Los salmos siempre están presentes en la liturgia; como un diamante de muchas caras, cada salmo refleja una luz peculiar según el contexto en que se canten, el tiempo litúrgico que lo entone. Para el Adviento destacan algunos salmos con su interpretación cristológica que se emplean con frecuencia como salmo responsorial en la Misa, como antífonas, responsorios del Oficio, etc. Son súplicas de la Iglesia Esposa dirigiéndose a su Esposo Cristo, rogándole su Venida; igualmente, eco personal en la oración privada si queremos orar meditando algún salmo en Adviento.
Salmo 79:
“Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines,
resplandece ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve...
Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Dios de los Ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa...
Señor Dios de los ejércitos,
restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.
¿Qué valor tiene este salmo en Adviento? “Aquí se habla de la venida del Señor y Salvador nuestro Jesucristo y su viña” (S. Agustín, Enar., 79,1). A Cristo, el verdadero Pastor, el buen Pastor, se le pide que, sentado sobre querubines, resplandezca, que venga, que brille su rostro y nos salve. San Agustín glosará un versículo, con variante en la traducción, predicando: “Nos vivificarás, nos renovarás, nos darás la vida del hombre interior. E invocaremos tu nombre, esto es, te amaremos. Tú serás el amado y dulce perdonador de nuestros pecados, tú serás el premio absoluto de los justificados. ¡Oh Señor, Dios de los ejércitos!, vuélvete a nosotros y muestra tu rostro y seremos salvos” (Enar., 79,14).
Salmo 84
Este salmo pide la salvación, la anhela, ruega que Dios muestre su misericordia.
“Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo
y a sus amigos y a los que se convierten de corazón».
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos”.
La primera petición que conviene destacar: “restáuranos”. Dios nos creó y ahora, por culpa del pecado, nos restaura elevándonos sobre nuestra condición original. Este principio se repetirá en las oraciones del ciclo de Navidad, fruto de la elaboración teológica de san León Magno, pero ahora en el Adviento también la hallamos, por ejemplo, en la colecta del 17 de diciembre: “Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo...”
Segunda petición: “Muéstranos Señor tu misericordia y danos tu salvación”. La salvación no es algo sino Alguien, Jesucristo, el Verbo encarnado, que desentraña la misericordia del Padre. Él anuncia la paz, como dice la carta a los Efesios, trajo la paz rompiendo los muros de la discordia entre Dios y el hombre y entre los hombres mismos. La petición del salmo es la súplica por la venida del Salvador.
Tercera petición: “El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto”. Es la antífona de comunión del domingo I de Adviento; Cristo es el fruto de la tierra bendita y virginal, Santa María, porque el Señor ha derramado la lluvia del Espíritu sobre la Virgen. Aquel fruto de la tierra –la Virgen, la tierra virgen- se nos ha dado en su nacimiento y se da en la Eucaristía como fruto bendito, como Alimento.
Estos aspectos se entrecruzan en la enarración agustiniana a este salmo: “Esta es la misericordia, la cual ciertamente nos mostrará Dios. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salud. Danos tu Cristo. En él está la misericordia. Le digamos nosotros también danos tu Cristo. Ya nos dio su Cristo; con todo, le digamos aún danos tu Cristo; le digamos danos hoy nuestro pan de cada día. ¿Y quién es nuestro pan, sino el que dijo: Yo soy el pan vivo que descendí del cielo? Le digamos danos tu Cristo. Nos dio a Cristo, pero a Cristo hombre. El que nos dio a Cristo hombre nos dará a Cristo Dios” (Enar., 84,9).
- Los salmos adquieren tonalidades según la liturgia los emplee
- Han de ser interpretados viendo a Cristo en ellos –interpretación cristológica-
- Pueden muy bien acompasar nuestra oración personal en el Adviento suplicando la venida del Salvador
- ¿Por qué no nos acostumbramos a entonarlos como cantos de comunión en lugar de los cantos sentimentales, infantiloides, que a veces se cantan?
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