Cuanto más leo a Pablo VI, más me admiro de su persona (mártir) y más profunda su doctrina. Es un Papa que será admirado en su gran talla cuando haya más perspectiva histórica y se calmen las aguas agitadas.
Veo un párrafo de un discurso de 1977 y me asombran sus palabras, certeras y medidas. ¡Hay que cuidar la liturgia! Y eso mismo nos debe servir hoy de pauta a nosotros: a Obispos y sacerdotes, pero también a los diferentes ministros de la liturgia, al coro parroquial, a catequistas que introducen en el Misterio...
"La liturgia católica ha de continuar siendo teocéntrica. Esta es su naturaleza propia. Es el espíritu de la renovación llevada a cabo por el Concilio.
Permitid que nos detengamos unos instantes a hablar de la celebración de la Eucaristía..
Esta es algo más que un encuentro fraternal y un compartir la vida. San Pablo no se asustaba de recordarlo a los cristianos de Corinto (1Cor 11,22). La Eucaristía es, esencialmente, la reiteración del sacrificio redentor de Cristo.
Es una realidad de la cual ningún ministro, ningún laico es propietario.
Es un misterio sagrado que requiere una atmósfera de gravedad y de dignidad, y no soporta la mediocridad o el descuido del lugar, de los ornamentos, de los objetos de culto.
Sencillez, ¡sí! Desenfado ¡nunca!"
(Discurso a los obispos de la región suroeste de Francia presentes en Roma para la visita ad limina, 18-abril-1977).
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