martes, 22 de junio de 2010

Grandeza del Evangelio


“Una fotografía de Jesucristo, por muy bien hecha que hubiera resultado, sería siempre un retrato de Él por fuera y en una sola actitud; el Evangelio es el retrato de Jesucristo por dentro y por fuera en variadísimas actitudes.

¿Os habéis dado bien cuenta del valor de un libro que nos retrata al vivo al ser más querido de nuestro corazón, en sus lágrimas de pobre y de perseguido y sus triunfos de Rey y de Dios, que nos conserva la descripción de sus hechos, de sus milagros y de sus virtudes, nos guarda sus sentencias, sus parábolas y sus promesas, y que, para prevenir toda duda y matar toda incredulidad, se nos presenta con todas las garantías humanas y divinas de autenticidad?

No es un santo más o menos regalado por Dios de celestiales revelaciones, no es un milagro atestiguado por mayor o menor número de testigos, es la misma Tercera Persona de la Trinidad augusta la que se ha cuidado de velar por la exactitud y verdad de ese retrato del Hijo de Dios hecho hombre.

Amigos, demos una y muchas veces gracias al Espíritu Santo por el riquísimo regalo del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.


Démosle muchísimas gracias porque nos ha hecho conocer de cierto lo que dijo, hizo y hasta lo que pensó y deseó Jesucristo nuestro Señor en los años que mediaron entre su Encarnación y su Ascensión.

Por el Evangelio tenemos la dulcísima seguridad de decir cuando rezamos: así rezó mi Maestro Jesús; y cuando perdonamos una ofensa: así perdonó mi Maestro Jesús; y cuando escasea el pan que llevar a nuestra boca y no tenemos techo bajo el cual cobijarnos: así vivió mi Maestro Jesús; y cuando se nos presente la cruz para vivir o morir en ella: así vivió y murió mi Maestro Jesús...

¡Bendita y dulce seguridad!

Y ¡qué!, ¿no podremos tener esa misma seguridad con el Jesucristo del Sagrario?”

Beato D. Manuel González, Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, nn. 394-395.

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