El Adviento es el tiempo de las grandes esperanzas, de voces proféticas que levantan el ánimo llevándolo a la esperanza porque el Señor vendrá, porque “nuestro Dios viene y nos salvará”. Las realidades desérticas de este mundo y de esta Iglesia peregrinante, los páramos y estepas de nuestra vida y de nuestra alma se van a regocijar, exultar y florecer ¡porque el Señor vendrá! El futuro radica en las promesas de Dios, “y Él es Fiel”.
“Esperad al Señor”, “atreveos a soñar”, serían los lemas insistentes del Adviento, porque todo será pequeño comparado con la gloria y el poder del que ha de venir.
Adviento educa y contagia la espera gozosa de la esperanza teologal; es tiempo de esperanza acompañando la expectación de Nuestra Señora, la que creyó y concibió, “virgen antes en su mente que en su seno” (S. Agustín). La esperanza suaviza todas las cosas y espera activa y confiadamente en que se cumplirán todas y cada una de las promesas del Señor. No cabe ya ni el abatimiento de quien no ve salida a su situación ni el pesimismo que hunde al hombre. El pueblo cristiano es un pueblo esperanzado en su Señor; el pueblo cristiano hunde sus raíces en la esperanza, sabe de esperanzas y de esperas prolongadas lo mismo que sabe de la fidelidad de Dios y del “Amén” de Dios.
Es tiempo de soñar: ¡llega el Señor! Es tiempo de vigilar: “cuando menos penséis...” Es tiempo de grandes y santas ambiciones: viene el Señor y se inaugura el Reino de la gracia. Dios desborda las pequeñas esperanzas humanas, las eleva y otorga grandes esperanzas, ambiciones santas, deseos valientes y atrevidos para corazones grandes y almas ensanchadas por el deseo y el amor.
Toda santidad vive de esperanza, los mismos santos han sido soñadores a lo divino, y la santidad vive de modo heroico lo teologal de la esperanza. Los santos paladearon en su interior, incluso en noches oscuras y pruebas grandes, al Verbo que se les comunicaba y quería habitar en su interior por la fe.
Hay, pues, todo un trabajo interior por delante: limar las desesperanzas, tristezas y angustias y las falsas ilusiones que decepcionan y nos hunden; hay que reconocerlas y ponerles nombre... y luego levantando la cabeza mirar al Señor, depositar en Él la esperanza porque Él abre nuestro futuro, sin buscar subterfugios o falsas salidas a las situaciones, sino centrarnos en el Señor que viene.
SE ME LLENA EL CORAZÓN DE ALEGRÍA CON SU COMENTARIO DE HOY, AUNQUE ME ATREVERÍA A LLAMARLO EN VEZ DE COMENTARIO: CANTO.SÍ,ME PARECE MÁS BIEN UN CANTO A LA ESPERANZA,A LA VERDADERA ESPERANZA, A LA QUE LLENA DE VERDAD NUESTRA VIDA Y LE DA SENTIDO;LA QUE PERMITE EMPEZAR CADA DÍA OFRECIÉNDOLO A DIOS;LA QUE DA CAPACIDAD PARA TRABAJAR POR AMOR; EDUCAR POR AMOR; AYUDAR POR AMOR;PERDONAR POR AMOR;ACEPTAR LO MENOS AGRADABLE DE CADA DÍA POR AMOR;INCLUSO SER FELIZ CADA DÍA POR AMOR.´
ResponderEliminarPOR AMOR Y CONFIANZA EN EL SEÑOR,QUE YA VINO A NOSOTROS Y NOS DIÓ SU VIDA,SU CUERPO,SU SANGRE,SU ESPÍRITU,NOS DIÓ A SU MADRE,NOS DIÓ SU IGLESIA,Y HASTA LA ESPERANZA DE SU VUELTA DEFINITIVA Y GLORIOSA.¿ALGUIEN PUEDE DAR MÁS QUE ÉL?¿QUÉ MÁS QUEREMOS?.
PARA MÍ, AMARLO Y ESPERARLO ES UNA CUESTIÓN VITAL.
OJALÁ EL BLOG DE HOY LLEGARA A TODAS LAS PERSONAS QUE VIVEN PERDIDAS Y SUMIDAS EN LA RUTINA VACÍA Y TRISTE QUE DA EL MUNDO.
GRACIAS DON JAVIER,LO ENCOMIENDO EN MIS ORACIONES.
MMSS