sábado, 19 de diciembre de 2009

Acuérdate de nosotros, Señor, por amor a tu pueblo. Visítanos...

La liturgia de Adviento repite un versículo muy adecuado para expresar la tensión del deseo, la súplica y la esperanza: “Acuérdate de nosotros, Señor, por amor a tu pueblo. Visítanos con tu salvación”. Este versículo está tomado del salmo 105.

Diariamente lo hallamos en el responsorio de la lectura breve de la Hora de Sexta; además el salmo 105 se canta en el Oficio de lecturas del sábado de la II Semana del salterio, con esta antífona: “Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación”. Este es uno de los salmos que la Liturgia de las Horas ha reservado para el Oficio de lecturas de los llamados “tiempos fuertes”: “Se reservan para los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua tres salmos, a saber: 77, 104 y 105, que manifiestan con especial claridad la historia de la salvación del antiguo Testamento, como anticipo de lo que se realiza en el nuevo” (IGLH, n. 130).

“Acuérdate de nosotros, Señor, por amor a tu pueblo.
Visítanos con tu salvación”:


1) La clave memorial: se le pide a Dios que recuerde sus proezas y su fidelidad a Sí mismo como ya antes lo ha demostrado extendiendo su brazo con poder;

2) El argumento se apoya en el “amor a tu pueblo”, no en los merecimientos del pueblo, ni en los derechos del pueblo de Dios, sino única y exclusivamente en que Dios lo amó y lo eligió;

3) La petición es la visita de Dios con su salvación, pero esta salvación va a llegar de forma inenarrable, inaudita, sorprendente, en la Encarnación misma de su Hijo. Por eso Zacarías entonará en el Benedictus que “el Señor Dios de Israel... ha visitado y redimido a su pueblo”. La salvación ya no será una obra prodigiosa, sino la Persona amable y adorable del mismo Hijo. Con esta petición, va creciendo nuestro deseo, ensanchando el corazón, acrecentándose la esperanza para luego poder recibir el Don que es Jesucristo mismo.

El comentario de san Agustín a este versículo va en esa misma línea:

Acuérdate de nosotros, con benevolencia hacia tu pueblo, es decir, para estemos entre aquellos en quienes te agradas, porque no en todos ellos se agradó Dios. Visítanos con tu salud. Ésta es el Salvador por quien se perdonan los pecados y se curan las almas para que puedan guardar el juicio y practicar la justicia. Comprendiendo que son bienaventurados los que dicen estas cosas, con razón piden esto para sí orando.

Esta salud se dice en otro salmo: Conozcamos en la tierra tu camino. Y como si preguntásemos: “¿En qué tierra?”, se añadió: en todas las naciones; y como si interrogásemos de nuevo: “¿Qué camino?”, se escribió: Tu salud. De ella dijo el anciano Simeón: Vieron mis ojos tu salud; y ella dijo de sí misma: Yo soy el camino. Luego visítanos con tu Salud, es decir, con tu Cristo... Con todo, desean los visite la salud de Dios, es decir, su Cristo, para que no sean expulsados de su pueblo y de aquellos en quienes se complace Dios” (Enar. 105,5).

Toda esta catequesis sobre un versículo para:

  • Mostrar que “Liturgia” es teología vivida y explicada, celebrada, orada y contemplada, y que cualquier texto es sugerente, vehículo de transmisión de la fe, y por tanto la Liturgia no puede ser vista desde fuera como ritos, arqueologismo y costumbres, encajes y ornamentos, candelabros y muchos cirios, estética barroca anclada o fosilizada... ¡Que no, que no es eso la liturgia!: que antes requiere mucha teología, mucha patrística, mucha espiritualidad... y mucha Biblia orada.
  • Llamar la atención sobre lo que rezamos en la Liturgia, o sobre lo que oímos pronunciar en la celebración litúrgica; todo es denso en contenido y participar activamente, fructuosamente, es unirse a los textos orándolos, haciéndolos propios.
  • Ofrecer una jaculatoria validísima para el Adviento; en casa y en la calle, caminando, paseando, en coche al ir a trabajar o en el autobús para la Facultad, o el ratito de oración personal, decir una y mil veces, suavemente: “Acuérdate de nosotros, Señor, por amor a tu pueblo. Visítanos con tu salvación”.

2 comentarios:

  1. Tiene toda la razón. La liturgia es algo vivo y palpitante. Deberíamos hacerla parte de nosotros, cercana y cotidiana. No le oculto que no es nada fácil meterse en estas lides viviendo en esta sociedad consumidora de nuestro tiempo y nuestras fuerza... Pero hay que hacer hueco. Lo merece.

    Dios le bendiga. gracias

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  2. Miserere:

    La liturgia es fascinante, pero desconocida en profundidad. Es curioso que todos creen poder hablar con autoridad de liturgia sin haberla estudiado, cosa que no se atreverían con materias como la Moral o el Derecho o la Dogmática. Pero de liturgia... ¡todo el mundo!

    Para conocerla hay que abrazar el ámbito intelectivo (estudiar, comparar, leer, indagar en todos sus rituales y conocer también Biblia y Padres;)luego, humildemente, celebrarla participando del Misterio. Por último, de rodillas, orarla en la meditación personal, empaparse de sus textos litúrgicos.

    No se puede uno conformar con un artículito leído de vez en cuando, las tres vías señaladas antes son requisito sine qua non. Y el tiempo, Dios lo dará... Pero si lo hacemos, la vida espiritual católica se enriquece sobremanera.

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