16 de septiembre, San Cipriano, obispo de Cartago y mártir. Y nos acercamos a él por una pequeña deuda de gratitud. Fue -después de san Agustín- el primer Padre de la Iglesia que conocí a fondo gracias a un gran profesor, y a partir de ahí, los Padres de la Iglesia se presentaron como un tesoro, siempre rico e inabarcable, que me unía a una Tradición, a una cadena viva.
El obispo de Cartago, san Cipriano, fue una de las grandes figuras del cristianismo primitivo. Cartago era la sede principal de toda el África romana, con mucha vinculación con Roma por su puerto marítimo. La literatura cristiana en lengua latina nació en África antes que en Roma... Pero África sufrió sangrientas y muy crueles persecuciones contra el cristianismo naciente. La situación no fue fácil, como encontramos en las Actas de los mártires y en las epístolas de los Padres de esa época. Allí, en África, Tertuliano expresó la realidad del martirio: "La sangre de los mártires, semilla de nuevos cristianos". Así fue.
Se disfrutó durante casi 30 años de un período de paz que favoreció la difusión del cristianismo y el establecimiento de nuevas comunidades cristianas hasta que otra ola de persecuciones llegó. Cipriano es el obispo de la sede de Cartago, en cierto modo, la sede primada: los Concilios africanos se reúnen allí, Cartago y su obispo Cipriano es una sede referencia y el obispo un Padre de la Iglesia, escritor, predicador, maestro convirtiéndose en un referente intelectual desde que en 249 fuera elegido el obispo de Cartago. La primera oleada de persecuciones es la del emperador Decio en 250; en 257 la persecución de Valeriano, dirigida principalmente a los obispos y sacerdotes. Tras varios juicios, en 258 Cipriano será decapitado por negarse a ofrecer el sacrificio a los dioses paganos.
¡Qué difícil resumir una vida así, llena de luchas, intrépida, pastoral! En sus escritos hay muchos temas que se entrecruzan en los albores de la reflexión teológica: trató del bautismo, de la oración, del Padrenuestro, del martirio, de la unidad de la Iglesia, de la comunión con Roma, de la colegialidad episcopal junto con Pedro...
Algunos textos suyos son ilustrativos, nos pueden formar y abrir el apetito intelectual para conocer más y mejor la patrística.
Frente a los cismas que se apartan de la sede de Roma por diversos motivos, Cipriano replica: "Sobre él [Pedro] edifica la Iglesia y a él manda que apaciente las ovejas. Y, aunque a los demás apóstoles les conceda igual potestad, estableció, sin embargo, una sola cátedra y dispuso con su autoridad el origen y la razón de la unidad. Cierto que lo que fue Pedro lo eran también los demás, pero el primado se da a Pedro y se pone de manifiesto una sola Iglesia y una sola cátedra. Todos son también pastores, pero se nos muestra un solo rebaño, que ha de ser apacentado de común acuerdo por todos los apóstoles. Quien no mantiene esta unidad de Pedro, ¿cree que mantiene la fe? Quien se separa de la cátedra de Pedro, ¿confía en que está en la Iglesia?" (De Unit. Eccl., n. 4).
En la Iglesia está la salvación, ¡cuánto hemos de amar la Iglesia! "La esposa de Cristo no puede ser adúltera, inmaculada y pura como es. Ella sólo ha conocido una casa y ha guardado con casto pudor la santidad de su único tálamo. Ella nos guarda para Dios, nos encamina al reino de los hijos, que ha engendrado. Quien, separándose de la Iglesia, se une a una adúltera [una secta cismática o hereje], se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de Cristo quien abandona su Iglesia. Éste se convierte en un extraño, un sacrílego y un enemigo. No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la Iglesia por madre" (De unit. eccl. n. 6).
Frente a los cristianos que se pasaban a algunas de las sectas cismáticas que habían roto con Roma, Cipriano les recuerda a éstos que iban de supercatólicos pero sin comunión con el Papa que "fuera de la Iglesia no hay salvación" (Ep. 73). Juan Pablo II explicó esta frase (tan controvertida después por otra parte dada su mala comprensión): "El axioma extra Ecclesiam nulla salus ―"fuera de la Iglesia no hay salvación"―, que enunció san Cipriano (Epist. 73, 21: PL 1.123 AB), pertenece a la tradición cristiana y fue introducido en el IV concilio de Letrán (DS 802), en la bula Unam sanctam, de Bonifacio VIII (DS 870) y en el concilio de Florencia (Decretum pro jacobitis, DS 1.351) Este axioma significa que quienes saben que la Iglesia fue fundada por Dios a través de Jesucristo como necesaria tienen la obligación de entrar y perseverar en ella para obtener la salvación (cf. Lumen gentium, 14). Por el contrario, quienes no han recibido el anuncio del Evangelio, como escribí en la encíclica Redemptoris missio, tienen acceso a la salvación a través de caminos misteriosos, dado que se les confiere la gracia divina en virtud del sacrificio redentor de Cristo, sin adhesión externa a la Iglesia, pero siempre en relación con ella (cf. n. 10)" (Audiencia general, 31-mayo-1995).
