... ¡estériles tantas veces!

Leámoslo primero:

“Porque es más precioso delante de él y del alma un poquito de este puro amor, y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esotras obras juntas. Que por eso María Magdalena, aunque con su predicación hacía gran provecho, y le hiciera muy grande después, por el gran deseo que tenía de agradar a su Esposo y aprovechar a la Iglesia, se escondió en el desierto treinta años, para entregarse de veras a este amor, pareciéndole que en todas maneras ganaría mucho más de esta manera, por lo mucho que aprovecha e importa a la Iglesia un poquito de este amor.
De donde, cuando un alma tuviese algo de este grado de solitario amor, grande agravio se le haría a ella y a la Iglesia, si aunque fuese por poco espacio, la quisiesen ocupar en cosas exteriores o activas, aunque fuesen de mucho caudal; porque, pues Dios conjura que no la recuerden de este amor, ¿quién se atreverá y quedará sin reprehensión? Al fin, para este fin de amor fuimos criados” (CB 29).



El amar es el ejercicio de quien se ha sumergido en el Misterio de Dios, y ha tratado con Él, y se ha dejado transformar por Él. Siempre esto es lo primero, es la premisa básica, es la condición sine qua non, no vaya a ser que quien se entregue al ministerio, a las obras apostólicas, a las tareas evangelizadoras, a falta de este “ejercicio de amor” con Cristo se convierta en metal que resuena, en platillos que aturden (Cf. 1Co 13), en nada y vacío.

Habiendo entrado en este amor de Cristo, que impulsa y se difunde por el trabajo apostólico, el riesgo que hay que evitar es el activismo:

“Y adviertan aquí los que son muy activos que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios (dejando aparte el buen ejemplo que se daría) si gastasen siquiera la mitad de este tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto. Entonces harían más y con menos trabajo, y con una obra que con mil, mereciéndolo su oración y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y aun a veces nada, y aun a veces daño; porque, Dios os libre que se comience a envanecer la tal alma, que aunque más parezca que hace algo por defuera, en sustancia no será nada; porque, cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios” (Id.).

El activismo es un peligro y lo hemos comprobado ya tantas veces: afanes, desorganización, estrés, pensando que todo se resuelve con reuniones, revisiones, programaciones, papeles, convivencias, excursiones y meriendas, queriendo llegar a todo sin llegar a nada porque no hay unidad interior. Advertía Juan Pablo II: “es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración. El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del « hacer por hacer ». Tenemos que resistir a esta tentación, buscando « ser » antes que « hacer ». Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: « Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria » (Lc 10,41-42)” (NMI, 15).

¡Más haríamos con una hora de contemplación ante el Sagrario que tanto activismo inútil, estéril, improductivo!

2 comentarios:

  1. Pedro Arroyo Gómez24 junio, 2010 10:31

    Que paliza me da San Juan de la Cruz, yo que siempre creí que a Dios le gustaba las actividades, la pastoral y eso que denominas ajetreo, veo con preocupación, como no dedico a la Oración ni una mínima parte de mi vida. Quizá por eso vivo ese desasosiego y esa falta de paz interior, de la que siempre culpo a la voluntad de Dios que en definitiva, no acepto.
    Señor te pido esa templanza y tranquilidad que me haga alimentarme constantemente de la Oración para cambiar mi vida.

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  2. El ajetreo no le puede gustar a Dios, que es Suma Quietud. Sí le agrada el trabajo, el apostolado... pero hoy lo hacemos tan mal, que ponemos cualquier cosa por delante de Él.

    Piensa, querido Pedro, piensa bien. ¡Cuántos siempre están "muy ocupados", llegan tarde a las reuniones, siempre corriendo... y al final no hacen nada! Es el activismo. Más harían con una hora de oración.

    Hoy las parroquias y comunidades y grupos... deben ser plataformas que centren a cada uno en una sólida vida de oración para luego vivir el apostolado, el trabajo, etc. con mucha paz y llenos de Dios. Lo otro es simplemente secularización.

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