Los textos ambrosianos suelen ser concisos, aunque el prefacio es un poco más elaborado. Muy romanizado, su lenguaje y su forma nos resultan cercanos a nosotros, acostumbrados al rito romano. Veamos su eucología, incrementemos nuestro conocimiento del Misterio bebiendo de otra fuente de la Tradición.
Oh Dios, que en la virginidad fecunda de María
has entregado a los hombres los bienes de la salvación eterna,
haz que experimentemos su intercesión ya que de ella hemos recibido
al mismo Autor de la vida, Jesucristo, tu Hijo.
(Oración inicial)
Oh Dios omnipotente,
que nos has creado y nos has mandado a tu Verbo,
hecho hombre en el seno de la virgen María,
mira con amor a tu pueblo y escucha su humilde voz.
(Oración conclusiva de la Liturgia de la Palabra).
Dos prefacios, a escoger, nos ofrece este Domingo:
En verdad es bueno y justo, nuestro deber y fuente de salvación,
celebrar el misterio de la bendita virgen María que,
acogiendo con fe pura el anuncio del ángel
concibió a tu Verbo, revistiéndolo de carne mortal;
en la estrechez de su seno se encerró
el Señor de los cielos y el Salvador del mundo
y por nosotros lo dio a luz,
conservando intacta la integridad virginal.
Asombrados y gozosos por este prodigio,
Unidos a los ángeles y a los santos,
te elevamos, Padre, único omnipotente Dios
con el Hijo y con el Espíritu Santo,
el himno de tu alabanza: Santo, Santo...
O también una bella contraposición entre Eva-María, Adán-Cristo:
En verdad es bueno y justo, darte gracias, Padre,
e invocar tu poder para celebrar con solemne memoria
el misterio de la virgen María.
De su fecundidad germinó para nosotros
Aquel que nos sacia con angélico pan.
La riqueza disipada por Eva pecadora
nos ha sido devuelta por María;:
por una mujer se infiltró entre nosotros el veneno de la culpa,
por una mujer comienza la obra de la salvación.-
A la insidia rastrera del mal
se opone la fuerza del Redentor;
la maternidad que se convirtió en principio de muerte,
nos entrega al Dios vivo donde el género humano
resurge libre de la antigua opresión.
Toda la miseria que nos vino por Adán
ha sido vencida por la sobreabundancia del don de Cristo.
Felices por esta victoria, unidos a los ángeles y a los santos,
elevamos el himno de tu alabanza: Santo, Santo...
E igualmente, bella, mariana, eucarística, la antífona de después de la comunión:
¡Oh intercambio de dones admirables!
El Creador del género humano,
naciendo de la Virgen intacta
por obra del Espíritu Santo,
recibe una carne mortal
y nos regala una vida divina.
Dispuesto nuestro espíritu así, en estas Ferias mayores, saborearemos las honduras del Misterio, su sabor tan dulce en los textos litúrgicos de nuestra Madre la Iglesia en la variedad de sus ritos y familias litúrgicas. ¡Así se puede ensanchar un poco nuestra mente!
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