El obispo de Cartago, san Cipriano, fue una de las grandes figuras del cristianismo primitivo. Cartago era la sede principal de toda el África romana, con mucha vinculación con Roma por su puerto marítimo. La literatura cristiana en lengua latina nació en África antes que en Roma... Pero África sufrió sangrientas y muy crueles persecuciones contra el cristianismo naciente. La situación no fue fácil, como encontramos en las Actas de los mártires y en las epístolas de los Padres de esa época. Allí, en África, Tertuliano expresó la realidad del martirio: "La sangre de los mártires, semilla de nuevos cristianos". Así fue.
Se disfrutó durante casi 30 años de un período de paz que favoreció la difusión del cristianismo y el establecimiento de nuevas comunidades cristianas hasta que otra ola de persecuciones llegó. Cipriano es el obispo de la sede de Cartago, en cierto modo, la sede primada: los Concilios africanos se reúnen allí, Cartago y su obispo Cipriano es una sede referencia y el obispo un Padre de la Iglesia, escritor, predicador, maestro convirtiéndose en un referente intelectual desde que en 249 fuera elegido el obispo de Cartago. La primera oleada de persecuciones es la del emperador Decio en 250; en 257 la persecución de Valeriano, dirigida principalmente a los obispos y sacerdotes. Tras varios juicios, en 258 Cipriano será decapitado por negarse a ofrecer el sacrificio a los dioses paganos.
¡Qué difícil resumir una vida así, llena de luchas, intrépida, pastoral! En sus escritos hay muchos temas que se entrecruzan en los albores de la reflexión teológica: trató del bautismo, de la oración, del Padrenuestro, del martirio, de la unidad de la Iglesia, de la comunión con Roma, de la colegialidad episcopal junto con Pedro...
Algunos textos suyos son ilustrativos, nos pueden formar y abrir el apetito intelectual para conocer más y mejor la patrística.
Frente a los cismas que se apartan de la sede de Roma por diversos motivos, Cipriano replica: "Sobre él [Pedro] edifica la Iglesia y a él manda que apaciente las ovejas. Y, aunque a los demás apóstoles les conceda igual potestad, estableció, sin embargo, una sola cátedra y dispuso con su autoridad el origen y la razón de la unidad. Cierto que lo que fue Pedro lo eran también los demás, pero el primado se da a Pedro y se pone de manifiesto una sola Iglesia y una sola cátedra. Todos son también pastores, pero se nos muestra un solo rebaño, que ha de ser apacentado de común acuerdo por todos los apóstoles. Quien no mantiene esta unidad de Pedro, ¿cree que mantiene la fe? Quien se separa de la cátedra de Pedro, ¿confía en que está en la Iglesia?" (De Unit. Eccl., n. 4).
En la Iglesia está la salvación, ¡cuánto hemos de amar la Iglesia! "La esposa de Cristo no puede ser adúltera, inmaculada y pura como es. Ella sólo ha conocido una casa y ha guardado con casto pudor la santidad de su único tálamo. Ella nos guarda para Dios, nos encamina al reino de los hijos, que ha engendrado. Quien, separándose de la Iglesia, se une a una adúltera [una secta cismática o hereje], se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de Cristo quien abandona su Iglesia. Éste se convierte en un extraño, un sacrílego y un enemigo. No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la Iglesia por madre" (De unit. eccl. n. 6).
Frente a los cristianos que se pasaban a algunas de las sectas cismáticas que habían roto con Roma, Cipriano les recuerda a éstos que iban de supercatólicos pero sin comunión con el Papa que "fuera de la Iglesia no hay salvación" (Ep. 73). Juan Pablo II explicó esta frase (tan controvertida después por otra parte dada su mala comprensión): "El axioma extra Ecclesiam nulla salus ―"fuera de la Iglesia no hay salvación"―, que enunció san Cipriano (Epist. 73, 21: PL 1.123 AB), pertenece a la tradición cristiana y fue introducido en el IV concilio de Letrán (DS 802), en la bula Unam sanctam, de Bonifacio VIII (DS 870) y en el concilio de Florencia (Decretum pro jacobitis, DS 1.351) Este axioma significa que quienes saben que la Iglesia fue fundada por Dios a través de Jesucristo como necesaria tienen la obligación de entrar y perseverar en ella para obtener la salvación (cf. Lumen gentium, 14). Por el contrario, quienes no han recibido el anuncio del Evangelio, como escribí en la encíclica Redemptoris missio, tienen acceso a la salvación a través de caminos misteriosos, dado que se les confiere la gracia divina en virtud del sacrificio redentor de Cristo, sin adhesión externa a la Iglesia, pero siempre en relación con ella (cf. n. 10)" (Audiencia general, 31-mayo-1995).
No hay comentarios:
Publicar un comentario