Como la liturgia no es simplemente un misal (único y exclusivo de una época, mirando con desprecio todos los demás ritos y liturgias, llamándolo todo “modernista”) sino que es una Tradición viva, que engendró venerables ritos y familias litúrgicas, acudir a nuestros orígenes y beber de ellos es enriquecernos espiritual y teológicamente y, de paso, abrir nuestras mentes, ensanchar en el horizonte intelectivo y de comprensión de la fe católica.
El Adviento en la liturgia hispano-mozárabe, seis semanas, suplica la purificación del corazón, la disposición interior para la Venida gloriosa de Cristo y ser cubiertos por la misericordia del Altísimo como lo fue la Virgen María. Leamos, meditemos, una Misa de Adviento del actual Misal hispano-mozárabe.
Preparación del corazón y alegría profunda ante la llegada de Cristo suplica el sacerdote a los fieles en la Oratio Admonitionis (seguimos la misa del V Domingo):
Estad alegres, queridos hermanos, os lo pido,
y levantad hacia el cielo vuestros corazones,
porque nuestra redención está ya cercana.
Preparad en vuestros corazones la senda del Señor
para que, cuando llegue, os otorgue sus eternos dones.
R/. Amén.
Porque es muy misericordioso nuestro Señor Jesucristo,
que vive con el Padre y reina con el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
En la oración Alia, en mitad de los dípticos, se suplica clemencia al Señor en su juicio y, para ello, ser hoy purificados de los pecados:
Está ya cercano, Señor, el día de tu venida;
concédenos que, antes de tu llegada,
podamos purificamos de todo contagio de delito.
Te pedimos que borres en nosotros
todo lo que deberías condenar en el juicio último,
de modo, que cuando vengas como justo juez,
no encuentres nada en nosotros que merezca ser condenado.
R/. Amén.
Y la Illatio –semejante al prefacio romano, pero más elaborado y amplio, lejos de la concisión romana- considera como motivo de acción de gracias a Dios la Venida de Cristo en poder y majestad para juzgar a todos; ante el juicio se pide ya la misericordia del Redentor que se encarnó para salvarnos y no para condenar:
Es justo y necesario darte gracias,
Señor, Padre santo, Dios eterno y omnipotente,
por Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro,
que por su encarnación llevó a cabo la salvación del mundo
y por su pasión hizo posible la redención del hombre creado.
Te pedimos, Padre todopoderoso,
que quien nos redimió de la tinieblas del infierno
nos conduzca ahora al premio.
Él, que recibió de la Virgen su humanidad,
purifique a los hombres de todo pecado.
Que nos restituya purificados ante tu majestad
quien por su sangre nos reconcilió contigo.
Que en el juicio de su segunda venida nos justifique
aquél que en la primera nos dio el don de su gracia.
Que venga bien dispuesto para juzgar
aquél que apareció humilde al entrar en el tiempo.
Que se muestre manso en el juicio
aquél que un día se hizo presente discretamente,
y al que alaban todos los ángeles diciendo: Santo, Santo...
Y el mismo tono escatológico, a la vez que confiado, el post Sanctus:
Santo, bendito y glorioso es en verdad
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo;
en su primera venida nos redimió por su gracia,
y cuando vuelva por segunda vez con sus ángeles,
nos dará el reino que nos prometió.
Ésta es la riqueza espiritual del Adviento; éstas son sus perspectivas de eternidad, de escatología, de cumplimiento.
A la Venida del Señor nos preparamos, a Él solo aguardamos.
Éste es un blog que pretende ser formación y catequesis de adultos, mistagogia de la liturgia, pensamiento teológico, vida espiritual y aliento para la santidad. Y lo pretende con fidelidad a la Iglesia, al sentir eclesial y a la Tradición. ¡Sé bienvenido!
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