sábado, 12 de junio de 2010

Amistad personal con Cristo –oración- para ser testigos


“Ésta es la cadena: apóstoles, en cuanto testigos. Testigos en cuanto amigos. Amigos en cuanto íntimos...

Romped o quitad uno de los eslabones, y frustraréis la obra maestra de Jesús, y la acción de su apóstol. Con qué razón y satisfacción podía exclamar después el evangelista Juan a los fieles: “Lo que fue desde el principio, lo que oímos, lo que vimos con nuestros ojos y contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de la vida... esto es lo que os anunciamos”.

¡Con qué precisión se revela en esta carta apostólica al apóstol, al testigo, al amigo, al íntimo de Jesús! ¡Dar testimonio de Aquel a quien vio, oyó, contempló, palpó! Es decir, dar testimonio de Jesús de todos los modos conocido, sabido y saboreado. ¿No os parece, hermanos, que el secreto de no pocos fracasos y hasta esterilidades, está no en la falta de misión, sino en el vacío de amistad íntima con el Jesús que nos envía?

“Si no tienen espíritu –decía santa Teresa de los letrados sin trato con Jesús-, que no salgan de sus celdas, que harán más daño que provecho”.



El Corazón de Jesús Sacramentado echa de menos en muchos, muchos de sus amigos el trato frecuente, afectuoso y personal con Él. No hablo de enemigos, ni de amigos traidores, sino de amigos en general. Como son amigos, cumplen con más o menos diligencia y exactitud los mandamientos de Dios, de la Iglesia, y de su estado. Rezan más o menos distraídamente todos los días y practican obras buenas. Pero... secamente, rutinariamente, casi sin hacer una visita, ni dirigir una mirada de afecto, ni una palabra, ni una jaculatoria de cariño a Jesús vivo en el Sagrario, es decir, sin intimidad con Él.

¿Tiene Jesús derecho a algo más que a eso? ¿Tiene derecho a la intimidad de sus amigos con Él? ¿Se gozará en esa intimidad? ¿Cumple con el deber de amigo consagrado de Jesús el que no aspira a la intimidad con Él o no la procura? Más aún, ¿se puede afirmar con rigor que cumple con los mandamientos de Dios quien se pasa los días y los días sin tener para el Hijo de Dios un solo afecto de su corazón?”


Beato D. Manuel González, Así ama Él, en O.C., Vol. I, nn. 290-291.

1 comentario:

  1. Lo leo muy frecuente y me parecen sus entradas muy hermosas siempre con mucha espiritualidad me encantaron todas las reflexiones sobre las oraciones de la Liturgia. Dios le bendiga. Quiero mucho a santa Teresa de Avila y cuanta razon tiene en lo que dice

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